tarde (2/2)

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Camila hizo un sonido ahogado con la garganta y se alejó rápidamente de su cuerpo, moviendo sus ojos hacia los suyos en señal de desesperación. Su corazón se había parado por un segundo y ahora estaba dando millones de vueltas alrededor, presionándole el pecho y quitándole todo el color a su rostro. Gian desvió la mirada, rebuscando unas Ilaves en su bolsillo y entregándoselas con un intento de calma e indiferencia.

- Anda abriendo el auto, camila.

Vio que la chica asintió, hizo una reverencia y salió corriendo, perdiéndose entre el montón de gente, y finalmente se volvió hacia el capitán de deportes. El rostro de nico pasó por una especie de diez expresiones distintas antes de que abriera los labios.

- ¿Qué te pasa?

El chico colocó un semblante inexpresivo y se pasó la mano por la nuca, contrayendo la frente.

- Venía a comprar cosas... Ella trabaja en mi casa, ya viste antes, por eso vino conmigo.

Necesitaba quién me cargara las bolsas y las pusiera en el auto.

- Estaban de la mano...

- ¿De qué hablas? - Gian elevó una ceja, sin dejar de mirarlo.

- Cuando llegué, estaban tomados de la mano.

- Claro que no, deja de hablar estupideces, Nicolás.

Nico dejó caer la mandíbula con exageración, como si su equipo estuviese siendo goleado ante sus propios ojos y no pudiese creerselo. Se exaltó un poco, dándole una palmada en el hombro.

- ¿No te has dado cuenta? ¡Te estaba tomando de la mano, loco! Estaba agarradita de tu mano y con la cabeza recostada en tu hombro, todo acarameladita. ¿Cómo puedes dejar que haga eso?

- ¿Te fumaste algo anda mal en tu cabeza? No estábamos de esa forma.

- No me digas que...

Gian sintió que una corriente sacudía sus huesos y su cabeza.

- ¿Qué? ¿Qué no te diga qué?

El icono de fútbol se quedó sin decir nada un buen rato y luego sus músculos se suavizaron, soltó las bolsas y estalló en carcajadas, abriendo más sus grandes ojos.

- ¡Tu empleadita está flechada por vos! -se vaciló, dándole otros dos golpes en el hombro - No puedo creerlo, Gian, ¡tu empleada está enamorada de vos!

- que, mierda.

Que, mierda, de verdad.

El aire le volvió a los pulmones y su sangre empezó a circular por sus venas con normalidad otra vez, recobrando cada parte de su cuerpo. Sí que era estúpido; a pesar de que medía casi dos metros y corría como la mierda, su cerebro no iba tan rápido como sus piernas.

- Pues qué lástima, ¿no puedo hacer nada, no?

- No, solo no te le pegues mucho o la gente va a pensar otra cosa -recogió las bolsas del suelo, viéndole con ironía - Wow, Gianfranco Odoguardi, no puedo creer que estés tan bueno que hasta las empleadas caen.

Se siguió carcajeando a sus anchas, sacudiendo sus hombros, mientras se colocaba unas gafas negras y mostraba su fila de blancos dientes.

- Casi me había dado infarto. Pensé un montón de locuras, pero mejor no te las digo o me colgarás echó un vistazo a su reloj y se arregló la chaqueta - Es tarde, me voy, tengo que ir a comprar unas cosas y luego irme a entrenar en dos horas. ¿No vienes al partido? Vamos, Gian, no seas así, tú sabes que es importante. Puedes traer a tu nueva fanática si quieres, mientras más gente, mejor. Quién sabe y termina uniéndose al grupo de porristas.

Inocencia Pasional |giamila|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora