POV. Kim Namjoon.
Necesitaba entender que aquello estaba mal.
Realmente necesitaba recuperar la razón, mi lógica estaba fallando.
¿Cómo era eso posible?
Por naturaleza era un hombre que seguía las reglas, no lo hacía para agrandar al mundo más bien porque al hacerlo me hacía sentir atado a mi razonamiento, nunca me interesaron mucho las personas, solo había algo que me llenaba y complacía... Mi arte. Por ende, todo lo demás era pasajero y efímero, nada era demasiado fenomenal como para llamar netamente mi atención.
Pero algo cambio el día en que entre al salón y vi a un pequeño chico husmeando, basto tan solo segundos para entender que era un joven descarado, insolente y ... Curioso. Sus ojos color miel tenían una tonalidad amarillenta que se hacía presente como pequeños destellos que lo hacían lucir genuinamente atrayente.
Nuestro segundo encuentro me dejó en claro aquello. Y luego, sin saber porqué, me ofrecí a darle clases.
Mi juicio y cordura comenzaron a doblegarse por el aroma de su perfume y su boca tan osoda.
Sabía que estaba mal, pero al final terminé con el joven Park encerrado en mi camioneta, podía sentir su curiosa mirada perforando mi rostro, era consciente de sus palabras con doble sentido, y lo estaba permitiendo, no lo frené.
Por primera vez, había algo que logró llamar mi atención sin ser mi arte, aquello me hacía sentir absorbido en una esfera amarillenta.
Y eso no podía ser normal.
No lo era.
(♣♣♣)
La noche era fría y tempestuosa cuando finalmente logré llegar a mi casa. Cerré la puerta y dejé mi saco sobre uno de los sillones del recibidor, dejé salir un suspiro cuando todo el inmenso y neutro lugar me acogió como siempre.
Vivía en una casa de tres pisos bastante alejada en los suburbios de la cuidad, me gustaba la tranquilidad, era agradable estar netamente solo en mi lugar privado, y agradecía que los vecinos más cercanos se encontrarán a casi un kilómetro de distancia. En la primera planta se encontraba la sala, la cocina y el comedor, también tenía una oficina adaptada a mis gustos, en el segundo estaban las habitaciones y en el tercer piso se encontraba mi estudio de arte, estaba lleno de lienzos con bocetos y pinturas que retomaba en mis tiempos libres.
Me acerque a la cocina y tome una botella de whisky para servirme un trago. Necesitaba pensar detenidamente lo que estaba haciendo, y es que no tenía una razón coherente a mi reciente comportamiento con el joven pelinegro de ojos amarillentos , me encamine a mi habitación pero termine por subir hasta el tercer piso, me despoje de la corbata y terminé por quitarme mi camisa dejando mi piel desnuda y revelando el sin fin de tatuajes que rodeaban mi pecho, hombro y espalda. Sin detenerme, tome uno de mis tantos lápices para comenzar a trazar líneas encima del lienzo blanco e hice lo que en mi mente quemaba.