CAPÍTULO 14

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—¡Que me voy de aquí, Heng! No puedo estar ni un minuto más en este pueblo perdido de la mano de Dios con esa impresentable —grita Sarocha por teléfono a su editor. Aún está muy nerviosa, no solo por la discusión que ha tenido con Rebecca, sino por lo que ha sentido al ver a la escritora gimiéndole a otra mujer.

—A ver, Sarocha, cariño, respira. No entiendo nada de lo que me dices, ¿me puedes explicar lo que ha ocurrido? —pregunta Heng, que lleva escuchando gritos desde que ha contestado la llamada.

—No puedo más, Heng. Es una guarra, no tiene el más mínimo respeto —brama mientras camina tan rápido que parece que huye de un animal salvaje. Ha salido de la casa en dirección al pueblo. Se sentía asfixiada.

—Si no me explicas qué ha hecho Rebecca, no puedo ni entender ni hacer nada al respecto —dice Heng intentando calmar la ansiedad que empieza a subirle por el pecho. Este tipo de situaciones lo hacen sentir incómodo pese a que es parte de su trabajo. Lidiar con las batallas de los escritores a los que representa.

—Que ha metido a una puta en casa para follársela, Heng. ¡En nuestra cama! —explica cada vez más nerviosa, con la respiración entrecortada por el disgusto y por la media maratón que parece estar corriendo.

—¿Rebecca ha contratado los servicios de una prostituta? — pregunta Heng. Sarocha no puede verlo, pero el editor ha abierto tanto los ojos, que parece que se le saldrán de la cara.

—No. No lo sé. No lo creo —contesta frases confusas.

—A ver, ¿puedes intentar calmarte? Me cuesta entenderte, jamás te he visto en este estado.

Sarocha Chankimha afloja un poco el paso e intenta respirar. El aire le entra poco a poco y ella siente que se va a asfixiar. No para de recordar la imagen de Rebecca con las piernas abiertas y la cabeza un poco hacia atrás, gimiendo con cara de placer absoluto. Ha sentido tal punzada en el pecho, que le cuesta reconocer que es una de las situaciones que más le han afectado en la vida. Ni siquiera cuando su matrimonio con Sant se empezó a desmoronar, se sentía tan mal como ahora.

—Sarocha, ¿sigues ahí? Me estás asustando —habla Heng, que teme que la escritora toledana se haya desmayado de repente.

—Sí, sí —contesta a la vez que suelta un suspiro tan fuerte y quejumbroso, que Heng tiene que alejarse el móvil de la oreja para que no le deje sordo.

—Vale, ¿dónde estás, cariño? —Heng quiere localizarla, teme que haya tomado la decisión radical de volver a Toledo.

Sarocha mira a su alrededor, ha salido tan deprisa que ni se ha fijado en el camino que ha cogido. La zona donde está ubicada la casa que comparte con Rebecca, no está muy lejos del pueblo y, prácticamente, es caminar todo recto para llegar al centro de Vinuesa. Pero una vez allí, ella ha comenzado a girar por diferentes calles y no tiene la más remota idea de dónde se encuentra.

—Pues, no lo sé —responde Sarocha buscando algún cartel que la ayude a desvelar su ubicación.

—Por favor, entra al programa de mensajería y envíame tu ubicación. Así puedo saber dónde estás —pide el editor, temiendo que Sarocha se niegue a hacerlo.

Palabras en Disputa (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora