ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ᴀᴍᴏʀ ᴅᴇ ᴍɪ ᴠɪᴅᴀ

40 2 1
                                    

El sol apenas comenzaba a esconderse detrás del horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, mientras el viento susurraba suavemente entre las hojas de los árboles. En algún rincón olvidado de la ciudad, lejos del caos de los héroes y villanos, Negai y Dabi se encontraban sentados en una azotea, uno al lado del otro, observando el espectáculo del ocaso sin intercambiar muchas palabras.

Dabi se mantenía en silencio, una figura imponente a pesar de la calma que lo rodeaba. Sus ojos azul hielo parecían perderse en el horizonte, pero en realidad, estaban siempre atentos a Negai, su hermana menor. A pesar de todo lo que habían pasado, la frialdad de su actitud y la distancia que se había creado entre ellos con el tiempo, siempre la había considerado una parte esencial de su vida. Había un vínculo que nunca se había roto, a pesar de todo.

Negai, por su parte, permanecía tranquila a su lado, con los ojos entrecerrados y el cabello moviéndose al compás del viento. Había algo reconfortante en estar con su hermano, algo que no podía explicar del todo. Aunque su relación estaba llena de silencios y momentos tensos, él había sido el primer pilar en su vida, la primera persona en quien confió por completo, aunque nunca lo dijera en voz alta.

El viento sopló con un poco más de fuerza, y ella instintivamente se acercó un poco más a Dabi, quien dejó escapar un leve resoplido, apenas perceptible. ─¿Tienes frío o qué?─ murmuró con su típica voz áspera, pero había algo en su tono que denotaba más preocupación de la que le gustaba admitir.

Negai negó con la cabeza, con una sonrisa apenas perceptible en sus labios. ─No es eso... solo... me gusta estar aquí contigo. Me recuerda a cuando éramos niños.

Dabi levantó una ceja, aunque sus ojos permanecieron en el horizonte. ─¿Ah sí? ¿De cuando papá aún no había destrozado todo lo que tocaba?

Negai suspiró, recargando su cabeza en el hombro de su hermano. ─Sí... cuando las cosas eran más sencillas. Cuando... no sabíamos lo que nos esperaba.

Dabi la observó de reojo, sintiendo un peso en su pecho que había aprendido a ignorar desde hacía años. Era raro que Negai se mostrara tan vulnerable, pero en momentos como estos, él no podía evitar recordar cómo había sido antes de que todo se derrumbara. Antes de que el fuego lo consumiera todo.

─¿Recuerdas cómo solías protegerme de todo?─ preguntó ella de repente, su voz apenas un susurro. ─Siempre estuviste ahí para mí... y todavía lo estás.

Dabi sintió cómo se tensaba ligeramente ante esas palabras, una mezcla de orgullo y culpa cruzando su mente. ─Era lo que tenía que hacer. No había nadie más que lo hiciera, ¿verdad?

Negai sonrió con tristeza, cerrando los ojos por un momento. ─No. Solo tú.

El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero esta vez no era incómodo. Había algo en la manera en que ambos podían estar juntos, sin necesidad de hablar demasiado. Para Negai, Dabi siempre había sido su refugio, su primera figura de amor en un mundo que parecía querer destruirlos. Él había sido su hermano, su protector... el primer amor de su vida, no en el sentido romántico, sino en la manera en que alguien puede aferrarse a la única persona que jamás los había dejado caer.

─Sabes...─ dijo Negai después de un rato, con la voz más suave que nunca. ─A veces me pregunto cómo serían las cosas si no hubiera pasado todo esto. Si hubiéramos sido... normales. Una familia como cualquier otra.

Dabi soltó una risa seca, inclinando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. ─Normales... esa es una buena broma. Nunca fuimos normales, ni lo seremos. Eso es lo que pasa cuando naces en una familia como la nuestra.

─Pero aún así─ insistió Negai. ─Siempre supe que, sin importar lo que pasara, siempre me protegerías. Siempre me cuidarías. Y creo que por eso... siempre te vi como mi primer amor.

Dabi abrió los ojos lentamente, y la miró por primera vez en mucho tiempo, realmente mirándola. En ese momento, por un breve instante, dejó caer la máscara que siempre llevaba consigo. Vio a su hermana pequeña, no a la villana que el mundo conocía, sino a la niña que solía seguirlo a todas partes, buscando su aprobación y su protección. La niña que, a pesar de todo, aún confiaba en él.

─Negai...─ dijo en voz baja, casi como si no supiera qué decir ante esas palabras. ─Tú también fuiste lo único que me mantuvo cuerdo... aunque no lo parezca. Siempre supe que, mientras estuvieras a mi lado, podría soportar cualquier cosa.

Negai levantó la vista hacia él, sus ojos llenos de una calidez que pocas personas llegaban a ver en ella. ─"Eso nunca cambiará, Toya. Sin importar lo que pase... siempre serás mi hermano. Y siempre serás el primer amor de mi vida.

Dabi no respondió de inmediato, simplemente dejó que esas palabras calaran en él mientras miraba el horizonte una vez más. Quizás no lo admitiría nunca en voz alta, pero sentía lo mismo. Negai siempre había sido su ancla, la única persona en quien realmente confiaba. Y aunque ambos habían seguido caminos oscuros y torcidos, había algo entre ellos que nunca se rompería.

─Bueno, no te pongas sentimental ahora─ dijo finalmente, volviendo a su tono habitual mientras se levantaba. ─Vamos... te enseñaré a encender una hoguera como en los viejos tiempos. Algo me dice que el frío no tardará en llegar.

Negai rió suavemente mientras se levantaba también, siguiendo a su hermano mayor. ─¿De verdad crees que necesito lecciones para encender fuego?

Dabi sonrió de lado, ese gesto arrogante que tanto lo caracterizaba. ─Nunca está de más aprender de los mejores.

Y así, mientras el sol finalmente desaparecía en el horizonte, los dos hermanos caminaban juntos, como lo habían hecho en los viejos tiempos, sabiendo que, a pesar de todo, siempre tendrían uno al otro. Porque en un mundo lleno de traiciones y sombras, su vínculo era lo único que nunca se rompería.

Dabi tenía solo tres años cuando Negai nació. La primera vez que la vio, tan pequeñita y frágil, supo que algo dentro de él había cambiado para siempre. A pesar de ser un niño, algo despertó en su interior, una necesidad instintiva de protegerla a toda costa. Desde ese momento, se convirtió en su guardián silencioso. No era un papel que alguien le hubiera asignado; simplemente era algo que él sabía que debía hacer.

Para él, Negai siempre había sido esa pequeña niña vulnerable, esa criatura delicada que dependía de él, incluso cuando ambos crecieron y las cosas se volvieron más complicadas. Aun la seguía viendo como una niña pequeña, como ese bebé que había jurado proteger cuando apenas tenía tres años. Y Negai lo sabía. Lo podía sentir en la forma en que Dabi la miraba, en sus acciones, en los silencios protectores que compartían.

Aunque Negai nunca lo admitiría en voz alta, su orgullo le impedía mostrarse completamente vulnerable, en su interior le resultaba tierno. Había algo profundamente reconfortante en saber que, sin importar cuán rota o peligrosa se volviera su vida, su hermano mayor siempre estaría allí, listo para pelear cualquier batalla por ella. Incluso si esa batalla fuera en contra del mundo entero.

Apreciaba rotundamente la protección de Dabi, aunque rara vez se lo decía. Sabía que él no necesitaba escuchar las palabras; ambos habían aprendido a entenderse sin hablar demasiado. Pero dentro de ella, siempre había un pequeño rincón de gratitud hacia su hermano, hacia ese niño que se había convertido en su escudo desde que era apenas una bebé. Y aunque ahora ella era fuerte y capaz de protegerse a sí misma, una parte de ella siempre se sentiría como esa niña pequeña a la que Dabi juró cuidar.

𝐈𝐍𝐂𝐋𝐔𝐒𝐎 𝐒𝐈 𝐌𝐄 𝐓𝐑𝐀𝐈𝐂𝐈𝐎𝐍𝐀𝐒 | HawksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora