CAPÍTULO 21

256 48 2
                                    

—Joder, esto era lo que necesitaba —dice Rebecca con los labios hinchados y abrazada al cuerpo de Sarocha. Ambas están sudadas después de pasar un buen rato follando como dos marsupiales.

—Necesito una ducha —responde Sarocha suspirando, aunque ella se considera fogosa en la cama, tener sexo con Rebecca es un deporte de alta competición.

—¿Quieres ducharte sola o puedo acompañarte? —pregunta la escritora emergente intentando sonar desinteresada para que no se noten las ganas que tiene de estar bajo el agua caliente con su compañera.

—Pero solo a ducharnos —la señala Sarocha con el dedo índice—, y con la condición de que me cuentes qué es lo que te ha pasado antes.

Rebecca tuerce el gesto, apenada. Ahora se siente infantil con ese ataque de celos que sintió cuando vio al estirado del exmarido de Sarocha.

—Fue un arrebato tonto. No le des importancia, tenía muchas ganas de volver a follar contigo, pero cuando he visto a Sant he sentido que mi oportunidad se esfumaba —confiesa con las mejillas rojas, en parte por la vergüenza y por la agitación que ha tenido hace unos momentos.

Sarocha sonríe abiertamente, está halagada porque Rebecca se sienta atraída por ella y tiene claro que el sentimiento es mutuo. La escritora toledana ya no puede ocultar que la chica le parece preciosa y que hasta ese carácter tan insoportable que a veces tiene, le resulta atractivo.

Ambas entran en la ducha y, aunque les cuesta controlarse, logran salir de ella, vestirse con algo cómodo y bajar al salón para tomar una copa de vino como ha propuesto Rebecca y así hablar con tranquilidad sobre lo que ocurre entre ellas. Tienen que ser adultas y dejarse de tanta tontería.

—Gracias —dice Sarocha cuando Rebecca le ofrece la bebida, le encanta que la chica sea tan atenta—. ¿Cómo lo vamos a hacer?

—¿Hacer qué? —pregunta Rebecca frunciendo el ceño, por un momento se ha perdido en los ojos de la escritora veterana y no entiende la pregunta.

—No nos puede volver a pasar lo de hace unos días. Nos hemos vuelto a acostar y tenemos que definir qué haremos ahora —explica Sarocha y toma un trago de su copa de vino. Pensar en el momento que acaban de pasar en el baño, le acelera la respiración.

—Yo quiero seguir follando contigo —responde Rebecca, quizá, con demasiada rapidez—. Podemos seguir escribiendo mientras nos lo pasamos bien.

Sarocha ha tenido tiempo de pensar en eso mientras se vestía. Confiesa que le atrae su compañera, pero tiene bastante claro que con la escritora porno solo puede pasar un buen rato mientras estén encerradas en esa casa de Vinuesa.

—Esto se acaba cuando terminemos de escribir el libro —decide Sarocha. Para Rebecca, esa respuesta es como sentir cien cuchillos atravesándole el pecho, pero hace ver que no le afecta.

—Me parece bien —contesta sin mirarle a la cara.

—Entre nosotras no puede haber nada más, somos demasiado incompatibles —continúa explicando Sarocha sin darse cuenta del dolor que le está causando a Rebecca—. Yo tengo que centrarme en mi hijo ahora mismo y tú en cuidar tu carrera. No querrás dejar de acostarte con todas las que te siguen, ¿no?

Palabras en Disputa (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora