laberinto (2/2)

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- ¡Hagamos un brindis por la felicidad y el éxito!

Gian salió embalado de la cocina, vibrando ante los aplausos y las carcajadas que estallaban a su alrededor y hacían eco en su mente. Todos esos sonidos llegaban a tocar su oído, pero no los escuchaba realmente, sino que pasaban desapercibidos como algo lejano e irreal. No había nada real en ese momento; ni las lágrimas desperdigadas, ni su rostro ardiéndole y temblándole de exasperación, ni la sangre hirviéndole en las venas, ni todo lo que veía.

Nada, absolutamente nada.

Subió las escaleras con todo el impulso que pudo y entró a su dormitorio, rebuscando su maleta negra detrás de su escritorio y lanzándola al suelo. Abrió su armario de un solo golpe y empezó a sacar todo lo que veía con rapidez, metiéndolo en la maleta con las manos temblorosas y con el corazón latiéndole hasta reventar por milésima vez. Se detuvo en seco cuando sus ojos se clavaron en su cama y no pudo hacer más que asfixiar un bramido y salir hacia las escaleras con la maleta prendida en su mano izquierda, mientras las lágrimas seguían cayendo.

No quería pensar, no quería recordar, no quería respirar; respirar y pensar le dolía.

Los sonidos de más chillidos y aplausos aplastantes se colaron por su oído y comenzó a dar desesperados pasos hacia adelante. Necesitaba estar a solas lo más antes posible, necesitaba estar solo, alejado de todo y de todos. Cruzó el pasillo hacia el fondo de su casa con estremecedora velocidad y empujó la puerta de la biblioteca, quedándose tieso al hacerlo.

Frente a sus ojos se encontraban velas esparcidas por el suelo, globos de diferentes formas en todas las paredes, un pastel con un montón de velas sobre una mesa y un cartel con letras enormes y coloridas.

Feliz Cumpleaños, Gian.

El corazón se le despedazó otra vez y las agujas calientes siguieron clavándosele con saña hasta hacer reventar cada uno de los pedazos que sobraban y prenderlos en llamas. Soltó la maleta y se derrumbó sobre el suelo, apretando los dientes. No podía tolerar un segundo más de eso, no podía soportarlo más. Que alguien lo ayudase, por el amor de Dios, que alguien viniese y lo ayudase. Que no podía más y era incapaz de soportarlo, que no podía ni quería más, que alguien viniese.

Las lágrimas siguiendo cayendo y sus mandíbulas crujieron con desesperación, quedándose inmóvil durante los minutos siguientes con sus ojos clavados en su anillo, enterrando las uñas en el suelo, chirriando y clamando bajito. Quería gritar con toda su alma, llorar cada palabra que callaba, pero la voz se le atoraba y no podía hacer nada más que escuchar el sonido de la aguja de su reloj y mirar el anillo alrededor de su dedo índice. Ni siquiera fue consciente de cuánto tiempo pasó ahí, echado contra la pared con las lágrimas cayendo, hasta que escuchó unos gritos llamándole y se vio en la calle oscura y ruidosa, siendo rodeado de varias personas.

- El chofer los llevará al aeropuerto y otro los recogerá allá para llevarlos al departamento. Yo estaré viajando mañana para pasarlo juntos, ¿sí, cielo?

Sintió cómo era empujado hasta el automóvil, le cerraban la puerta contra el oído y el motor se ponía en marcha. Cada una de las mentiras que había mencionado hace un par de horas atrás apareció en su mente y solo pudo volver a oprimir los labios. ¿Qué había hecho? ¿Qué mierda había hecho? Le había roto el corazón a la única persona en el mundo que le había amado y a la única que amaba y amaría. Porque así como podía ser la persona más ridícula y afectiva del mundo entero, podía ser el hijo de puta más grande y eso es precisamente lo que había sido. Justamente cuando había pensado que podía verdaderamente ser feliz y había vuelto a amar con toda su alma, tenía que suceder todo eso.

Hace veinticuatro horas atrás, había estado dispuesto a decirlo todo y enfrentarse contra el mundo entero para defender su felicidad ahora se encontraba ahí, mirando la noche a través de la ventana, haciéndose mierda poco a poco.

Recordó el rostro frívolo de su padre esa misma mañana; sus ojos astutos y sagaces analizándole con una seriedad, decisión y rudeza que no había visto nunca antes.

¿Y qué me importa si amas a otra persona? El amor es una bobería, no existe. Tú mismo lo verás después. Sirve para divertirse un momento, pero no es nada del otro mundo, nada que no se pueda olvidar. Así que hazme el favor y no me insistas más con ese tema, ¿o acaso quieres que empiece a averiguar quién es? Tú me conoces y sabes hasta dónde puedo llegar para conseguir lo que quiero y lo que quiero ahora es verte casado y lo haré. No me gustan los impedimentos que se interponen en los planes que veo para mis hijos, así que quien quiera que sea la persona que dices amar, lo veré así, como un obstáculo, un enemigo más, una piedra en mi camino que haré de todo por eliminar, ¿entiendes? Tú me conoces y sabes de qué estoy hablando. No tienes quince años, Gianfranco Odoguardi, no intentes jugar el papel de un adolescente que conseguirá lo que quiere haciendo rebeldías estúpidas. Al contrario, sabes perfectamente que cualquiera de tus rebeldías tendrá consecuencias de las que no podrás escapar ni marchándote de esta casa como dices que quieres hacer ni haciéndote el sordo o el idiota. Te estoy dando una última oportunidad y espero que lo comprendas y no hagas las cosas más complicadas por el bien de todos.

No, no iba a permitir que camila fuese herida de ninguna forma, no iba a permitir que los ojos astutos de su padre se enfocasen en ella de ninguna manera. Preferiría mil veces sacrificarlo todo y hundirse él antes que verla involucrado en el odio, avaricia e insensibilidad de su familia.

La lluvia siguió cayendo y sus lágrimas volvieron a ceder.

Había sido un idiota, un maldito e ingenuo idiota. ¿Cómo pudo llegar a creer que alguien como él podía conocer alguna vez la felicidad? ¿Cómo pudo creer que iba a vivir tranquilo y que el dolor iba a ceder? Cuando uno nace cagado, nace cagado y de eso no hay nada ni nadie que te libre. De la mierda, del destino, del karma, de eso nadie te salva. Cuando estás hecho para la mierda, esta te seguirá y te atrapará y ahora no le quedaba ninguna duda sobre eso.

Quizá, después de todo, Manuel y su hermana tenían razón: él estaba maldito y todo el que lo conocía, terminaba odiándolo y camila no tenía por qué ser la excepción.

Gian... ¿nosotros estamos en una relación?

Los recuerdos le golpearon y su pecho se estremeció, haciéndolo retemblar de la desesperación. Era como si algo le estuviese escociendo en el cuerpo y no le dejase ni respirar. A pesar de que inhalaba e inhalaba, ningún aire llegaba a sus pulmones.

- Me sorprendió mucho todo lo que dijiste allá en la reunión, pero no te he creído ni una sola palabra. ¿Cómo que me amas y soy la única para ti? Eso ni tú te lo crees, pero creo que el resto sí se lo tragó. Deberías dedicarte a la actuación, te iría bien.

La voz traspasó su oído, pero sonaba igual de distante que el ruido del motor del vehiculo.

Yo... yo solo tengo ojos para ti y para nadie más, Gian.

¿Cómo iba a poder vivir sin ella? ¿Cómo carajos puede alguien vivir sin aire? Porque si alguien podía, que viniese y le explicase. ¿Cómo se podía vivir sin lo que más se amaba en el mundo?

¿Cómo? ¡¿Cómo?! ¡Que viniesen y le dijesen cómo!

Porque es así como amaba a camila, la amaba tanto que dolía y le quemaba por dentro.

Inocencia Pasional |giamila|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora