44.- Un destino compartido

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Furina caminaba por las calles de Fontaine, observando los progresos en la reconstrucción. Las cicatrices del reciente conflicto seguían presentes, pero poco a poco, la ciudad recuperaba su brillo. Las fuentes volvieron a brotar, los mercados reabrieron, y las risas de los ciudadanos resonaban nuevamente. Sin embargo, para Furina, la sensación de que algo más oscuro se aproximaba no desaparecía.

La presencia de Snezhnaya aún se sentía en cada rincón de Teyvat, y los movimientos de La Zarina seguían siendo un misterio inquietante. Sin embargo, no todo en su vida era amenaza o preocupación. Su relación con Arlecchino había cambiado drásticamente. Desde su regreso, Furina había experimentado emociones que jamás imaginó sentir por alguien como ella.

Esa noche, mientras el sol se escondía tras el horizonte, dejando una estela de tonos dorados y púrpuras, Furina y Arlecchino se reunieron en los jardines del palacio. El silencio entre ellas no era incómodo, sino íntimo. Cada gesto, cada mirada, contenía una comprensión que iba más allá de las palabras. Ambas sabían que lo que habían pasado no las había quebrado; las había transformado.

—¿Crees que alguna vez podremos dejar todo esto atrás? —preguntó Furina, su voz suave mientras observaba cómo las últimas luces del día se desvanecían.

Arlecchino permaneció en silencio por un momento, considerando las palabras. Había vivido tantas vidas, tantas batallas y traiciones. Dejar el pasado atrás siempre parecía imposible, pero por primera vez, desde su resurrección, sentía que había encontrado un lugar donde encajar. Miró a Furina, y sus ojos reflejaron una mezcla de cariño y desafío.

—El pasado no nos deja tan fácilmente, —respondió Arlecchino, con su tono característico—. Pero eso no significa que no podamos construir algo más. Algo mejor.

Furina asintió lentamente, sus pensamientos vagando por todo lo que habían vivido hasta ese momento. A pesar de la oscuridad, la traición, y las heridas, aquí estaban, juntas, compartiendo una paz frágil que ambas sabían que no duraría para siempre. Pero por ahora, eso era suficiente.

—Nunca pensé que terminaríamos así, —murmuró Furina, una leve sonrisa en sus labios—. Después de todo lo que hiciste… después de todo lo que fuimos.

Arlecchino soltó una risa suave, una que pocas veces permitía que los demás escucharan. —No me arrepiento de nada de lo que hice, pero tampoco puedo ignorar lo que significas ahora para mí. Quizás esto es lo que siempre debió haber sido.

El viento frío de la noche comenzaba a colarse entre los árboles, pero ninguna de las dos parecía notarlo. En lugar de eso, sus manos se encontraron, entrelazando los dedos como si estuvieran sellando una promesa silenciosa. Ninguna palabra más fue dicha, pero las miradas entre ellas lo decían todo. Por primera vez, ambas sentían que pertenecían a ese instante, a esa vida que compartían, aunque el pasado intentara arrastrarlas de vuelta.

[...]

Esa misma noche, en lo más profundo del palacio de Fontaine, los Arcontes se reunían nuevamente. Zhongli, Raiden Ei, y Nahida sabían que la amenaza de Snezhnaya no había desaparecido, pero la calma antes de la tormenta siempre era inquietante.

—La Zarina aún no ha mostrado su verdadera jugada, —murmuró Zhongli, observando un mapa detallado de Teyvat—. Si los Fatui están moviéndose hacia Liyue, es solo el principio.

Raiden Ei asintió, pero su expresión era impenetrable. —Sabemos que no podemos subestimarla. Snezhnaya no hará movimientos sin asegurarse de que tengan un impacto.

Nahida, siempre reflexiva, añadió: —La clave podría estar en sus próximos pasos. Si quieren atacar Liyue, deben tener un motivo claro, uno que aún no entendemos.

El grupo sabía que el tiempo se agotaba, pero aún no tenían todas las piezas del rompecabezas. Furina y Arlecchino eran esenciales en esta lucha, pero también era evidente que la batalla que se avecinaba no era solo física. Los recuerdos del pasado de Arlecchino, sus antiguos lazos con Snezhnaya, serían puestos a prueba una vez más.

—Debemos estar preparados, —dijo Zhongli, su mirada firme—. La Zarina no es alguien que se rinda fácilmente, pero esta vez, no dejaremos que su oscuridad se extienda por Teyvat.

[...]

De vuelta en los jardines, Furina y Arlecchino permanecían bajo el cielo estrellado. A pesar de todo lo que las esperaba, en ese momento, el peso del mundo parecía lejano. Juntas, sabían que lo que compartían era más fuerte que cualquier amenaza que Snezhnaya pudiera lanzarles.

—¿Crees que hay algo en el horizonte que nos separe? —preguntó Furina suavemente.

Arlecchino la miró, su sonrisa leve pero segura. —No hay horizonte lo suficientemente grande que nos aleje una de la otra.

Y así, mientras las estrellas brillaban sobre ellas, compartieron un momento de tranquilidad, sabiendo que el futuro seguía siendo incierto, pero que juntas podían enfrentarlo.

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El siguiente capítulo, el 45, es el último, prepárense! Y pequeño spoiler, esta vez no muere Arlecchino uwu (Tampoco Furina jsjsjs)

Sombras y aguas profundas | ArlefuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora