── .✦ 𝐒𝐔𝐒𝐔𝐑𝐑𝐎𝐒 𝐁𝐀𝐉𝐎 𝐋𝐀 𝐋𝐔𝐙 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐋𝐔𝐍𝐀── .✦

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Kinich y el híbrido saurio siempre habían compartido un vínculo especial, uno que trascendía los límites normales de la mera compañía

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Kinich y el híbrido saurio siempre habían compartido un vínculo especial, uno que trascendía los límites normales de la mera compañía. Era silencioso, tácito, pero innegablemente presente. Su fuerza, sabiduría y compostura complementaban su feroz lealtad, sus agudos instintos y su belleza salvaje. Esta noche no era diferente.

El suave resplandor de la luna se filtraba entre los árboles y proyectaba sombras en la habitación. Había sido un día particularmente agotador, con interminables reuniones y discusiones que a ninguno de los dos les resultaban atractivas. Kinich lo había manejado con su paciencia habitual, mientras que los instintos de ella hacía tiempo que la impulsaban a huir, a escapar a la naturaleza, donde se sentía más a gusto. Pero ahora, por fin, estaban solos los dos, solos en la tranquilidad pacífica de su espacio compartido.

Kinich se sentó en el borde de la cama y se aflojó la armadura con un profundo suspiro de satisfacción. Sus ojos dorados se suavizaron al encontrar a la lectora, cuya silueta alta se recortaba a la luz de la luna mientras permanecía de pie junto a la ventana, contemplando la noche tranquila. Su cola se movía distraídamente detrás de ella, sus escamas captaban la luz y le daban un brillo casi etéreo.

—Parecías perdida en tus pensamientos esta noche —comentó en voz baja y resonante. Su tono no era acusatorio, solo curioso.

Ella lo miró por encima del hombro y sus ojos penetrantes se suavizaron cuando se encontraron con los de él. —Demasiada política —murmuró mientras se acercaba a él. Sus garras chasquearon suavemente contra el suelo de madera mientras cruzaba la habitación; la brisa fresca le alborotó el pelo y le rozó la piel.

Kinich sonrió ante sus palabras y asintió con la cabeza. "Sí. Puede ser aburrido".

Ella se sentó a su lado, su cuerpo cálido y sólido junto al suyo. A pesar de su apariencia temible (colmillos afilados, escamas que le recorrían los brazos y las piernas, una cola larga y sinuosa), había una dulzura en ella cuando estaba con él, una calma que rara vez mostraba a nadie más. Sus garras, aunque letales, descansaban suavemente sobre la cama junto a él, con cuidado de no dañar las suaves sábanas.

Sin decir palabra, Kinich extendió la mano y tomó suavemente la de ella entre las suyas; la calidez de su piel contrastaba con las escamas más frías y texturizadas de ella. Ella miró sus dedos entrelazados; el tamaño de la mano de él casi empequeñecía la de ella, pero no había nada más que suavidad en su tacto.

—Siempre has sido tan tranquilo con todo esto —reflexionó, inclinándose ligeramente hacia atrás mientras su cola se movía perezosamente detrás de ella—. La política, la presión... nunca parece afectarte.

Kinich se rió suavemente, acariciando con el pulgar sus nudillos con un ritmo relajante. —He practicado mucho. —Hizo una pausa y la miró con esa expresión firme y serena que siempre tenía—. Pero entiendo por qué te molesta. No es tu mundo.

𝐅𝐎𝐑𝐄𝐕𝐄𝐑 𝐓𝐎𝐆𝐄𝐓𝐇𝐄𝐑  ᵏᶤᶰᶤᶜʰ ˣ ʳᵉᵃᵈᵉʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora