treinta y cuatro.

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Culiacán, Sinaloa 📍Mayo, 20254:20 am

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Culiacán, Sinaloa 📍
Mayo, 2025
4:20 am

A los siete meses de embarazo, Kenia seguía irradiando esa misma calma y alegría que la caracterizaba. Su humor apenas había cambiado, y eso tenía a todos en el rancho muy contentos. Pero había algo que sí había dado un giro inesperado: sus antojos. Y aunque Iván no se quejaba, los antojos de Kenia eran a veces toda una misión, especialmente cuando llegaban en los momentos más inesperados.

Aquella madrugada no fue la excepción. Eran aproximadamente las cuatro de la mañana cuando Kenia, medio dormida y abrazada a Iván, sintió de repente ese antojo incontrolable de nieve. Despertó lentamente, pero la idea de esa nieve fría y cremosa no la dejaba en paz. Se movió un poco en la cama, intentando ignorarlo, pero fue imposible.

Finalmente, decidió despertar a Iván.

—Amor... —susurró suavemente, dándole un golpecito en el hombro.

Iván, quien dormía profundamente, se movió apenas, pero no reaccionó del todo.

—Iván... —insistió Kenia, esta vez con un poco más de firmeza, mientras le acariciaba el brazo—. Amor, despierta.

Iván abrió los ojos lentamente, todavía adormilado, y se giró hacia ella.

—¿Qué pasa, mami? —preguntó, su voz grave y baja por el sueño—. ¿Estás bien?

—Estoy bien... —respondió Kenia, con una pequeña sonrisa—. Pero tengo un antojo que no puedo quitarme de la cabeza.

Iván, con los ojos entrecerrados y el cuerpo pesado por el sueño, se incorporó un poco, apoyándose en un codo.

—¿Qué necesitas, amor? Lo que sea, dime —dijo, sabiendo que cualquier cosa que Kenia pidiera, él se encargaría de que lo tuviera.

Kenia lo miró con esos ojos dulces que siempre lograban derretir a Iván.

—Quiero nieve. De vainilla... con chispas de chocolate. Por favor —dijo, casi en un susurro, como si supiera que lo estaba sacando de su descanso pero incapaz de resistirse al antojo.

Iván, todavía procesando lo que ella le pedía, tardó unos segundos en reaccionar. Luego soltó una pequeña risa.

—¿Nieve? Mami, son las cuatro de la mañana... —dijo, mirándola con ternura.

—Lo sé... pero no puedo sacarme el antojo. Por favor, Iván... —repitió Kenia, dándole esos ojitos que sabía que siempre funcionaban.

Iván la miró por un segundo, y aunque en su mente sabía que era una locura buscar nieve a esa hora, también sabía que no podía decirle que no. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera por ella, y si eso significaba mover cielo, mar y tierra para encontrar nieve de madrugada, entonces lo haría.

—Está bien, mami. Dame unos minutos —dijo Iván, besándola en la frente antes de levantarse de la cama.

Kenia lo miró con una mezcla de cariño y gratitud mientras él salía de la habitación. Sabía que Iván haría todo lo posible por cumplir con ese antojo, y eso la hacía sonreír aún más.

𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ━ Ivan Archivaldo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora