Cuatro días después
Rebecca y Sarocha vuelven a esa cómoda rutina que habían instaurado. Una escribe un capítulo, la otra lo lee y cuando acaba, comienza a teclear el siguiente. Llevan un buen ritmo y se sienten eufóricas. No son las únicas, Heng las felicita cada noche cuando ellas le envían el avance de su trabajo.
Hoy, sin embargo, están colapsadas. En los últimos días, han intentado recuperar el tiempo perdido y apenas se han levantado de la silla. Han escrito, leído y corregido hasta llegar a un nivel de cansancio mental que no les permite continuar.
—Necesito salir de aquí —dice de repente Sarocha, quitándose las gafas y pasándose los dedos por los ojos—, estoy agotada.
—Yo también, ¿qué te parece si damos un paseo hasta el pueblo?
—pregunta Rebecca estirando los músculos que siente entumecidos.
—Voy a cambiarme de ropa y salimos, podemos permitirnos la tarde libre. Hemos avanzado bastante y tenemos dos capítulos que enviarle a Heng esta noche —dice Sarocha, que se levanta y cierra el portátil con rapidez como si de ahí pudiese salir un monstruo.
—A mí dame unos minutos extra, necesito una ducha urgente — pide Rebecca y levanta los brazos para oler sus axilas. Por la cara que ha puesto, está claro que apesta.
—Serás cerda —Sarocha suelta una carcajada que a Rebecca le suena a melodía—. Venga, no tardes.
Ambas se dirigen a la escalera que lleva a la planta de arriba para que una entre a la habitación y la otra al cuarto de baño. Veinte minutos después, Sarocha está cerrando, tras de sí, la puerta principal de la casa y las dos se encaminan hacia el centro del pueblo. Si se les ve desde fuera, parece que van a una cita romántica. Están vestidas de manera sencilla, pero han cuidado ciertos detalles que hacen denotar que, quizá, cada una se ha vestido con la intención de agradar a la otra.
Deciden parar en una panadería que, al parecer, tiene buena fama en Vinuesa. Según les dijo Heng, hacen el mejor café de la zona y la bollería casera está para chuparse los dedos. Así que, sintiendo esa necesidad imperiosa de meter azúcar en sus cuerpos, van directas al local y, al llegar, ocupan una mesa que se encuentra en una esquina que les ofrece bastante privacidad.
—Hola, ¿sabéis lo que vais a pedir? —saluda una camarera que parece muy joven y es, tremendamente atractiva.
—¿Qué nos recomiendas? —pregunta Rebecca de forma amable
—, nos han dicho que aquí todo está muy bueno.
Sarocha se tensa. Cuando la trabajadora se ha acercado a la mesa, la mayor de las escritoras ha notado como la chica ha clavado su mirada en Rebecca. Le molesta la lascivia con que la observa, pero más le hierve la sangre con el comentario de Rebecca, porque sabe muy bien que ha ido con doble sentido.
—La verdad es que sí —contesta la camarera que a Sarocha le parece una buscona—. Sobre todo los bollos, están buenísimos.
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Palabras en Disputa (Freenbecky)
FanfictionSarocha Chankimha ha forjado una sólida trayectoria en el mundo editorial, destacándose por su humildad y sentido común. Por otro lado, Rebecca Armstrong es la escritora del momento, pero su descomunal ego no pasa desapercibido. Ambas se cruzan en u...