ʟᴀ ɴᴏᴄʜᴇ qᴜᴇ ᴄᴏɴᴏᴄí ᴀʟ ʟɪᴅᴇʀ

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Era una noche lluviosa.

Las gotas de agua resonaban contra las superficies, creando una sinfonía monótona que, bajo circunstancias normales, habría relajado a cualquiera. Pero Negai no estaba en ese estado mental.

Oculta bajo una capucha negra, caminaba sin rumbo fijo después de una intensa discusión con su hermano. El conflicto había sido particularmente fuerte, y aunque se amaban, ambos eran testarudos y medio pendejos. La ira y el agotamiento la habían empujado a buscar algo de soledad, así que decidió perderse entre los edificios de la ciudad, esperando que la tormenta en su interior se calmara.

Negai vagaba por las calles empapadas, dejando que la lluvia le empapara el rostro, deseando que de alguna manera ese frío le ayudara a enfriar sus pensamientos. No había encontrado paz. A su alrededor, la ciudad parecía casi vacía. Se escabullía entre edificios abandonados y saltaba de una azotea a otra con facilidad, como si el mundo entero no la viera. Sin embargo, nada parecía ayudarla a desconectarse. Sus pasos finalmente la llevaron hasta un edificio solitario, viejo y descuidado, que parecía haber visto días mejores: un letrero desvencijado colgaba de la entrada, y las luces del interior parpadeaban de manera irregular. Quizás era lo que ella necesitaba... un lugar tan destartalado como su mente en ese momento. Entró sin pensarlo demasiado, caminando por los pasillos oscuros y fríos de lo que alguna vez pudo haber sido una compañía, aunque ahora no era más que una ruina. El suelo crujía bajo sus pies y el aire estaba cargado de un leve olor a humedad y abandono.

Negai se detuvo en uno de los pasillos, suspirando, antes de decidir que era hora de irse. Se dirigió hacia las escaleras, con las manos en los bolsillos, sin prisas. Las luces fluorescentes parpadeaban intermitentemente, emitiendo una luz mortecina que apenas lograba iluminar su camino y el sonido de sus pasos resonaba en el silencio, y a medida que descendía, el aire se volvía más frío. Pero eso no le importaba.

En realidad, pocas cosas lo hacían.

Al llegar al último tramo de las escaleras, algo la sacó de su ensimismamiento. La puerta de emergencia se abrió con un golpe sordo, y su atención se centró al instante en la figura que apareció desde las sombras.

Ahí estaba él.

Un hombre de aspecto sombrío, con el cabello azul ceniza empapado por la lluvia, se tambaleaba al entrar. Su ropa, sucia y desgarrada, estaba pegada a su piel por la lluvia, y su cuerpo temblaba de agotamiento. Las manchas de sangre cubrían su camisa, y su respiración era pesada, casi agónica. Las manos, aquellas que parecían tan peligrosas como letales, temblaban mientras intentaba sostenerse en pie. Pero no pudo; sus fuerzas lo abandonaron, y con un sonido ahogado, se desplomó en el suelo húmedo y polvoriento del edificio y fue cuando Negai se detuvo en seco.

Era Tomura Shigaraki, un hombre cuya mera presencia podía sembrar el caos y el terror en los corazones de cualquiera.

Pero en ese momento, él no era nada de eso. Solo era un hombre herido, derrotado, tratando desesperadamente de sobrevivir.

Negai no lo sabía.

Para ella, era solo un extraño cubierto de sangre, empapado por la lluvia, temblando en el suelo. Sus ojos rojos apenas podían mantenerse abiertos, y sus dedos, esos dedos que podían desintegrar todo lo que tocaban, ahora se aferraban débilmente al piso, como si su poder hubiera desaparecido por completo. Negai dudó por un instante, observándolo desde las escaleras. Podía seguir su camino y dejarlo allí, o podía ayudarlo... Después de todo, ¿qué importaba quién era?

Shigaraki intentó moverse, gateando lentamente hacia las escaleras con la sangre empapando sus manos y dejando un rastro oscuro tras él e intentaba ponerse de pie, subiendo algunos escalones hasta que finalmente se recargó en la pared al lado de las escaleras. El sonido de su respiración era irregular, entrecortado por el dolor que claramente sentía. Era como si el peso de todo el mundo estuviera sobre sus hombros, y cada intento de avanzar le costara un esfuerzo sobrehumano.

𝐈𝐍𝐂𝐋𝐔𝐒𝐎 𝐒𝐈 𝐌𝐄 𝐓𝐑𝐀𝐈𝐂𝐈𝐎𝐍𝐀𝐒 | HawksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora