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Badiraguato 📍 Sábado, 5 de octubre del 2024 12:38 pm
Era de nuevo fin de semana, y ya estaba en pleno octubre. El tiempo pasaba volando y cada día que pasaba, Kenia sentía más cerca el día de su boda. Todo avanzaba a pasos agigantados: los preparativos, las decisiones, y la emoción que le recorría cada vez que pensaba en caminar hacia el altar junto a Iván.
La semana que había transcurrido había sido particularmente bonita, llena de momentos que se quedaban en su memoria. Había pasado casi todos los días al lado de Iván, algo que siempre le daba una sensación de calma y felicidad. Con él, el tiempo parecía detenerse, y los problemas que a menudo los rodeaban se disolvían en el aire.
Pero lo que realmente había hecho especial esos días fue el hecho de que finalmente conoció a las hijas de Ovidio. Eran un verdadero amor. Kenia se sorprendió de lo rápido que se había encariñado con ellas. Desde el primer momento en que las vio, algo dentro de ella se movió; eran dulces, llenas de energía, y se podía ver el reflejo de su padre en sus ojos.
Kenia recordaba cómo, al principio, estaba un poco nerviosa de conocerlas. Sabía lo importante que eran para Ovidio, y quería hacer una buena impresión, pero todo ese nerviosismo se esfumó en cuanto las niñas se le acercaron con esa inocencia característica.
—Tía Kenia, ¿puedes jugar con nosotras? —le había preguntado la más pequeña, con una sonrisa que no se podía resistir.
Kenia se había reído suavemente, asintiendo de inmediato. Pasó la tarde jugando y riendo con ellas, olvidándose por completo de los problemas que a veces se sentían tan pesados en su vida. Fue un respiro de aire fresco, y le recordó por qué había decidido formar parte de esta familia.
Esa noche, cuando Iván y Ovidio estaban afuera, Kenia se quedó con las niñas, leyéndoles cuentos antes de dormir. El sonido de sus risas llenaba la casa de una calidez especial. Mientras las veía quedarse dormidas, sintió algo profundo en su corazón. La idea de formar su propia familia con Iván comenzaba a tomar un lugar más real en su mente.
"Tal vez no sea tan mala idea tener un mini Iván después de todo", pensó Kenia para sí misma, sonriendo ante la idea.
A lo largo de la semana, Iván también había notado lo bien que Kenia se llevaba con las niñas, y en más de una ocasión la había mirado con una mezcla de ternura y admiración. Sabía que ella sería una madre increíble, y aunque no la presionaba, cada vez que hablaban de formar una familia, la idea le emocionaba.
Ahora, mientras Kenia pensaba en todo lo que había vivido esa semana, se sentía agradecida por los momentos simples y por las nuevas conexiones que estaba construyendo con la familia de Iván. Aunque su vida estaba llena de retos y peligros, también estaba llena de amor y apoyo, y eso era lo que realmente importaba.
Miró por la ventana, el aire de octubre soplando suavemente las hojas caídas. El día de la boda se acercaba, y aunque sabía que habría días difíciles por delante, en su corazón sentía que todo estaba exactamente donde debía estar.
