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Culiacán, Sin 📍 Sábado, 21 de septiembre del 2024 2:34 pm
Kenia despertó ese 21 de septiembre con una sonrisa que no se le quitaba. Sabía que sería un día especial, no solo porque era su cumpleaños, sino también porque la semana había sido de lo más tranquila y feliz. Al fin, las cosas en Culiacán se habían calmado un poco, algo que la tenía relajada. No pudo evitar recordar lo bien que se la había pasado con sus hermanos que la fueron a visitar, y cómo su herida ya estaba casi completamente sanada, lo cual le daba mucha paz.
Apenas abrió los ojos esa mañana, los mariachis ya estaban sonando en la habitación, entonando "Las Mañanitas". Kenia no pudo contener las lágrimas al ver a Iván ahí, con esa sonrisa de siempre, celebrando su día. Se levantó y lo abrazó fuerte, diciéndole cuánto lo amaba. Iván, como siempre, sabía sorprenderla y la hacía sentir especial en cada detalle.
Pero eso no fue todo, el día apenas comenzaba y uno de los regalos más grandes que le dio fue un nuevo Jeep Mojave, ya que el suyo había quedado destrozado. Kenia, emocionada, solo podía pensar: "Este es un día perfecto".
Con el paso de las horas, Iván le sugirió que se tomara un respiro, que se fuera a distraer un rato. Ella sabía que la fiesta aún no había terminado, pero estaba lista para disfrutar cada momento del día.
Kenia iba manejando su nuevo Jeep Mojave, disfrutando de la sensación del motor y el aire fresco que entraba por la ventana. Se sentía plena, libre, como si por un momento todo estuviera en su lugar. Claro, sus escoltas la seguían de cerca en otra camioneta, pero eso no le quitaba lo bien que se sentía manejando su nuevo regalo.
Iba camino a recoger unas fotos que se había tomado hace días con su amiga Lau. Le emocionaba ver el resultado, ya que siempre le gustaba capturar esos momentos especiales. Mientras avanzaba por las calles, el rugido del motor la hacía sonreír más, pensando en lo bien que le iba.
Kenia bajó del Jeep Mojave, dejando que la puerta se cerrara con un golpe suave. Miró de reojo cómo los hombres de Iván se colocaban estratégicamente en la entrada del estudio, siempre alerta, pero ella ya estaba acostumbrada. Caminó con seguridad hasta la puerta y la abrió sin dudar, entrando con una sonrisa.
