familia

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- ¿Es esto lo que haces cuando no estoy, eh, Gian? ¿Es esto por lo que has arruinado el contrato de tu vida y mandaste a la mierda  tu matrimonio?

El hombre hizo que sus dedos crujiesen contra la palma de su mano, sin retirar la vista ni un solo segundo de él, irguiéndose por completo junto a la puerta de ingreso. Su madre tosió y se aferró a la pared, todavía luchando por recuperar la respiración y su hermana lo siguió mirando con los ojos en blanco, empezando a asimilar la situación que tenía frente a frente.

Definitivamente, había llegado el momento.

Gian tomó un rápido respiro y su cuerpo respondió a la presión, tensándose, al igual que su pecho, que ahora bombeaba la sangre con una prisa semi alterada. Una expresión relajada se apoderó de su rostro, intentando así cubrir toda la presión que alborotaba su organismo.

- Ajá, es esto lo que hago y no le veo nada de malo. Es mi novia y tengo todo el derecho de besarla cuando se me venga en gana, ¿o no? Disculpa que no se los haya dicho antes, pero no creí que les interesara y tampoco creo que ahora lo haga.

Su padre se quedó inmóvil y continuó mirándolo con una expresión indescriptible.

- Tu novia -soltó, sin ningún sentimiento en su tono de voz, aun manteniendo esa tranquilidad que resultaba casi aterradora - ¿Se supone que debo reírme o qué mierda debo hacer, Gian?

- Es mi novia, mi chica, mi vida, la persona a la que amo y con la que pienso pasar el resto de mi vida.

Camila se estremeció y su rostro se colmó de terror vivo al enfrentar la realidad. Sus dedos apretaron el brazo de Gian con fuerza, aferrándose a su piel; su cuerpo enrojeció hasta el máximo punto y sus ojos apuntaron hacia las tres personas que se encontraban frente a ellos.

Te acabo de escuchar diciendo un sinfín de incoherencias y cuando he entrado, te he visto haciendo cosas... repugnantes, por lo que debo concluir que te gustan las empleadas

Gian arqueó una ceja, aunque la fría voz se clavó como un puñal dentro de su mente.

- Vamos, no me digas que te vas a poner moralista justo ahora, vos que sos el tipo que de menos moral debe hablar. Haces negocios sucios, compras acciones ilegalmente...

El hombre enrojeció con violencia y tras hacer graznar sus dientes, se impulsó hacia adelante con los dedos temblorosos extendidos, mientras Gian se preparaba para lo que vendría. Escuchó el grito de su hermana y apretó las mandíbulas, preparándose para detener el golpe que seguramente explotaría en su rostro. Sin embargo, los ojos se le salieron de las órbitas al ver cómo ambas manos nerviosas se prendían del cabello de camila y tiraban de ella con furia, arrastrándola hasta lograr sacudirlo contra la sólida pared.

- corruptora de familias! ¡Uno que te da un techo y dinero para que sobrevivas y así es como lo pagas! Lo pagas enredando a mi hijo en tus redes de porquería en mi propia casa, ¿¡eh!?

- ¡¿Y todavía te atreves a vernos la cara de imbéciles?! ¡¿No tienes ni un poco de vergüenza?! ¿Sabes con quién te has metido? ¡Te me largas, te quiero fuera de acá ahora mismo!

La sacudió con fuerza y estuvo al borde de tomarla del cabello nuevamente cuando un brazo lo detuvo y un puño reventó contra su barbilla. No tardó nada en encontrarse con los ojos enrojecidos y atolondrados de Gian, que lo miraban fijamente, ardiendo en llamas.

- ¡No vuelvas a colocar un dedo sobre ella ni a hablarle de ese modo, porque no te lo voy a permitir! -sostuvo a camila con un brazo y la aferró a su cuerpo, sintiéndolo romper en sollozos y temblores, apretando los labios - Si te atreves a volver a tocarla, me olvidaré completamente de quién eres y me vas a conocer.

Inocencia Pasional |giamila|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora