Sarocha Chankimha se despierta entumecida de pies a cabeza. Ayer, cuando regresó del pueblo a casa, se adentró directamente en el baño dispuesta a ducharse para irse a dormir. Tenía bastante claro que no iba a acostarse en esa cama del pecado. Aunque Rebecca hubiese cambiado las sábanas, habría que pegarle fuego al colchón para poder eliminar todo rastro de fluidos producto del sexo que la escritora tuvo ayer por la tarde. Una vez limpia, cogió varias sábanas del armario y bajó para tumbarse en el sofá, ignorando el olor tan exquisito que salía de la cocina. Rebecca estaba cocinando con mucho esmero una cena para las dos porque, a pesar de que creía que Sarocha había exagerado, asumía que había metido la pata llamando a Cecilia, esa chica que hacía el mejor cunnilingus que había recibido en su vida y que, además, no buscaba ningún compromiso sentimental, solo sexo, al igual que Rebecca. Sarocha pasó por su lado y se echó en el sofá, así que la escritora de Apellidos britanicos le sirvió un plato y se lo dejó dentro del microondas por si le entraba hambre más tarde. Antes había recibido la llamada de Heng, que le dejó muy claro que ni siquiera la mirara, Sarocha estaba tan enfadada, que era mejor dejarla en paz.
El sofá ha dejado echa polvo a Sarocha, le duele la espalda y le cuesta mover el cuello. Tiene un humor de perros y quiere darse una ducha con el agua hirviendo a ver si logra destensarse, pero solo se levanta cuando escucha a su compañera en la cocina haciendo su habitual café. No quiere tener que cruzarse con ella en el baño o entrar en la habitación mientras ella esté dentro.
—Buenos días —saluda Rebecca en cuanto ve que Sarocha se ha despertado.
Sarocha no contesta, no quiere ni verla, así que sube a la planta de arriba para coger ropa y darse una ducha justo cuando suena el timbre de la casa. Heng no mentía al decir que estaría allí a primera hora. Pero el editor y la desagradable de su compañera tendrán que esperar, ahora mismo, Sarocha no es persona.
—Hola, Heng, ¿qué tal estás? —saluda Rebecca al abrir la puerta de casa.
—Hola, bandida —sonríe Heng y le da dos besos—. La que has liado, guapa.
—Joder, te prometo que no sabía que se iba a poner así —contesta la joven escritora—, ¿quieres un café?
—Uno muy fuerte, por favor. ¿Dónde está, Sar? —pregunta Heng entre curioso y asustado al ver que su amiga no está por el salón.
—Tranquilo, se está duchando. Al final durmió en el sofá, ni cenó ni nada. Esta mañana, cuando he bajado a la cocina, he visto que el plato que había dejado en el microondas no estaba. Pero por lo visto se ha hecho un Colacao, porque mi comida estaba en la basura y en la encimera el sobre de chocolate —cuenta Rebecca mientras le sirve la taza de café a Heng.
—Esto no puede volver a pasar, Rebecca —ahora el editor se ha puesto serio—. Es verdad que yo también creo que Sarocha ha sacado las cosas de quicio —habla bajito, temeroso de que lo oiga la escritora toledana—, pero tener sexo en la cama en la que las dos dormís, es una falta de respeto. Lleváis buen ritmo con la novela, no os llevará demasiado tiempo acabarla, además, tú eres la más interesada, así que tienes que comportarte.
—Ya, Heng, lo sé. Te juro que no lo pensé. Creí que Sarocha tardaría más con su hijo y me daría tiempo de recoger la habitación y cambiar las sábanas. Pero llegó antes de lo previsto y fue un desastre
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Palabras en Disputa (Freenbecky)
FanfictionSarocha Chankimha ha forjado una sólida trayectoria en el mundo editorial, destacándose por su humildad y sentido común. Por otro lado, Rebecca Armstrong es la escritora del momento, pero su descomunal ego no pasa desapercibido. Ambas se cruzan en u...