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—Chicos, ya vinieron Catalina y Agustín.—anunció mi mamá, y ambos salimos de la habitación. Fui y abracé a mi hermana. Hacía muchos años que no nos veíamos.

—epaaaa, Así que tenés otro macho, ¿eh? —sonrió mi hermana Catalina, y asentí con una sonrisa.

—Hola, ¿cómo estás? Soy Guido, un gusto —dijo él, sonriendo y extendiendo su mano. Mi hermana quedó boquiabierta.

—Catalina, un gusto. Espero que no sea tan difícil cuidar a mi hermana.

—Mmm... —él rió y levantó los hombros—. Está medio hincha pelota tu hermana, ¿qué te puedo decir? Me la estoy fumando —dijo Guido mientras iba a saludar al futuro esposo de mi hermana.

Era la hora del almuerzo, y cada uno se sentó al lado de su pareja.

—¿Y Guido, cuántos años tienes? —preguntó mi hermana.

—35. —Mi hermana se sorprendió.

—No pareces, No la tenía a mi hermanita saliendo con alguien un poquito mayor.

—Tampoco es para tanto —reí y puse mi mano en el muslo de Guido, comenzando a mover un poco mi pulgar.

—Ay, amor, ¿te acuerdas cuando de chiquitas me decías que nunca ibas a tener novio porque te daba asco? Rompiste tu promesa —dijo mi mamá, y sonreí.

—Que iba a ser abogada y que iba a ser feliz estando sola... Ahora, ni en pedo puedo estar sola, soy dependiente de mi novio. —Miré a Guido, quien me regaló una sonrisa.

—No saben lo que labura esta mina, es una genia. En diciembre vamos a tocar en el estadio Vélez y el laburito que se mandó es zarpado —dijo Guido.

—¿Tocar en el estadio Vélez? ¿De qué trabajas, Guido? —preguntó Agustín.

—Soy músico, toco la guitarra y a veces la batería. Tengo una banda con mis hermanos llamada Airbag.

—Ah, no sabía. Yo los conozco de nombre, nada más.

—Y... ¿cómo se manejan con esto de la relación?

Yo seguía acariciando la pierna de Guido hasta que él me miró, sonrió y disimuladamente sacó mi mano de su pierna. Como la mesa era un poco alta y tenía el mantel, no se notaba lo que estaba haciendo.

—Por ahora lo estamos llevando bien. Llevamos saliendo unos tres meses y hace un mes somos novios. Él me propuso convivir juntos. Creo que nos manejamos muy bien el uno con el otro. Estamos todo el tiempo en el trabajo chequeando y ordenando cosas. Ya nos conocemos un poco —dije mientras comía un poco de mi comida.

—Esta es tu primera vez viviendo con tu pareja, ¿no? Mamá me comentó que con Iv... —interrumpí a mi hermana.

—Para mí es algo nuevo tener que convivir con mi pareja. Pero tampoco es que sea la primera vez que voy a convivir con alguien, por así decirlo. Yo convivía con Malena y, la verdad, siempre nos manejamos muy bien.

—Ay, Malena, ¿cómo está ella? ¿Todo bien? —dijo mi mamá, y miré a Guido.

—Sí, por suerte todo bien... —mentí. En realidad, ya no sabía nada de Malena; el único que sabía algo era Guido. Pero no podía enojarme con él. No lo hacía de forro, sino porque me quería cuidar.

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La cena salió, por suerte, todo bien. Mi hermana se fue junto a su prometido. Por suerte, mi habitación estaba en el segundo piso, alejada de los otros dormitorios. Le había roto tanto las pelotas a mi mamá con que el segundo piso fuera solo mi habitación, con baño. Con Guido, nos subimos y me tiré a la cama. Él entró y se tapó. Se puso a ver TikToks y yo me acosté en su pecho, me encantaba hacerlo.

Después de un rato, miré a Guido.

—¿Por qué no queres coger? —pregunté, y él me miró.

—Sufrís vos nomás. Para que veas cómo se siente. —Rió, y yo bajé mi mano hacia su entrepierna, comenzando a tocar su miembro poco a poco.

—¿Será que con una paja te puedo convencer?

—Ay, Lucía, cómo se nota desde acá hasta la China que estás ovulando. Estás desesperada, boluda. —Me miró—. La que quiere coger sin preservativo acá sos vos, no yo.

Mordí mi labio y me acerqué a él.

—No vamos a tener  coger, entiéndelo. —Él sacó mi mano y me abrazó—. Jodemos mucho con la cría, pero no es momento. Tengo miedo —acarició mi pelo, y yo sonreí.

—Perdóname, de verdad estuve muy pesada y solo pensé en mí... —lo miré.

—Mañana vamos a ir a comprar ropa para el casamiento de tu hermana.

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Ya había terminado el casamiento por la iglesia, y ahora nos tocaba la fiesta. Nos fuimos al salón. Cuando llegamos, nos indicaron nuestra mesa. Fuimos y nos sentamos.

—Dios —intentaba no llorar—. A Cata le queda hermoso el vestido. —Agarré un papel y me limpié un poco los ojos, pero Guido ni pelota. Lo miré y estaba mirando para todos lados. Suspirí. Hasta que lo veo sonreír y siento a alguien tocarme el hombro. Me doy vuelta y ahí estaba Malena.

Me levanté y la abracé fuerte, sonriendo como nunca lo hice. Estuvimos varios minutos abrazadas hasta que nos separamos y ella saludó a Guido.

Estaba sin palabras. Hasta que ella habló.

—¿Hace uno o dos meses que no nos vemos? —dijo Male, y asentí.

—¿Adónde estabas?

—Digamos que tuve un quilombo con una expareja y, bueno... ahora anda en cana —sonrió ella—. No quería perjudicarte o que te hiciera daño, así que lo necesario era alejarme. Aunque acá andamos. —Me abrazó y luego se separó.

—Voy a buscar algo para picar mientras —dijo Guido, dejándome un beso en los labios antes de irse.

—Ay, Male... pude haberte ayudado yo.

—Guido me ayudó en la distancia... y, gorda, ¿de qué me perdí en estos meses?

Me puse a pensar. —Bueno... casi nada, por así decirlo. Me... acosté estando en pedo con Gastón porque vi a Guido besándose con otra. Iván me besó y Guido pensó que yo lo estaba boludeando a él, así que estuvimos alejados varias semanas y... pensé que quedé embarazada —reí—. No sé, no me acuerdo mucho... Ah, y que somos novios con Guido. —Sonreí.

—Awww, qué tiernos son. Guido me preguntaba qué podía hacer con vos, me preguntaba si yo sabía algo de si estabas preparada.

—¿Vos pensás volver a casa? ¿O dónde te vas a quedar? —dije, y ella hizo una mueca.

—Voy a vivir en Martínez, de donde van a vivir vos y Guido en Don Torcuato... una media hora calculando. Conseguí un laburo en un local de ropa hermoso, boluda, y la casa es enorme, tiene un patio. Tengo pensado adoptar un perrito. Me siento libre después de tanto tiempo. Cuando terminas algo que te hacía sentir horrible, cuando cambias de aire, sos otra persona.

No pude evitar ponerme a llorar un poco. Pobre, sufrió tanto e hizo tanto con tal de no lastimarme a mí también. Que ella tenga logros y los cumpla me pone muy feliz.

Guido volvió y se sentó a mi lado, poniendo su mano en mi muslo.

—Guido, a la nena me la cuidas, ¿eh? —ambos rieron.

—La cuido con todo —él dejó un beso en mi mejilla.

—Cuando volvamos, podríamos comer un asadito, ¿no? —dijo Male.

—Uuuh, sí Con mis hermanos —dijo Guido.

—Dale. Más te vale que cuando vaya a su recital en diciembre, me cuiden ustedes dos, ¿eh? En esto me refiero a vos, Lucía.

—Te aviso que en Colombia no puedo pelar las tetas al aire, que Guido me va a retar. Además, es celoso.

𝐥𝐨𝐯𝐞𝐫𝐬 𝐫𝐨𝐜𝐤. || 𝐠𝐮𝐢𝐝𝐨 𝐚𝐫𝐦𝐢𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora