CAPÍTULO 19

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Tres días más tarde

—¿Qué te dijo? —pregunta Rebecca nerviosa, Heng acaba de llamar a Sarocha para reclamarle unos capítulos de la historia que ambas escriben.

Desde que se acostaron, esa organización que tenían y ese ritmo de trabajo tan bueno que llevaban, acabó convirtiéndose en tensión y demasiados silencios incómodos. Desde hace días nada fluye entre ellas más que esas ganas que tienen las dos de devorarse, aunque ninguna diga nada.

Han escrito apenas dos capítulos y están atascadas, tienen toda la trama montada, pero ninguna tiene la concentración necesaria para escribir más de cincuenta palabras. Cada noche, enviaban al editor que las representa, buen material para mantenerlo contento y también a la editorial. Pero de eso solo queda el recuerdo y Heng lleva tres días sin recibir lo que pide.

—Me ha preguntado si ocurre algo. De repente hemos desaparecido sin ninguna explicación y está preocupado —contesta Sarocha con la voz hueca.

—¿Y tú qué le has dicho? Vamos muy adelantadas como para que se cabree —pregunta Rebecca a la vez que frunce el ceño intentando hacer cuentas mentales del porcentaje que ya llevan escrito.

—Nadie ha dicho que se haya cabreado —dice Sarocha en tono borde—, solo que sabe el tipo de relación que tú y yo tenemos y teme que hayamos vuelto a discutir.

—¿Le has dicho que hemos follado?

A Sarocha se le resbala el teléfono móvil de la mano al escuchar esa palabra tan vulgar de la boca de su compañera. Su cerebro ha decidido actuar por libre y recuerda en bucle como Rebecca le pedía una y otra vez que la follara la otra noche. Coge el aparato del suelo e intenta recomponerse.

—No, le he dicho que con el cambio de clima hemos pillado un resfriado leve y estamos tomándonoslo con calma porque sabemos que aún tenemos semanas para avanzar. Se ha quedado más tranquilo, pero esta mentira no se sostendrá por mucho tiempo —le cuenta Sarocha, que se mueve de un sitio hacia otro haciendo cosas sin mucho sentido para no tener que mirar a Rebecca mientras habla. Tiene miedo de que la escritora emergente le note en la mirada la excitación que le cuesta contener.

—¿Qué te parece si damos un paseo a ver si nos despejamos? — responde Rebecca, que lleva tres días intentando retomar la relación con Sarocha.

—No me apetece —responde parca en palabras.

—¿Y si preparo algo para merendar? Las tortitas de arándanos te gustaron mucho —insiste Rebecca.

—No. Me voy a subir a la habitación a descansar un rato, me duele la cabeza —responde la escritora toledana girando sobre sus talones y desapareciendo del salón sin darle tiempo a su compañera a contestarle.

Rebecca se queda muy quieta en el sofá. Siente tantas cosas a la vez que no es capaz de definir esos sentimientos. Lo ha intentado todo, pero nada parece funcionar, Sarocha se niega a hablar con ella de cualquier tema. De repente le sube un ardor hasta el pecho y se enfada mucho porque ve desproporcionado el trato que está recibiendo de parte de la otra escritora. Fue Sarocha la que se lanzó a sus labios hace varias noches y desencadenó toda la pasión que vivieron durante horas. Ahora no entiende por qué su actitud es tan fría y desconsiderada, ni siquiera prueba los manjares que la escritora de Apellidos britanicos cocina cada día. Sarocha se excusa diciendo que no tiene hambre, pero después descubre que se ha hecho un sándwich o un Cola Cao.

Palabras en Disputa (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora