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Evan logra dominar la camioneta con un toque de magia y así puede conducir hasta el pueblo. Su primer destino es el mercado de cambio. El proceso no es sencillo: su acento francés, tan marcado, dificulta la comprensión de su inglés, pero, con paciencia y gestos, finalmente consigue convertir sus galeones en liras italianas.

Frente al mostrador, cuenta con cuidado sus cuatrocientos galeones. El cambista lo mira con curiosidad, y Evan sonríe de lado mientras se esfuerza por explicarse en inglés. Al final, logra hacer la conversión y se siente aliviado al ver las liras apiladas frente a él 2.400 para ser preciso. En su mente, agradece a Dora por los trescientos galeones adicionales que ha encontrado en una pequeña bolsa encantada en su bolsillo derecho. Sabe que fue ella porque solía hacerlo; le gustaba tomar prestadas sus camperas y dejarle mucho dinero en ellas, sabiendo que sus padres le daban una mesada más grande. Aun así, guarda un galeón, el único que queda, como un símbolo tangible de su hermana; lo único que conserva de ella es esa moneda.

Con sus recién adquiridos conocimientos de la economía local, Evan calcula que necesitarán alrededor de treinta galeones mensuales para mantenerse, siendo cuatrocientos galeones el gasto inicial debido a la compra de muebles.

Evan sonríe, satisfecho con su capacidad para adaptarse y negociar, pero el dolor en su pierna persiste. No le alcanza el dinero para comprar pociones de curación; eso no le importa tanto. Realmente quiere retribuirle algo a Barty, quiere ser útil y que Crouch no se preocupe tanto por el dinero. Así que decide dejar su dolor en segundo plano.

El viaje de vuelta es más arduo de lo que espera. Aunque la magia facilita el manejo de la camioneta, la incomodidad en su pierna vuelve cada movimiento más pesado. El vehículo va cargado con muebles reducidos y compras esenciales, pero al llegar, apenas puede abrir la puerta, dejar todo en el suelo y caer en el sillón, agotado.

-¡Barty!-llama, pero el silencio es su única respuesta. Evan suspira y cierra los ojos, buscando un breve descanso. Cuando los vuelve a abrir, la noche ya ha caído, y Barty aún no ha regresado.

Se levanta con dificultad, dispuesto a ordenar y limpiar. Quiere que esa casa, vieja y descuidada, comience a sentirse como un hogar. Con un movimiento de su varita, los muebles y las compras flotan, mientras él lanza encantamientos de limpieza en cada habitación. No soporta la acumulación de polvo.

Ha comprado una cama para cada uno, decidido a no permitir que la cercanía compartida anoche vuelva a repetirse.

[...]

Evan se relaja en el sillón, comiendo un tazón de cereal mientras lee el libro que ha adquirido esa misma tarde. La puerta se abre de repente, y su cuerpo se tensa por un instante, hasta que ve que es Barty.

-Ya estoy de vuelta -murmura Barty, cubierto de tierra, con cortes y moretones. Evan frunce el ceño.

-Te ves terrible, Junior -dice el rubio, con un deje de diversión en su voz- ¿Qué te pasó?

Barty se tira a su lado, en el incómodo sillón y suspira agotado.

-Conseguí vacas pero se escaparon y luego rodé colina abajo y luego caí al río y, y, y- mueve las manos, estresado.

Evan se sienta, abandona su sonrisa y se estira, intentando limpiar la tierra de la cara de Barty.

Crouch mira la mano de Rosier y luego lo mira a los ojos. El azul cielo de los ojos de Evan se mezclan con el verde venenoso de los ojos de Barty.

Together//RosekillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora