17.- Caminos entrelazados

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La caverna seguía llena de una tensión palpable mientras Furina y Arlecchino se adentraban más hacia el "Corazón de Fontaine". A medida que avanzaban, el cristal flotante irradiaba un resplandor que parecía crecer en intensidad, como si respondiera a su presencia. Ambas mujeres sentían que su destino estaba cada vez más entrelazado con este misterioso artefacto, y con cada paso, la conexión entre ellas parecía profundizarse, aunque ninguna estaba dispuesta a admitirlo todavía.

-¿Te das cuenta de que no será fácil? -comentó Arlecchino mientras caminaban, su voz baja pero llena de intención-. Este juicio no es solo una prueba de fuerza. Es una prueba de alma.

Furina asintió lentamente, sin apartar la vista del cristal. -Lo sé. Pero ya no podemos retroceder. Estamos aquí por una razón.

-¿Y cuál es esa razón para ti? -preguntó Arlecchino, su mirada intensa-. ¿Por qué estás dispuesta a arriesgarlo todo, incluso tu propia vida?

Furina se detuvo por un momento, girándose para enfrentar a Arlecchino. -Porque Fontaine es mi hogar, y porque he sentido... algo. Algo que me dice que este es mi destino. Y porque, tal vez, hay algo más que me impulsa a estar aquí contigo, -admitió con sinceridad.

Arlecchino sonrió levemente, sorprendida por la franqueza de Furina. -Quizás estás buscando algo más que solo poder y deber, Furina. Quizás estás buscando respuestas que solo yo puedo darte.

Furina bajó la vista, sin negar ni confirmar las palabras de Arlecchino. Había una atracción innegable entre ellas, una tensión que había crecido desde su primer encuentro. Pero, al mismo tiempo, había una barrera de desconfianza, de secretos y dudas no reveladas.

-Sigamos, -dijo finalmente Furina, cambiando el tema-. No podemos perder más tiempo.

[...]

El "Corazón de Fontaine" resplandecía, susurrando en un idioma que ninguna de las dos comprendía del todo. Cuando finalmente llegaron al borde de la fuente, el agua se agitó, formando figuras de luz y sombra que danzaban alrededor del cristal. Parecían fantasmas de un pasado lejano, reflejos de todos los que habían buscado el "Corazón" antes que ellas.

-Este lugar... es como un reflejo de nuestras almas, -murmuró Arlecchino, fascinada-. Todo lo que somos, todo lo que sentimos, se refleja aquí.

Furina la miró de reojo, sintiendo la misma extraña sensación. -Es como si el "Corazón" nos estuviera juzgando, escudriñando nuestros pensamientos más profundos.

-Entonces no tenemos nada que ocultar, -dijo Arlecchino, avanzando con determinación hacia el cristal-. Dejemos que nos juzgue.

Ambas mujeres se acercaron al "Corazón de Fontaine", sintiendo cómo la energía aumentaba a su alrededor. De repente, una figura etérea emergió del agua, una anciana con una mirada sabia y severa, sus ropas hechas de luz líquida que fluía como agua.

-Soy la Guardiana del Corazón, -declaró la figura, su voz resonando como un torrente-. Aquel que busque el poder del "Corazón de Fontaine" debe demostrar que su voluntad es pura y su corazón verdadero. ¿Están preparadas para enfrentar su verdad más íntima?

Furina y Arlecchino se miraron mutuamente. Ambas sabían que no había marcha atrás.

-Sí, -respondieron al unísono, sin apartar la vista de la Guardiana.

-Muy bien, -dijo la Guardiana-. Entonces, su prueba comenzará ahora.

[...]

El suelo bajo sus pies comenzó a temblar, y de repente la caverna se transformó. La luz del "Corazón" se expandió, envolviéndolas en una niebla brillante. Furina y Arlecchino se encontraron de pie en un campo interminable de agua, con un cielo estrellado reflejándose en la superficie. La Guardiana permanecía flotando sobre el agua, observándolas con intensidad.

-El agua es un espejo, -dijo la Guardiana-. Un reflejo de quienes son, de quienes han sido y de quienes pueden llegar a ser. Miren y enfrenten lo que encuentren.

Furina y Arlecchino miraron a sus pies y vieron sus propios reflejos en el agua. Pero no eran los reflejos que esperaban. Cada uno de ellos mostraba una versión diferente de sí mismas, una versión marcada por sus miedos y anhelos más profundos.

Furina vio una versión de sí misma sola, cargada con la responsabilidad de Fontaine, con lágrimas corriendo por su rostro, llena de dudas y miedo. Arlecchino, por su parte, vio una imagen de sí misma, fría y vacía, sin emoción, como si toda su humanidad se hubiera desvanecido.

-¿Qué es esto? -preguntó Arlecchino, con un tono de alarma-. ¿Es este mi destino?

La Guardiana respondió con calma. -Esto es lo que podrías ser si sigues el camino que has elegido hasta ahora. Sin propósito, sin amor, solo ambición y vacío.

Furina sintió su corazón acelerarse al ver su propio reflejo, tan solitario y asustado. -¿Esto es lo que me espera? ¿Estar sola para siempre, atrapada en una responsabilidad que no puedo cumplir?

-No, -dijo la Guardiana-. Esto es solo una posibilidad, una sombra de lo que podrías llegar a ser si no enfrentas tus propios miedos.

Furina y Arlecchino intercambiaron miradas. Sabían que la prueba no solo era sobre poder y control, sino sobre enfrentarse a sí mismas, a lo que realmente temían.

-No quiero esto, -dijo Furina, con lágrimas en sus ojos-. No quiero estar sola. No quiero ser una líder sin corazón.

Arlecchino se acercó a ella, por primera vez con un gesto de suavidad. -No estás sola, Furina. No mientras yo esté aquí. Y quizás... solo quizás... no tiene que ser como lo tememos.

Furina sintió el calor de la mano de Arlecchino en la suya, y por un instante, sintió que todo estaba bien. Que, a pesar de todo lo que había pasado, había alguien que entendía su dolor, su lucha.

-Sigamos, -dijo Arlecchino con una leve sonrisa-. Todavía no hemos terminado de probar nuestro valor.

[...]

La luz del "Corazón de Fontaine" se intensificó, y ambas mujeres sintieron un calor envolvente que parecía venir de su interior. Era como si sus almas estuvieran siendo observadas, examinadas y juzgadas.

La Guardiana habló de nuevo. -Ustedes han enfrentado sus miedos, pero aún deben demostrar su valor. Para proteger Fontaine, deben demostrar que están dispuestas a sacrificarse, una por la otra, y por la ciudad que aman.

Furina miró a Arlecchino a los ojos. -Estoy dispuesta, -dijo con convicción-. A dar todo lo que tengo, si es necesario.

Arlecchino sostuvo su mirada, sus ojos reflejando algo más que ambición. -Y yo, -respondió-. Estoy lista para lo que venga. Contigo.

Ambas mujeres avanzaron hacia el "Corazón de Fontaine", conscientes de que estaban a punto de cruzar una línea de la que no habría vuelta atrás. Pero, por primera vez, no tenían miedo de lo que vendría después, porque lo enfrentarían juntas.

Sombras y aguas profundas | ArlefuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora