El silencio fue absoluto. Yo me limité a mirar la lluvia que escurría por el vidrio de la ventanilla mientras él conducía; mire los edificios desaparecer y luego todo era árboles, tardamos un poco más de 20 minutos en llegar a su casa, cuando él me pidió bajar yo estaba haciéndome mil y un ideas de lo que me esperaría alli adentro.
Estaba demasiado nervioso.
Él realmente me llevo a su casa.
Mis ojos color miel se llenaron de asombro cuando entre a lo que era la sala principal, habían baldosas de mármol, las parades eran de color negro con adornos simples y lo más impresionante de todo, los enormes ventanales que permitían vislumbrar el inmenso bosque.
— ¿Usted vive solo aquí? — pregunté distraído, mientras caminaba por el centro del lugar.
— Así es.
Me detuve frente al inmenso ventanal, la lluvia era más fuerte, demasiado, no pude evitar sentir ansiedad. No me gustaba la lluvia, o al menos cuando era así de fuerte.
— Le mostraré dónde podrá dormir está noche — dijo a mis espaldas, me giré y él mantenía una posición recta con sus manos dentro de los bolsillos de su impecable pantalón —. Sígame.
Fui obediente y me encaminé detrás de él por un pequeño pasillo que dió paso a una segunda sala, allí había un piano enorme y una licorera con muchos licores de distintas marcas (tal vez demasiado costosas) con sillas negras a su alrededor y extensas ventanas cubiertas por una cortina netamente negra que llegaba al pulcro piso sin tocarlo.
Mi vista se desvío hacia un hermoso cuadro.
— ¿Lo pintó usted? — señalé con curiosidad, él asintió en respuesta —. Es hermoso.
Una pintura que detallaba un eterno bosque.
Él siguió caminando y yo lo seguí. Subimos unas escaleras y llegamos a un pasillo que tenía una hilera de cinco puertas y una en el fondo.
— Escoja la habitación que deseé — me señaló —. Todas están bien amuebladas.
— Yo... — dudé.
— Puede quedarse en está — abrió la segunda puerta y entramos, las paredes eran neutrales y el piso de mármol, habían una gran cama de roble con sábanas blancas, estaba bastante iluminada por los pequeños focos que estaban dispersos por el techo —. Póngase cómodo, la puerta de la derecha es el baño, tomé una ducha, yo le traeré algunas cosas para que esté más cómodo.
Como si fuera algo nuevo, no pude responderle porque él salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él.
Yo me dispuse a curiosiar el lugar, todo era tan ... Impecable y pulcro.
— Aquí está lo que usted probablemente va a necesitar — dijo el moreno cuando volvió a la habitación, dejó sobre la cama una manta acolchada y un paño blanco; también una camisa doblada y un pantalón de pijama.