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(n) — Kinich y el icónico beso del Hombre Araña al revés.
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El brillo en tus labios sabe a miel de coco y corazones en una cuneta.
Esperas que a Kinich le guste, crees que le gustará. Crees que le gustará, así que te sientas con las piernas cruzadas en el suelo de tu habitación con corrector en la nariz y mentona en la lengua. Tus mejillas están envueltas en rubor cereza y tus labios están amoratados y doloridos. Esperas por Dios que Kinich lo bese para que mejore.
Kinich llega tarde.
Son quince minutos después de medianoche y el brillo de tus labios está empezando a secarse. Esto no está bien, Kinich nunca llega tarde. Has mirado por la ventana de tu dormitorio tres veces más de las que te gustaría admitir. El dolor en tu pecho es agotador.
Tu rimel se está derramando.
por tus mejillas, no fuera de la botella. No estás llorando, pero hay sangre en tu garganta, así que te gustaría pensar que pronto lo harás. Tu pecho se siente como algodón y tus extremidades se sienten como médula ósea y hay un golpeteo en tus oídos y...
"y/n ?"
Kinich llega como un ladrón en la noche. Está colgado boca abajo afuera de tu ventana mientras tú estás sentada en un charco de polvo y sangre. Tus mejillas están teñidas de rojo y tus ojos arden. —¿T /N? ¿Estás bien? Déjame entrar .
Al menos crees que eso es lo que está diciendo. No puedes saberlo realmente a través del vidrio de doble acristalamiento. Te diriges al alféizar de la ventana con las rodillas rojas y magulladas y las piernas que tiemblan como gelatina.
Tú sorbes y él frunce el ceño.
Sus ojos están nublados y tiene rasguños en la nariz. Sus labios se hinchan como duraznos frescos. Crees que hay una ramita o dos en su cabello, pero es difícil encontrarle sentido a algo en la oscuridad de la noche. Quieres besarlo hasta dejarlo tonto.
"¿Estás llorando?"
"No", mientes.
Kinich parpadea, tus labios vacilan. Tu boca está manchada con una extraña mermelada de durazno y a él le gustaría pensar que el nuevo tono es solo para él. Sin embargo, es difícil de creer que harías eso por él, así que entierra el pensamiento en la tumba de su pecho.
¿Pensabas que no iba a venir?
Tú asientes.
"¿Es porque llegué tarde?"
Otro asentimiento.
Te muerdes el labio. Kinich extiende una mano enguantada hacia tus mejillas y el calor fresco hace que se te erice la piel. Eres una cosita buena así que no te mueves ni un centímetro y dejas que él trace tu cara hasta que está magullada e hinchada.
"¿Puedo besarte?"
Otro asentimiento. Sus labios, tu boca.
Su tacto es tímido y quema tu piel con mil tonos de rosa. Sigue boca abajo colgando por la tensión de su gancho, pero sus labios invertidos encajan perfectamente sobre los tuyos. Su boca sabe a cobre y dientes azucarados y puedes sentir su lengua deslizarse más allá de tus muelas. El sabor de tu brillo se filtra en su saliva y, de repente, sabe a fresas trituradas y miel falsa. Esperas que sus labios tracen los tuyos para siempre.
Él se aparta para tomar aire. Tus ojos aún están húmedos y tu barbilla tiene un brillo de melocotón y tu labio está roto, pero Dios mío, eres tan jodidamente hermosa .
"Lo siento", se aclara la garganta mientras sus dedos enguantados acarician tus labios, "por llegar tarde".
Un suspiro sale de tus labios y él te besa otra vez.
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