Aquel dulce sueño que se vuelve una pesadilla.
Es como despertar de una epifanía, es igual de doloroso como agonizante.
Pasé noches enteras sin dormir o comer tan siquiera un poco, mis pesadillas se volvieron tan concurrentes que me obligaba a mi mismo a mantenerme despierto, tenía miedo de cerrar mis ojos. Mi peso disminuyó notablemente de una manera para nada sana, en algún punto tomé la decisión de cubrir el espejo para no tener que ver el desastre que era.
Mi vida era una completa mierda.
Despertar con los músculos entumecidos y un fuerte dolor de cabeza no era nada nuevo en mí. Desafortunadamente la vida no viene con un manual de instrucciones para superar el dolor y la pérdida de quienes amas, nada te prepara para ello, y no importa los días, meses o años, el dolor nunca desaparece, solo se vuelve parte de tí, como una maldita pieza más de tu vida.
Abrí mis ojos antes de que la alarma de mí celular sonará, me levanté con una mueca de dolor en mi rostro comencé a alistarme para la escuela.
No desayuné esa mañana.
Con una vaga excusa salí de la casa ajena y me dirigí al colegio. Ese día las clases fueron lentas, las manijas del reloj parecían ir más de espacio burlándose de mi poca paciencia.
Escuché con atención lo que estaba diciendo la maestra, mientras él siseó de mi mejor amigo me pedía voltear.
— ¿Qué? — susurré apenas.
Él me miró con notable preocupación — ¿Todo en orden?
Asentí sin tomarle demasiada importancia a mi estado de ánimo.
Mi última clase fue a las cuatro, se supone que debía ir al entrenamiento, pero... Hoy no tenía ánimos de nada.
— Dime que no vaya y me quedaré a tu lado — me dijo Jin.
— Por supuesto que no — lo regañe —. Tienes clases y no quiero que faltes por mí.
— Si sabes que puedes cambiar de club y unirte a Arte conmigo y recibí las clases del profesor Kim — me animó con una sonrisa ladina.
Negué.
— Está bien, está bien. Haz lo que te haga sentir mejor — dijo, sosteniendo un enorme marco en su mano derecha —. No quiero sonar como un lunático sobreprotector — suspiró —, pero sé que no la estas pasando bien, te conozco Jimin, nos hicimos mejores amigos en solo un mes de conocernos porque hay lazos que no se definen con tiempo,sino con comodidad, sensaciones e incondicionalidad. Tú eres importante para mí, te quiero mucho como para permitir que te ahogues sin yo hacer nada.
Sonreí.
Odio tener que mentirle.
— Quiero creer que me dirás cuando sientas que el agua te llegó al cuello para yo darte mi mano y ayudarte a salir — continúo.