35.- El ritual de la Tierra y el Viento

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Las defensas de Fontaine resistían, pero la batalla estaba lejos de terminar. Los Fatui, liderados por sus heraldos más poderosos, continuaban su embestida, empujando a los guerreros de Natlan y los Caballeros de Favonius al límite. La batalla rugía en las afueras de la ciudad, pero en el palacio, algo mucho más importante estaba a punto de suceder.

Dentro de la cámara del Corazón de Fontaine, Furina, Zhongli, Venti, y ahora también Diluc, se preparaban para realizar el ritual que restauraría el sello del "Corazón". Era un acto que requería no solo el poder de los Arcontes, sino también una sincronía perfecta entre los elementos. Furina podía sentir la presión de la situación, sabiendo que cualquier error podría desatar un desastre aún mayor del que ya enfrentaban.

—¿Estás segura de que podremos hacerlo sin la ayuda de los otros Arcontes? —preguntó Furina, mirando a Zhongli.

Zhongli, siempre sereno, asintió lentamente. —El sello original fue creado por el poder combinado de los Arcontes, pero en esta ocasión, debemos restaurar el equilibrio con lo que tenemos. Venti y yo podemos estabilizar la estructura del sello. Sin embargo, tu papel, Furina, es el más importante. El poder del Corazón está vinculado a Fontaine, y solo tú puedes dirigir su energía hacia el equilibrio.

Furina asintió, aunque el peso de esa responsabilidad la aplastaba. Sabía que su conexión con el Corazón era fundamental, pero también sabía que estaba al borde de perder el control. Los ataques de los Fatui no solo buscaban destruir las defensas de la ciudad, sino también desestabilizar el poder del Corazón. Cada minuto que pasaba, la energía del artefacto se volvía más volátil.

Venti, con su acostumbrada ligereza, se inclinó hacia el pedestal donde el Corazón flotaba, su lira brillando suavemente bajo la luz azulada del cristal. —Bueno, es ahora o nunca. ¿Listos para hacer un poco de magia?

Zhongli colocó una mano firme sobre el suelo, y el poder del Geo fluyó a través de las piedras que formaban la cámara. Diluc, observando desde un costado, se mantenía alerta, listo para intervenir si algo salía mal.

Furina dio un paso adelante, sintiendo la presión del Corazón resonar en sus venas. Zhongli cerró los ojos, comenzando a canalizar su poder. Venti, con una melodía que parecía surgir del viento mismo, hizo lo propio, invocando una corriente de aire que envolvía el Corazón con suavidad. La energía de los dos Arcontes comenzó a fusionarse alrededor del cristal, estabilizando su luz y calmando la inestabilidad que lo había afectado.

Furina, con los ojos cerrados y el poder del Hydro fluyendo desde su interior, se unió al ritual, guiando la energía hacia el Corazón. El sello comenzaba a formarse, restaurando lentamente el equilibrio perdido. Sin embargo, un retumbo lejano sacudió la cámara, interrumpiendo el proceso.

—Algo está mal, —dijo Diluc en voz baja, mirando hacia la entrada de la cámara—. Los Fatui están cambiando su estrategia.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, un fuerte estruendo sacudió las murallas exteriores del palacio. Un ejército de élite de los Fatui había irrumpido en la defensa de Jean y Mavuika, rompiendo las filas en el flanco derecho. Las fuerzas de los Fatui avanzaban rápidamente hacia el centro de Fontaine, dirigidos por uno de los heraldos más temidos de Snezhnaya: Pulcinella.

[...]

En el campo de batalla, Jean y Clorinde luchaban por mantener la línea. A pesar de la llegada de Mavuika y sus guerreros, el enemigo seguía empujando con una fuerza incesante. Mavuika, con su poder Pyro, barría a los enemigos con un torrente de fuego, pero incluso ella sabía que el enemigo estaba demasiado bien organizado para detenerse.

—¡No podemos dejar que lleguen al palacio! —gritó Jean, su espada brillando con poder Anemo mientras cortaba a través de un grupo de soldados Fatui.

Clorinde, a su lado, mantenía una expresión fría y concentrada mientras luchaba. —Están buscando una debilidad en nuestras defensas. Tenemos que evitar que avancen, o todo habrá terminado.

Mavuika, a pesar de estar en el centro de la batalla, mantenía una sonrisa feroz en su rostro. —¡Que vengan! El fuego de Natlan arderá sobre sus huesos antes de que me vean retroceder.

A lo lejos, Pulcinella, uno de los heraldos más antiguos y astutos de los Fatui, observaba el campo de batalla con una sonrisa torcida. Con un gesto de su mano, ordenó a sus fuerzas que se concentraran en romper el flanco derecho de Fontaine, justo donde las defensas eran más débiles.

—No se preocupen, —murmuró Pulcinella-. El "Corazón" será nuestro pronto. Solo necesitamos romperlos un poco más.

[...]

Dentro de la cámara, el proceso de restauración del sello continuaba, pero Furina podía sentir la presión desde el exterior. El Corazón estaba respondiendo al caos en el campo de batalla, volviéndose cada vez más inestable a medida que los Fatui avanzaban.

—No tenemos mucho tiempo, —dijo Furina, con los ojos cerrados mientras canalizaba su poder hacia el Corazón-. Si los Fatui llegan al palacio antes de que terminemos, todo estará perdido.

Zhongli, con una expresión impasible, seguía concentrado en su tarea. —Debemos mantenernos firmes. El sello está casi completo, pero necesitamos más tiempo.

De repente, un fuerte estruendo sacudió la cámara una vez más. Las defensas del palacio estaban cediendo, y el sonido de las batallas cercanas hacía eco en las paredes de piedra.

Venti abrió los ojos, una chispa de determinación brillando en su mirada. —Parece que vamos a tener que acelerar un poco las cosas. —Con un movimiento fluido, Venti levantó su lira una vez más, invocando una poderosa ráfaga de viento que envolvió el Corazón, estabilizando momentáneamente su energía.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Furina, sorprendida.

Venti sonrió. —Solo estoy ganando un poco más de tiempo. Los Fatui creen que pueden rompernos, pero el viento siempre encuentra la manera de fluir.

[...]

Mientras tanto, fuera del palacio, Pulcinella avanzaba con sus tropas hacia el corazón de la ciudad, aprovechando las debilidades en las defensas de Fontaine. Jean, Clorinde, y Mavuika luchaban con todas sus fuerzas, pero sabían que solo era cuestión de tiempo antes de que el enemigo llegara al palacio.

—¡Resistan! —gritó Jean, su voz cortando el caos de la batalla—. ¡No dejemos que crucen esta línea!

Clorinde, a su lado, asintió, apretando los dientes mientras repelía una nueva oleada de enemigos. —Debemos ganar más tiempo. Todo depende de lo que logren hacer en el palacio.

Mavuika lanzó una risa salvaje mientras liberaba otra ráfaga de fuego, derribando a los soldados Fatui que se acercaban. —No dejaré que esta batalla termine antes de haber visto caer a cada uno de estos perros de Snezhnaya.

A pesar de sus palabras, sabían que estaban al borde de ser superados.

Sombras y aguas profundas | ArlefuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora