40. Un simple peón

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El primer golpe llegó, justo sobre sus costillas y yo sentí tanto placer cuando escuche una de ellas crujir con fuerza bajo el garrote de púas, mantenía una sonrisa  en los labios, el grito desgarrador del viejo enfermo que salió de su boca e hizo eco en las paredes desvencijadas del sótano fueron como  vítores de ánimo para mí.

Su camisa blanca bien cuidada comenzó a llenarse de manchas de sangre por las heridas provocadas por  las púas. La mirada del hombre recaía en mí sin poder creer que era lo que estaba pasando.

     —Jimin, ¿te crees con el poder de hacerme eso a mí? —rugió el hombre aún con una mueca de dolor en su rostro fulminándome  con la mirada.

Lo miré detenidamente, después  de todo lo que había soportado de él, me  sentía con todos los derechos habidos y por haber sobre su persona. Sonreí mientras caminaba hacia un lado para tomar otro de los instrumentos que Yoongi mantenía sobre la mesa, había un pesado mazo de metal, pasé mis dedos sobre su superficie fría de hierro y sonreí, era perfecto. Lo tomé entre mis manos bajo la atenta mirada de Yoongi y de Jungkook quien me veía con sus ojos bien abiertos.

     —Lo tengo —respondí caminando hacia él arrastrando detrás de mí el mazo de hierro fundido, a pasos lentos hasta posicionarme delante de él—. Desde niño viví aterrorizado por un hombre malvado que venía y me acechaba como un monstruo en las sombras. Me escondía bajo las sabanas con la esperanza de que al volver a ver ya no estuviera, pero siempre estaba.

Levanté el mazo y vi en sus ojos aquel temor nacer en ellos, así como solía pasarme a mí cuando lo veía aproximarse hacia  mí. Lo levanté alto sobre mi hombro y después con fuerza e ímpetu lo dejé caer sobre el otro lado de su pecho sobre las costillas que aun estaban sanas. Un grito desesperado de dolor volvió a invadir el lugar, pude oír claramente a Kookie sollozar.

     —Ji-jimin hijo de puta, mal agradecido de mierda —dijo a medias palabras que claramente logre entender.

Sonreí, posiblemente mi madre era una puta que abandono a su hijo, o una buena madre que perdió a su bebé, no lo sé, quizá jamás lo sabría.

     —¿Sabes que es lo bueno de ser el niño mas callado y solitario, ese que tiene pocos amigos y que es siempre visto como el más tranquilo? —Dije empujando con mis dedos sus costillas rotas, haciéndole gritar—. Siempre tenemos tiempo suficiente para planear nuestro golpe porque nadie nos observa con detenimiento ni se toman la molestia o el tiempo para analizarnos y observarnos. En mi caso, estaba solo pero alguien sí lo hizo.

Sonreí cuando mis ojos miraron fijamente a Min Yoongi detrás de mi víctima.  Él me devolvió una mirada impasible y podría decir que hasta un poco sorprendida.

     —Conseguir un aliado que haga el trabajo sucio por mí fue lo más fácil del mundo, sobre todo si te enteras que esa persona está obsesionada contigo —hablé mirando fijamente a Yoongi.

Yoongi me miró fijamente, podía casi ver que los engranajes de su cerebro trabajaban a mil por hora, quizá dándose cuenta en que posición realmente estaba jugando.

Sonreí con maldad.

     —Si Yoon, en mi tablero de ajedrez tú eres el peón y yo la Reina. ¿Quién es la marioneta Yoongi?

La respiración de Yoongi se volvió pesada.

Yo no era malo, yo amaba a mi familia, a mis amigos, amaba mi vida, amaba estudiar, a pesar de ser asediado por ese maldito desde que tenía uso de razón. Pero en mí guardaba esa esperanza de que un día podría cobrar venganza.

Tenía muy claro en mi interior que guardaba muy bien ese aspecto que consideraba  negativo en mi personalidad, ese que estaba  contiguo a mi conciencia y que no desaparecía por más que quisiera, lo mantuve  oculto y al acecho la mayor parte del tiempo, manifestándose solamente  cuando conocí a Min Yoongi, cuando él  llegaba a la mansión y me veía fijamente con aquellos profundos ojos oscuros que deseaban atravesarme.

La manera en que no despegaba su vista de mi y yo... ¡maldita sea! Era un joven, 15 años y sabía perfectamente lo que ese hombre mayor despertaba en mí. Y me repetía una y otra vez que no estaba bien, que era malo el sentimiento y a la vez mis malditos pensamientos intrusivos lograban confundirme.

Cada vez que me saludaba y yo lo ignoraba y luego Namjoon me regañaba, ahí me sentía  molesto lidiando con aquella  situación conflictiva en mi cabeza porque Min Yoongi solo me generaba emociones intensas.

¡Yo estaba enfermo Joder si lo estaba!

     —¡Ji-jimin, e-estas loco! —Gritó Jung con su rostro deformado por el dolor.

Yo sonreí,  lo estaba. Tenía que estarlo como para lograr vulnerar a un hombre mayor y trabajarlo a mi antojo...

Yoongi salió detrás de él de las sombras y se plantó frente a frente con el viejo quien abrió sus ojos como platos al verlo y reconocerlo.

     —¡Tú! ¡Todo el tiempo fuiste tú!

La sonrisa macabra en los labios de Min era espeluznante, tanto que Jungkook parecía a punto de desmayarse una vez más.

Me acerqué por detrás de él y me incliné ligeramente hasta poder hablarle al oído.

     —Mátalo Yoongi... Mátalo, Mátalo  Mátalo ahora. ¿Oyes mi voz? ¡Mátalo!

La mirada de Min se oscureció aún más, siempre lo hacía cuando mi voz lograba sobrepasar su subconsciente y alterarlo, tomarlo todo, manipularlo a mi antojo y gana. Delimitar su muro entre lo real y no irreal.

Así es, yo era la voz de su conciencia,  yo hablaba por él, yo decidía por él.

La maldad era parte de mi, me gustaba poner a prueba  el ejercicio del poder que tenía  sobre Min, la manera en que podía ordenar y adulterar su conciencia  para hacer que hiciera  daño a otros expresamente. Y  yo vivía disfrutando de ello además, de las fechorías ordenadas por mí.

No, nunca fui aquella pobre víctima que huía de él en la mansión,  jamás le tuve miedo a Min, es más, me excitaba el hecho de descubrir que podía manejar a las personas a mi antojo y gana, a Min sobre todo.

Podía doblegarlo, con cada mirada fría que le regalaba veía el anhelo en la suya, con cada gesto de desprecio hacia él veía el deseo en sus ojos, con cada gesto de dolor mío podía hacerle creer que tenía el control de todo. Me encantaba hacerle creer que me dominaba cuando era precisamente todo lo contrario.

¡Estúpido ingenuo!

Había encontrado a un enfermo como yo al cual podía utilizar a mi beneficio.

¿El Jimin joven inocente y asustadizo? Ese no existía cuando se trataba de Min Yoongi. Mis pensamientos intrusivos me lo gritaban con fuerza día con día:

"El no te hará nada malo Jimin"
Deseo que me lastime, deseo sentir su maldad, sus manos en mi cuello oh Dios ¿Cómo se sentirá?

"Al fin…, había dicho Min"
Sii, al fin podré acercarme y hacerle creer que yo soy vulnerable ante él.

"No sabía que sería la última vez que gritaría de felicidad"
La próxima vez deseo gritar de placer bajo el duro cuerpo del señor Min, mientras me corta el aire con sus dos grandes manos venosas.

"Nada importaba ahora  más que encontrar al demonio que habitaba adentro y sacarlo de una buena vez"
Sacarlo y dominarlo por completo, como una dulce y tierna marioneta.

Solté una carcajada al recordar todos aquellos pensamientos que Min me provocaba.

Había conocido la debilidad de Min Yoongi y esa era yo, había aprendido a que verme débil y vulnerable frente a sus ojos encendía en él aquel fuego que me encantaba nos consumiera a ambos.  ¿Cuántas veces  había disfrutado al ser poseído con furia por él? Perdí la cuenta. 

Jugar a ser la víctima me encantaba, me excitaba cuando me apretaba tan fuerte por el cuello, sabía que él amaba eso también.

Así fue como logré dominar a la bestia dentro de él, porque el demonio dentro de mí me lo pedía a gritos.

...

Lo que está en negrita son los pensamientos intrusivos que veníamos viendo de Jimin.  Como sabemos él padece de TOC trastorno obsesivo compulsivo, y uno de los síntomas más comunes son los pensamientos intrusivos.

❀𝔇𝔞𝔯𝔨   𝔒𝔟𝔰𝔢𝔰𝔰𝔦𝔬𝔫❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora