cami

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Camila sacudió los almohadones del sofá y los acomodó sobre un rincón, retrocediendo unos cuantos pasos para ver si lucia bien antes de continuar con los otros muebles. Encontró el abrigo negro de Gian sobre uno de ellos y no pudo evitar sonreír y suspirar al presionarlo contra su pecho, pero un pinchazo le tintincó el corazón cuando recordó lo sucedido con los espaguetis la noche anterior. Solo el hecho de pensar que algo negativo podría sucederle le atemorizaba de sobremanera. Abrió las ventanas de la sala para que el sol de la tarde ingresara con todas sus fuerzas y se relajo ante el pensamiento de que el gran día estaba a pocas horas de llegar.

Mañana; mañana sería el día especial.

Su preocupación fue reemplazada por la efervescente emoción y mientras tomaba uno de los adornos para limpiarlos, escuchó el sonido de la puerta abriendose. Su corazón se aceleró y se volteó con una radiante sonrisa, que se desvaneció de inmediato al ver a la muchacha que se encontraba frente a la puerta, colocándose unas gafas oscuras e ingresando a la sala como si se tratase de su propia casa.

- ¿Está mi novio? ¿No lo has visto?

Se acomodó el largo abrigo blanco, dejando caer su dorada melena y camila pudo sentir sus ojos mirándole a pesar de la oscuridad de sus gafas. Hizo una reverencia e intentó continuar pasando la franela alrededor del adorno.

- Buenas tardes,  Gian está en clases ahora.

- Mira tú, qué confianzas, aunque claro tienes su permiso para tutearlo, porque al fin y al cabo, crees que ya lo engatusaste y le atrapaste el billete, ¿no? Vamos, no tienes que fingir conmigo.

- No entiendo de qué habla...

- No entiendes de qué hablo? Vaya, cariño, aparte de regalada, eres lenta. Tú sí que das mucha lastima, deberias darte un vistazo.

El adorno cayó de sus manos y el aire se quedó acorralado en su garganta, incapaz de salir, mientras asimilaba las palabras y elevaba la mirada, encontrándose con los verdes ojos clavandose en los suyos con una expresion que no logró descifrar, pero que te estremeció hasta el último nervio de su cuerpo.

- ¿No me vas a decir nada? ¿No te importa lo que te digo? ¿No te importa un misero bledo lo que te digo? ¿Quién te crees que eres?

Recogió el adorno con rapidez y lo dejó sobre la mesa de vidrio, haciendo un intento por ignorar las palabras y quedarse callada. Su madre le repetia siempre que cuando una persona estaba enfadada, era mejor no decir nada y evitar poner más leña al fuego. Y eso era lo que sucedía, la muchacha estaba demasiado alterada y si le respondía, eso solo serviría para alteraria más, así que tomó la franela consigo y salió disparada hacia la cocina antes de que la situación empeorase, pero se amilanó al sentir sus rápidos pasos siguiendo los suyos.

- ¿A dónde crees que vas? ¿Me estás ignorando acaso?

Se detuvo y se giró hacia ella, intimidándose ante su imponente presencia que no hacia más que resaltarse con sus ojos centellcando de rabia, y abrió los labios para calmarta, pero la rubia soltó su bolso de un porrazo sobre la mesa.

- Soló échame un vistazo y luego mirate. ¿Quieres que te muestre qué cosas tiene una verdadera mujer que tú no tienes y nunca tendrás, eh?, ¿quieres que te diga qué cosas puedo darle a Gian que tú no? No sabes qué ridicula te ves intentando hacer el papel de mujer.

- Y tú no sabes lo mucho que la prefiero a ella, ni lo loco que me tiene.

Camila sintió que el corazón le dio un vuelco cuando la puerta de la cocina se abrió frente a ella y Gian se manifestó, ingresando con una media sonrisa desinteresada dibujada en sus labios.

Inocencia Pasional |giamila|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora