La quietud tras la muerte de Arlecchino se vio interrumpida por un cambio sutil en el aire. Las nubes, antes esparcidas por el cielo nocturno, comenzaron a espesarse lentamente, cubriendo las estrellas como un manto oscuro que se cernía sobre Fontaine. Las primeras gotas de lluvia cayeron suavemente, acariciando la piel de Furina y el cuerpo inerte de Arlecchino. La ciudad, bañada por el susurro de la lluvia, parecía lamentar en silencio.
Los pocos que comprendían la conexión entre la lluvia y los sentimientos de Neuvillette guardaban el mismo silencio. Sabían que la lluvia no era un simple fenómeno natural; Fontaine estaba, de alguna manera, reflejando el lamento de su Juez Supremo. Sin necesidad de palabras, la ciudad entera se impregnaba de la tristeza contenida en cada gota que caía.
Desde las sombras, Neuvillette observaba la escena en silencio, sus ojos fijos en la figura solitaria de Furina, que seguía arrodillada al lado de Arlecchino. Aunque no había pronunciado palabra desde que la batalla terminó, el peso de lo que había sucedido lo abrumaba, y Fontaine respondía en su lugar. La lluvia no era intensa, pero cada gota parecía cargar el dolor y la melancolía de aquellos que habían sido testigos del sacrificio de Arlecchino. No era su llanto lo que se escuchaba, sino el eco de su lamento silencioso.
Furina, atrapada en su propia tristeza, no se percató del cambio a su alrededor. Estaba perdida en el vacío que la ausencia de Arlecchino dejaba en su pecho. La lluvia sobre su piel apenas la sacaba de su trance de dolor, y sus ojos permanecían fijos en el rostro de Arlecchino, que yacía inmóvil ante ella.
Nahida, siempre sensible a las emociones ajenas, observó la escena con preocupación desde la distancia. Sabía que Neuvillette estaba presente, que su tristeza se manifestaba en la lluvia que caía sobre Fontaine. Sabía también que Furina se encontraba en un abismo emocional del cual solo Arlecchino podría sacarla. Pero en ese momento, Arlecchino no estaba con ellas.
La lluvia persistía, cayendo suavemente, como si el mismo cielo llorara en silencio por lo sucedido. El viento, apenas un susurro, envolvía a Furina y a Arlecchino, pero las hojas y los árboles permanecían inmóviles, como si el mundo entero contuviera el aliento.
De repente, un tenue resplandor comenzó a iluminar el horizonte. Al principio, fue apenas una chispa en el cielo, pero con cada segundo, la luz crecía en intensidad, envolviendo las nubes oscuras en un brillo etéreo. Furina no se dio cuenta de inmediato, pero los Arcontes a su alrededor, incluidos Nahida, Raiden Ei, y Zhongli, sintieron la energía inusual que venía desde lo alto.
El resplandor bajaba lentamente, envolviendo el cuerpo de Arlecchino en una luz cálida que contrastaba con el frío de la lluvia. Furina, aturdida, alzó la vista, y su corazón dio un vuelco al ver el fenómeno. Celestia estaba interviniendo, algo casi inaudito. Pero no era simplemente una intervención divina; era un acto de redención.
La luz comenzó a rodear a Arlecchino, brillando con más intensidad. La lluvia continuaba cayendo, pero con menos fuerza, como si el mismo cielo se quedara en vilo, expectante de lo que vendría. El cuerpo de Arlecchino, que hasta entonces yacía inmóvil y frío, comenzó a cambiar.
El resplandor reparaba las heridas, la sangre seca desaparecía y su piel, pálida tras la muerte, recuperaba lentamente su color. Furina, con los ojos empañados de lágrimas, se inclinó sobre ella, su corazón palpitando con una mezcla de miedo y esperanza.
—¿Es esto real...? —susurró, incapaz de contener las emociones que luchaban por brotar.
Las manos de Arlecchino, frágiles pero con vida, se movieron ligeramente. Sus dedos temblaron antes de cerrarse débilmente. Furina tomó una respiración entrecortada, las lágrimas fluyendo con más fuerza mientras su corazón se debatía entre la incredulidad y el alivio.
—Arlecchino... —llamó Furina, su voz temblorosa, como si con solo pronunciar su nombre pudiera anclarla de nuevo a la vida.
Lentamente, Arlecchino abrió los ojos. Su mirada estaba cargada de agotamiento, pero en el fondo, una chispa de vida volvía a brillar. Al encontrarse con los ojos de Furina, sus labios se curvaron en una débil sonrisa.
—¿Por qué estás... llorando...? —murmuró Arlecchino, con una voz apenas audible, pero llena de la ironía que siempre la había caracterizado.
Furina dejó escapar un sollozo ahogado mientras inclinaba la cabeza, tocando suavemente la frente de Arlecchino con la suya. Sus manos temblaban mientras tomaba el rostro de Arlecchino, como si no pudiera creer que estuviera viva frente a ella.
—No... no puedes irte ahora, —susurró Furina, su voz rota por las emociones—. No me dejes, por favor.
Arlecchino intentó hablar, pero sus fuerzas aún eran débiles. Sin embargo, su sonrisa permaneció, aunque tenue, mientras observaba a Furina a través de la bruma de sus propios sentimientos. Estaba viva, contra todo pronóstico, y eso era suficiente por ahora.
Furina, con lágrimas cayendo libremente, la abrazó con cuidado, sus manos recorriendo el rostro de Arlecchino, asegurándose de que aquello no fuera un sueño. Ninguna palabra podía expresar lo que sentía en ese momento, pero el abrazo lo decía todo. Estaban juntas de nuevo, aunque el futuro fuera incierto.
—Tú... siempre tan dramática, —susurró Arlecchino con una leve risa, aunque su respiración seguía siendo irregular—. No me desharé de ti tan fácil, parece.
La lluvia cesó por completo, y la luz de Celestia se desvaneció suavemente. Arlecchino había vuelto a la vida, no por casualidad, sino porque su sacrificio y su redención habían sido reconocidos desde las alturas. Furina, aún abrazándola, dejó que las lágrimas siguieran cayendo, pero esta vez, no solo por el dolor, sino por la gratitud.
A lo lejos, Neuvillette observó por última vez. La lluvia se había detenido, pero el eco de sus emociones quedaba en el aire. El mundo volvía a girar lentamente, pero ese momento entre Furina y Arlecchino se quedaría con ellos para siempre.
[...]
—A lo largo de mis incontables años, he sido testigo de muchos sacrificios, —dijo Zhongli, con una calma solemne en su voz—. La muerte y la vida no son caminos separados, sino dos caras de la misma moneda. A veces, los sacrificios más grandes no se reconocen en esta vida, pero aquellos que se encuentran más allá de nuestra comprensión observan y recompensan cuando una vida encuentra su redención. Arlecchino ha trascendido más allá de sus pecados, y ese es el verdadero poder del sacrificio.
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Aaaaah, no podía dejar a Furina tan destrozada, me rompía el corazón cada vez que leía el capítulo anterior u.u
Igual ya estaba planeado esto, pero, ay, sí me sabía mal haber hecho sufrir así a Furina jajaja xdY recuerda seguidor promedio, si te gustan las relaciones bien lesbianas entre personajes de Genshin Impact, empecé otra historia AU de Ei y Yae! Un poco más subida de tono y más picarona que esta, en donde los personajes viven su día a día teniendo los diferentes roles del mundo del espectáculo~ (directoras, dramaturgos, actrices, extras, etc) lamento el spam pero pensaba que si les gusta el ArleFuri, podría gustarles... el EiMiko? O el Beiguang? Quizá Kazuyaka? O tal vez les gustaría ver a los travelers interactuar entre sí? Jadkakkxka
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Sombras y aguas profundas | Arlefuri
FanfictionEn Fontaine, bajo la fachada de justicia y orden, se ocultan secretos que podrían cambiar el destino de toda la nación. Furina, la figura pública de la Arconte Hydro, guarda un secreto que podría desmoronar todo lo que conoce. Mientras Focalors, la...