CAPÍTULO 12

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Sarocha y Rebecca ya llevan dos semanas aisladas en esa casa de Vinuesa y sorprendentemente, todavía no se han matado. Los dardos envenenados siguen volando en todas las direcciones y a cada oportunidad que tienen, sin embargo, en lo que se refiere a la convivencia, la cosa ha mejorado. Rebecca ya no utiliza los tapones para dormir, se ha acostumbrado a esos ronquidos de Sarocha como si formasen parte de su sueño, y Sarocha ya no pone esa barrera de cojines entre las dos que les resta tanto espacio, ni le importa despertarse cada mañana con el brazo o la pierna de Rebecca sobre su cuerpo, simplemente la aparta y sale de la cama. Parece que han aprendido a amoldarse a las manías y costumbres de la otra y, de algún modo, aunque sea casi inconsciente, se soportan cada vez más y son bastantes los momentos en los que se descubren charlando sobre ellas como hicieron el primer día, por lo que, por mucho que les cueste aceptarlo, su relación es mucho más cordial.

En cuanto a la escritura se refiere, la cosa fluye de un modo sorprendente. Desde que prepararon la trama, se han repartido las tareas y escriben los capítulos según lo que mejor se le da a cada una. Heng está encantado con los borradores que le pasan. Cuanto más lee, más convencido está de que ha sido un acierto fusionar la mente de las dos escritoras y así se lo hace saber en sus correos, asegurando que el libro tendrá el éxito asegurado.

Rebecca, por su parte, está encantada. Gracias a los consejos de Sarocha y a su forma de trabajar, su bloqueo ha desaparecido por completo y sus dedos bailan sobre las teclas con la misma fluidez que lo hacían hace unos meses.

—¡Listo! —dice eufórica tras poner punto final al capítulo que acaba de escribir.

Mira el contador de palabras, 2304, y a eso ha de sumar las 1780 que Sarocha ha escrito antes que ella. Llevan un ritmo frenético, como cada día, y solo son las once de la mañana. De no ser porque hoy es el primer día que van a tener un pequeño descanso y ambas podrán recibir una visita, está segura de que al menos escribirían un capítulo más cada una.

—¿Ya lo tienes? Déjame leer —Sarocha aparece a su lado con una taza de té, dejando otra para Rebecca, que agradece con una sonrisa y se levanta de la silla para dejar sentar a la escritora, que se coloca las gafas y se centra en la pantalla, haciendo que su imagen le resulte a Rebecca cada vez más interesante y atrayente.

La lectura es otra acción que forma parte de su dinámica, cada vez que una escribe, la otra lee y opina. A veces añaden cosas y otras eliminan, siempre debatiendo y explicando los motivos.

—Bueno, ¿qué te parece? —se impacienta Rebecca, que se ha sentado a su lado, a lo mejor demasiado cerca.

Sarocha levanta la vista de la pantalla y la mira de soslayo.

—No he acabado, y no te pegues tanto, qué hace calor —ladra la escritora.

—¿No has acabado? Quizá deberías volver a graduarte las gafas.

—Mis gafas están perfectamente, y no están graduadas, solo son para ver de cerca. Y tardaría menos si escribieras capítulos más cortos.

—Dice la que el otro día escribió uno de casi tres mil — contraataca Rebecca.

Palabras en Disputa (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora