37.- El Rayo en la Tormenta

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El viento se arremolinaba alrededor del Corazón de Fontaine, mientras Furina, Zhongli y Venti canalizaban toda su energía en el sello. El aire en la cámara se sentía pesado, cargado de una tensión que presagiaba el clímax de una batalla que aún no terminaba. A pesar del sacrificio de Mavuika, el enemigo seguía moviéndose en las sombras, y el Corazón comenzaba a responder de manera inquietante.

Diluc, siempre alerta, permanecía cerca de la entrada de la cámara, protegiendo a los Arcontes mientras estos realizaban el ritual. El poder Anemo y Geo de Venti y Zhongli fluía en perfecta armonía con la energía Hydro de Furina, pero todos sabían que sin la intervención de más Arcontes, el sello no podría completarse del todo.

El eco de los combates en el exterior llegaba hasta el interior del palacio, y cada vez que el suelo temblaba bajo el asedio de los Fatui, los nervios de Furina se tensaban más. Sabía que estaban a punto de quedarse sin tiempo. El sacrificio de Mavuika había detenido temporalmente a las fuerzas de Pulcinella, pero no había sido suficiente para asegurar la victoria definitiva.

—El sello está inestable, —dijo Zhongli, su voz calmada pero cargada de preocupación—. Necesitamos más poder elemental para reforzarlo. Si no llega más ayuda pronto, no podremos contenerlo.

Venti, quien seguía tocando su lira, dejó de cantar por un momento y miró a Furina con una sonrisa más seria de lo habitual. —Los vientos siempre traen aliados cuando más se necesitan, ¿no es así?

Antes de que Furina pudiera responder, una oleada de energía eléctrica atravesó el aire, sacudiendo todo a su alrededor. Los ojos de todos en la sala se giraron hacia la entrada, donde un destello de luz púrpura iluminó el umbral.

La Shogun Raiden, Raiden Ei, apareció en la entrada, rodeada por un aura de truenos y rayos. Su presencia era imponente, y aunque su llegada había sido inesperada, los Arcontes sabían que con ella, el equilibrio podría inclinarse a su favor.

—Lamento la tardanza, —dijo la Shogun, su voz resonante mientras caminaba hacia el centro de la cámara—. Pero no podía ignorar lo que sucede en Fontaine. No mientras el destino de Teyvat pende de un hilo.

Furina la observó con una mezcla de sorpresa y alivio. No había esperado que la Shogun Raiden acudiera a su llamado, pero sabía que su poder era justo lo que necesitaban para completar el sello.

—Shogun Raiden, —dijo Zhongli, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto—. Tu llegada no podría haber sido más oportuna.

Raiden Ei se acercó al Corazón, observándolo detenidamente, como si analizara cada pulsación de energía que emanaba de él. —Veo que los Fatui han causado más problemas de los que pensaba. Si este artefacto se descontrola, no solo Fontaine estará en peligro.

Venti, siempre con su tono despreocupado, sonrió. —Bueno, parece que el rayo también sabe cuándo aparecer en la tormenta.

Raiden, sin inmutarse, levantó su mano derecha. La energía electro comenzó a girar alrededor de ella, formando pequeños relámpagos que chisporroteaban en el aire. —No estoy aquí por juegos, bardo. Si vamos a sellar este "Corazón", debemos hacerlo de inmediato. El poder Anemo y Geo es fuerte, pero mi energía Electro puede estabilizar el desequilibrio restante.

Zhongli asintió, dándose cuenta de que con la Shogun a su lado, tenían una oportunidad real de restaurar el sello. —Entonces unamos nuestras fuerzas, como hicimos en el pasado.

Raiden Ei se colocó junto a Furina, Zhongli y Venti. El sello estaba casi completo, pero faltaba el último empujón para contener el poder incontrolable que amenazaba con desatarse. Con un movimiento fluido, Raiden invocó su poder Electro, y al hacerlo, la energía del Corazón de Fontaine comenzó a estabilizarse.

El aire en la cámara vibraba con fuerza elemental pura. El rayo de Raiden Ei rodeaba el Corazón, creando una barrera que contenía su energía y reforzaba el sello. El poder Anemo de Venti y el poder Geo de Zhongli se entrelazaban, apoyando la fuerza de Raiden, mientras Furina guiaba la energía Hydro hacia el centro.

El sello estaba casi completo. La energía de los tres Arcontes, junto con la de Furina, se combinaba en una danza perfecta de elementos, creando una barrera que envolvía al Corazón de Fontaine y lo mantenía bajo control.

—Ya casi lo tenemos, —dijo Furina, con la voz temblorosa pero llena de esperanza.

Sin embargo, justo en ese momento, una fuerte explosión resonó desde el exterior del palacio, sacudiendo la cámara. El eco de una batalla lejana llegó hasta ellos, interrumpiendo la calma que se había alcanzado por un breve instante.

Pulcinella, quien había logrado reagrupar a los Fatui tras el sacrificio de Mavuika, había lanzado su último y desesperado ataque. Aunque debilitado, había logrado reunir suficientes fuerzas para romper las defensas exteriores y ahora avanzaba hacia el palacio.

—Los Fatui... —murmuró Diluc, girándose hacia la entrada.

Jean irrumpió en la cámara, con el rostro cubierto de sudor y polvo, pero con la determinación intacta. —Pulcinella ha reunido a los suyos. Están preparando un asalto final para tomar el palacio.

Furina apretó los puños, sintiendo la presión del momento. Sabía que, aunque estaban cerca de completar el sello, los Fatui no se detendrían hasta apoderarse del Corazón.

Raiden Ei no apartó su mirada del Corazón mientras canalizaba su energía. —Nos ocuparemos de ellos cuando terminemos aquí. No permitiremos que el esfuerzo de los Arcontes y de aquellos que han caído en esta batalla sea en vano.

Venti, sonriendo a pesar del caos que se desataba a su alrededor, siguió tocando su lira. —El viento no se detiene, y nosotros tampoco.

Con un último esfuerzo combinado, los Arcontes canalizaron toda su energía elemental hacia el Corazón. El sello se completó con un destello brillante, y por un momento, la energía del Corazón de Fontaine se estabilizó por completo. La barrera que lo contenía pulsó suavemente, indicando que el equilibrio había sido restaurado... al menos por ahora.

Furina soltó un suspiro de alivio, mientras el peso que había estado cargando parecía desvanecerse, aunque sabía que la batalla aún no había terminado.

—Lo logramos, —murmuró.

Raiden Ei, sin apartar los ojos del Corazón, añadió con voz firme: —Sí, pero la batalla aún no ha terminado. Pulcinella sigue moviéndose en las sombras, y Fontaine no estará segura hasta que lo detengamos.

Zhongli asintió, su semblante sereno como siempre. —El sello está intacto, pero los Fatui no se detendrán tan fácilmente. El próximo paso será defender el palacio y expulsar a los invasores.

Furina, recuperando su compostura, se volvió hacia Jean y Clorinde. —No dejaremos que los Fatui nos arrebaten lo que hemos protegido. Prepárense. La batalla final está por comenzar.

[...]

En el exterior del palacio, Pulcinella observaba desde la distancia, su rostro marcado por una sonrisa oscura. Aunque había sentido el poder de los Arcontes restablecer el sello, no estaba dispuesto a retirarse.

—Creen que han ganado... —murmuró—. Pero aún no han visto todo lo que puedo hacer.

Sombras y aguas profundas | ArlefuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora