CAPÍTULO 13

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A la una en punto, el timbre de la casa suena y Sarocha corre hacia la puerta emocionada. Sabe que se trata de Song porque le ha escrito un mensaje hace cinco minutos avisando de que ya llegaba. La escritora abre la puerta y se abraza a su hijo como si este acabase de volver de la guerra y ella fuese una madre desconsolada y aterrada ante la idea de no volver a verlo.

—No puedo respirar, mamá —balbucea Song rojo por la asfixia a la que lo somete su progenitora.

Rebecca, que acaba de salir de la habitación, observa la escena perpleja y se pregunta —una vez más— si es una egoísta por no querer tener hijos y anteponer sus propios intereses a los de cualquier criatura que te roba tu vida en cuanto respira por primera vez.

—Perdona, cariño —Sarocha libera a su hijo por fin—. ¿Te acuerdas de Rebecca?

—Sí, claro.

Song se acerca a ella y le estampa dos besos que Rebecca le devuelve con simpatía y, por primera vez, Sarocha Chankimha siente celos de su hijo.

—¿Nos vamos ya? —pregunta Song acariciándose el estómago

—. Estoy muerto de hambre.

—¿Quieres acompañarnos hasta que llegue tu familiar? —le pregunta Sarocha a Rebecca.

Esta le sonríe sorprendida por su amabilidad. Sarocha parpadea varias veces cuando se da cuenta del detalle que ha tenido, pero ya es tarde para echarse atrás.

—No, gracias, no creo que tarde en llegar. Pasadlo bien —declina la oferta la escritora con un guiño divertido hacia Song, que vuelve a crear esa sensación de celos en su madre.

—Me cae bien —dice Song una vez en la calle.

—No dirías lo mismo si tuvieras que aguantarla durante las veinticuatro horas del día —se espanta su madre.

Cuando llegan al restaurante donde Sarocha ha reservado por teléfono después de asegurarse de que era el mejor valorado de la zona, se queda mirando a su hijo con cierto nerviosismo.

—¿Qué pasa, mamá? —pregunta Song intrigado.

—Me ha llamado tu padre esta mañana —se lanza Sarocha—. Me ha contado que María dice que últimamente recibes visitas de un hombre mayor en casa. ¿Eso es verdad?

Por un instante, Song parece palidecer, pero enseguida esboza esa sonrisa encantadora con la que siempre engatusa a su madre y hace un aspaviento con la mano.

—¿En serio le hacéis caso a María? Esa mujer tiene cien años, mamá, a lo mejor habla del técnico del ascensor. Papá es el presidente de la comunidad y cada vez que viene a hacer la revisión, soy yo el que le acaba firmando el parte —explica tan tranquilo.

—¿Seguro, Song? No me mientas, cariño, si estás metido en algo raro me lo puedes contar.

Palabras en Disputa (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora