POV. Park Jimin.
Después de eso volvi a mi habitación; no sin antes sonreírle de manera tímida y deseándole buenas noches.
Desperté temprano, mucho antes de que la alarma de mí celular sonará. Cepille mis dientes y arreglé un poco mi cabello, luego salí y baje las escaleras hasta el primer piso. Lo encontré a él en la cocina vestido con unos pantalones de pijama y una camisa negra, su cabello lucía desordenado y la cereza del pastel, tenía puesto unos lentes de armazón negros que lo hacían lucir tan atractivo que activó totalmente mis hormonas. Guardé silencio mientras observaba como cortaba unas cebollas, sus largos dedos sujetando el mango del cuchillo me hicieron fantasear hasta llenar mi mente de todos los recuerdos de lo que hicimos en el sofá y sentí mis piernas flequear.
— Buenos días — su voz me hizo reaccionar con un pequeño salto.
— Buenos días — lo saludé, entrando tímidamente a la estancia.
— No sabía que querías desayunar — comentó, se giró y colocó una bandeja sobre el mesón — es por eso que te serví unas cuantas frutas, cereales, un sándwich de pollo y jugo de durazno.
— ¿Y tú qué desayunarás? — me acerque al mesón y me senté sobre el banquito de madera negra.
— Ya lo hice.
— El café no es un desayuno — objete.
Su risita resonó en mis oídos haciendo sentir consciente de mi nerviosismo.
— Yo comeré el cereal tú come el sándwich — le propuse.
Miré el reloj de la cocina y pude notar que eran las siete de la mañana, él se sentó a mi lado y comenzó a comerse el sándwich.
— Gracias por el desayuno — le dije, no aguantando mucho el silencio.
— Quisiera hacerte una pregunta.
Me tense.
— ¿Cómo es qué encontraste las pinturas?
Mierda, lo menos que quería era que él pensara que yo era una especie de curioso metiche... Aunque eso no era tan falso.
— No fue apropósito — me defendí.
— Tu curiosidad es muy osada, pero, no es como que me moleste — tomó un poco de jugo —. Sin embargo me preocupa que salgas al bosque en busca de un asesino.
— Te estás burlando de mi — le reproché.
— Tal vez.
— Es mi turno, ¿Por qué me pintaste? ¿Acaso soy una especie de musa? — pregunté, jugueteando con la cucharilla.
Sentí sus dedos en mi barbilla, no tuve oportunidad de pensar en nada, con un movimiento rápido él se apoderó de mis labios con total posesividad, sus movimientos eran lentos y húmedos hasta hacerme sentir sin oxígeno...