CAPÍTULO 2

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—¡Joder, Rebecca! Ya quisiera tener yo ese cuerpazo —exclama Iring, una de las mejores amigas de Rebecca Armstrong, la escritora estrella del momento.

Es en casa de Rebecca donde están reunidas el grupo de Las lelas, como se hacen llamar las tres amigas que lo forman. Después de pasearse por cuatro centros comerciales y recorrer medio Madrid, Rebecca hace un pase de modelos en la habitación porque aún no ha decidido lo que va a llevar puesto para la presentación de su segundo libro. Está muy ilusionada, no siempre ha tenido mucha fe en ella misma, pero el éxito que están creando sus novelas, es más de lo que jamás había imaginado.

Después de graduarse como periodista en la Universidad Complutense de Madrid, tuvo un bloqueo profesional y no estaba segura de lo que quería. Así que viajó a Italia, de donde son sus padres, y se recluyó durante meses en la casa familiar. Un día, de repente, su vena más creativa salió a flote y empezó a escribir una historia romántica con un punto de erotismo que hasta a ella misma le costaba teclear sin que le temblasen las piernas y se le acelerase el pulso. Decidió saltar al vacío y autopublicó su novela, que para su sorpresa, no solo empezó a venderse muy bien, sino que quedó finalista en un conocido concurso literario. A raíz de eso, varias editoriales se pusieron en contacto con ella y ¿para qué mentir? Se quedó con la que mejores beneficios le ofrecía. Ahora su segundo libro está en el top ventas y es momento de iniciar la gira de presentación. Tiene ganas de seguir petándolo y vivir ese placer de estar en la palestra, rodeada de gente que la admira y aplaude su trabajo.

—Este es el que mejor te queda, Rebecca —comenta Yuki, la tercera integrante del grupo.

—¿Tú crees? ¿No es muy soso? A mí me parece que le falta un poco de escote —rezonga la escritora mientras se mira en el espejo.

—Tú lo que quieres es que se te vean las tetas y poder llevarte a alguna de las lectoras que acudan a la presentación a la cama, guarra

—dice Iring.

—O más de una —interviene Yuki—, que la última vez te fuiste con dos. No sé cómo lo haces, de verdad. No sé si envidiarte o idolatrarte.

—Todas quieren un poquito de Rebecca —explica chula la escritora—. Yo creo que, con el pantalón negro, esta camisa que tiene algo de escote y la americana blanca, me vería bien, ni demasiado seria ni muy fresca —concluye satisfecha, dando un giro de trescientos sesenta grados como si ya tuviese la ropa puesta.

Una vez resuelto el conflicto de la vestimenta, las tres amigas cenan y ven una película. Rebecca no está del todo centrada, aunque no lo exprese, tiene muchos nervios. Heng, su editor, le explicó que Sarocha Chankimha la acompañaría en la presentación. Ha leído algunos de sus libros, para ella son una pastelada, pero se venden como churros. Mañana la conocerá y le pondrá cara, aunque a Rebecca poco le interesa hacer nuevas amigas, ella solita ha conseguido un gran éxito y no necesita el respaldo de alguien que escribe novelas cursis.

—No sé por qué tiene que venir —dice frustrada, deteniendo la película ante la cara de circunstancias de sus amigas.

—¿Venir quién? —pregunta Iring sin entender nada.

—Sarocha Chankimha. Es un acto para mi libro, su presencia sobra —se queja Rebecca.

La gira de presentación de su segunda novela —la primera con la editorial— comenzó en Barcelona. Hasta llegar al acto de mañana en Madrid, Rebecca ya ha pasado por siete ciudades españolas donde no ha necesitado a nadie para llenar las librerías en las que se celebraban los actos, por eso le cuesta entender que, ahora que llega a Madrid, la ciudad donde vive, Sarocha deba estar presente.

—Pero si es una escritora fabulosa, a mí me encantan sus novelas

—declara Yuki con los ojos muy abiertos.

—¿Te encantan? Son aburridísimas —bufa Rebecca—. Sus romances no tienen chispa, todavía no he leído una sola escena de cama en ninguno de sus libros.

—Pero los has leído —la chincha Iring.

—Haya paz —interviene Yuki—, tenéis estilos diferentes, nada más. Yo creo que su presencia sí que te conviene. No entiendo mucho de marketing, pero que una autora de su calibre te acompañe, da a entender que considera que vales tanto como ella, te dará caché.

—Eso es verdad —la apoya Iring—, y es posible que muchas de sus seguidoras que ni siquiera te conocen, acudan para verla a ella y acaben comprando tu libro. La que sale ganando ahí; eres tú.

—¿Por qué no van a conocerme? —se queja Rebecca.

—Deja de pensar que eres una diosa y pon la película de una vez

—dice Yuki dándole un empujón suave en el hombro.

Rebecca se ríe y reanuda la película. Es consciente de que se le han subido un poco los humos, o quizá bastante. Lo que muchos autores buscan con empeño y gran esfuerzo durante años, a ella le ha llegado prácticamente sin buscarlo y todavía flota en una nube de la que no le apetece bajar.

Palabras en Disputa (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora