CAPÍTULO 1

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—¡No pienso estar ahí con esa impresentable, Heng! —masculla Sarocha Chankimha, la escritora estrella de Chapter editorial.

La escritora está comiendo en un restaurante absurdamente caro con su editor y viejo amigo, Heng Asavaraing. Sarocha sabía que se trataba de una artimaña en el momento que supo el lugar de la reunión. Está molesta, a sus treinta y cinco años no le gusta que la tomen por tonta, y mucho menos que intenten obligarla a asistir a una presentación con el nuevo éxito de la editorial; Rebecca Armstrong. Cada vez que escucha su nombre, a Sarocha le entran escalofríos.

—Sarocha, cariño, tienes que ser más flexible. ¿Es que no recuerdas tus inicios? —pregunta Heng con actitud apaciguadora.

—Ella no me necesita, Heng. Su libro ha alcanzado el top tres de ventas en el país.

—Todos necesitamos apoyo cuando comenzamos. Tú lo tuviste, recuerdo todas las firmas y eventos en los que estuviste acompañada de varios escritores de éxito. Ahora tú eres una autora consagrada, todos te conocen y sigues vendiendo como siempre. Además, piénsalo, puedes ganar más lectores si vais juntas —aplaude eufórico el editor.

—¿Ganar más lectores? Heng, yo escribo romance, amor, historias que te hacen suspirar. Esa chica escribe pornografía —escupe Sarocha con cara de espanto.

La tensión se puede cortar con un cuchillo. Ambos se miran intentando no seguir con esa discusión absurda. Sarocha sabe que debe apoyar a la nueva generación de su editorial, pero se niega a dar su brazo a torcer tan fácilmente. En la prensa dicen que Rebecca es su relevo y a ella al principio le daba igual, pero las ventas se dispararon tanto que empezó a pensar que podía ser cierto. Así que comenzó a leer sus libros y la diferencia entre ellas es abismal, es imposible que esa chica pueda pasar por encima de su carrera y sus logros. Heng lleva casi toda su vida en el mundillo y conoce muy bien todas las estrategias de marketing para ganar lectores, y tiene claro que unir a dos escritoras tan buenas, es un éxito asegurado.

—Reconoce que te has puesto cachonda leyendo los libros de Rebecca, sobre todo el último, madre mía, incluso yo me puse cerdo, y eso que a mí las relaciones heterosexuales me dan repelús —suelta Heng de repente.

Sarocha lo mira y arruga la nariz, no quiere reconocerlo, pero, finalmente, acaba cediendo ante la cara de expectación de su amigo.

—¡Joder! No sabes la de veces que el succionador se me quedó sin batería en medio de la lectura —dice Sarocha soltando una carcajada que es seguida por Heng. Ahora están más relajados.

—Cariño, sabes que tienes que acompañarla, ¿verdad? No quiero que te sientas obligada, y esto te lo digo ya como amigo, a ti te vendrá genial y ella no se sentirá sola. La editorial estará contenta y así todos ganamos —le explica el editor mientras le coge la mano.

—Lo sé, sé que tienes razón. Iré, pero me sigue tocando la moral, Rebecca y yo no tenemos nada que ver, somos el cielo y la tierra editorialmente hablando. Venga, cambiemos ya el tema. ¿Qué tal está tu marido?

—Como siempre —suspira y se acomoda en el respaldo de la silla

—. Con sus guardias interminables. Desde que lo ascendieron a jefe de cirugía casi no para en casa. Apenas nos vemos entre eso y mi trabajo, aunque me dijo que iríamos al chalet de la sierra el mes que viene, pero no sé, el último viaje lo canceló. En otro momento hablamos de esto, que hay tela que cortar. ¿Tu hijo, cómo está?

—Con el listo de mi ex. Si algo bueno salió de esa relación fue Song. Va muy bien en la universidad y la convivencia con su padre parece que es buena, ¿y cómo no va a serlo? —Sarocha pone los ojos en blanco—, si pasa de mi hijo, solo le da dinero y tiene contratada a una chica que le hace la comida y limpia la casa. Ahora aprovecho que he venido hasta Madrid para verlo, lo echo mucho de menos — confiesa Sarocha entristecida.

—Es normal que te sientas así, pero te aseguro que está mejor aquí en la capital que allí en Toledo contigo. Tú estás en tu santuario haciendo lo que más te gusta y Song aquí tiene buenos amigos, vida social y está muy centrado en su carrera. Has hecho muy buen trabajo con él —afirma Heng con una sonrisa en los labios.

—¿Y tú cómo sabes tantas cosas de Song? —pregunta sorprendida la escritora.

—Te conté que le he encargado algunos trabajos pequeños, es muy bueno en lo suyo, cuando acabe la carrera podría entrar en la editorial diseñando las portadas y maquetando. Alguna vez hemos hablado y me ha contado que está muy contento de estar en la ciudad. Bueno, Sar, debería irme ya, tengo una reunión en la otra punta de Madrid

—le dice Heng mientras levanta la mano para pedir la cuenta.

—Espero que vuelvas a traerme aquí la próxima vez que quieras invitarme a comer, la carne estaba exquisita, sin duda vale cada euro que vas a pagar —sonríe complacida Sarocha.

—Eres una cabrona, pediste lo más caro solo para joderme.

—La próxima vez piénsalo bien antes de intentar engatusar a Sarocha Chankimha con tus artimañas.

—Al menos ha funcionado —murmura el editor con una sonrisa cuando se dirigen a la puerta.

Sarocha lo mira con ganas de matarlo, sabe que no le queda otra, pero no le gusta ni un poco tener que estar en un evento en el que la protagonista no será ella, sino una escritora que parece que se ha propuesto mojar las bragas de todas las mujeres que la leen.

Palabras en Disputa (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora