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"Kinich". No puedes decir lo que quieres decir, no puedes rogarle que se quede contigo, que se esconda a tu lado. ¿Cómo podrías hacerlo, cuando le estarías pidiendo que traicione sus principios? Aún así, intentas alcanzarlo, con las manos agarrando un poco más de tiempo. Sólo un poco más. " Kinich ... tienes que mantenerte a salvo".
Afortunadamente, Ajaw se queda callado, algo que no es habitual en él. Kinich siempre te dijo que eras el favorito de su compañero. No lo habías creído del todo hasta ahora, cuando Ajaw te ofrece este pequeño espacio de intimidad con tu amante. Tal vez Ajaw también esté cansado después de pasar tanto tiempo luchando por atravesar Natlan, trayendo sobrevivientes e informando...
Un dolor agudo te atraviesa el pecho. Dolor.
—informando noticias de los muertos.
"Lo sé", dice, presionando su frente contra la tuya. Lleva tu mano a su pecho, dejándote sentir el latido constante de su corazón. Está vivo. Está vivo. Te está sosteniendo, y está vivo. Rezas a los arcontes, a los principios celestiales, para que vuelvas a sentir los latidos de su corazón, cuando el sol brille sobre una nación pacífica. "Lo sé".
"Todavía me debes, así que no puedes morir", dices. Tu voz tiembla. "Un corazón por un corazón. ¿Recuerdas? Y yo te di el mío".
Se oye un estruendo atronador. Kinich se sacude hacia atrás. Ambos observan con horror cómo una energía abisal desgarra el cielo, desplazando al sol mismo mientras se extiende en una corrupción negra como la tinta: un presagio de muerte inminente.
Reconoces la mirada en los ojos de Kinich. Los últimos remanentes de tu tiempo se acercan a su fin: los últimos granos de arena en un reloj de arena, deslizándose entre tus dedos.
"Kinich", repites. En las próximas respiraciones, volará a través del campo. Se convertirá en Malipo, uno de los héroes de Natlan, el fuego ardiente en la brutal guerra de tu nación contra el abismo. Pero por ahora, durante estos breves y menguantes momentos, es solo Kinich. Solo tu Kinich.
"Un corazón por un corazón", murmura él en respuesta. Te permite acercarlo más. Tus manos tiemblan y él las levanta hacia sus labios, acariciando tus nudillos.
"Prométeme", dices. "Prométeme que mantendrás mi corazón a salvo".
—Tu corazón volverá a ti —dice, rozando sus labios con los tuyos en un último y prolongado beso. Se aparta. Ya el frío se filtra en tu piel en su ausencia, una energía abismal. No debería demorarse más, pero atrapa tu mirada una última vez. —Por favor, mantén el mío a salvo también.
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