10.- En el corazón de la tormenta

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La noche caía sobre Fontaine, y las calles, iluminadas por las farolas, reflejaban las aguas que corrían entre sus canales. El sonido de la batalla aún resonaba en los oídos de todos, mientras Furina, Clorinde, Diluc y los demás regresaban al cuartel de los Caballeros de Fontaine. El grupo estaba exhausto pero determinado, consciente de que la batalla estaba lejos de haber terminado.

En la sede, los Caballeros y los guardias atendían a los heridos, mientras Furina, Jean, Zhongli y los demás se reunían en la sala de estrategias. Los rostros eran serios; todos sabían que el tiempo era crucial.

-Arlecchino y Tartaglia están jugando un juego peligroso, -dijo Jean, apoyando las manos en la mesa-. Necesitamos un plan que cambie las tornas a nuestro favor.

Zhongli asintió, su rostro sereno. -Han intentado desestabilizarnos desde dentro. Si no los enfrentamos con una estrategia más agresiva, seguirán ganando terreno.

-Debemos ser más astutos que ellos, -murmuró Furina-. Atacar donde menos lo esperan.

Keqing, que había estado observando en silencio, dio un paso adelante. -Sabemos que los Fatui se están reuniendo en los túneles subterráneos y otros lugares estratégicos. Si coordinamos un ataque múltiple, podríamos empujarlos fuera de la ciudad.

-Tienes razón, -dijo Diluc-. Pero también debemos considerar que cualquier movimiento en falso podría ser devastador para nosotros. Necesitamos más información sobre sus planes.

Furina asintió, pensativa. -Jean, quiero que coordines a los Caballeros de Fontaine para defender los puntos más vulnerables. Zhongli y Keqing, refuercen las defensas de la plaza central y aseguren las rutas de escape. Clorinde y Diluc, ustedes me acompañarán; tenemos que encontrar a Arlecchino y detener sus planes antes de que puedan ejecutar otro ataque.

Los presentes asintieron, cada uno entendiendo su papel en la misión que se avecinaba.

[...]

En las profundidades de los túneles, Arlecchino estaba reunida con Lyney, Lynette y Fréminet, revisando los resultados de sus acciones. Aunque habían logrado causar daño, los Caballeros de Fontaine seguían luchando con fiereza.

-Hemos hecho algunos progresos, Padre, -dijo Lynette, con una mirada seria-. Pero parece que no hemos logrado quebrar su moral.

Arlecchino asintió, sin perder la calma. -Todavía no, pero la batalla no ha terminado. Fontaine sigue siendo nuestra meta, y tenemos que jugar todas nuestras cartas.

Lyney, siempre ingenioso, sugirió con una sonrisa astuta. -¿Y si llevamos la batalla a otro lugar, a un terreno donde tengamos ventaja?

-¿A qué te refieres? -preguntó Arlecchino, curiosa.

Lyney señaló un mapa de Fontaine, indicando varios puntos estratégicos. -La ciudad está llena de túneles y canales. Podríamos utilizar su propia infraestructura en su contra. Si bloqueamos las salidas y manipulamos las corrientes, podríamos forzarlos a retirarse donde queramos.

Arlecchino sonrió. -Buena idea. Preparen todo. Fontaine será nuestra antes de que se den cuenta.

[...]

De vuelta en la sede de los Caballeros de Fontaine, Furina se preparaba para adentrarse de nuevo en los túneles junto a Clorinde y Diluc. Antes de partir, Jean se acercó a ella.

-Sé cuidadosa, Furina. No podemos permitirnos perderte en este momento crítico.

Furina sonrió, aunque sus ojos mostraban una preocupación oculta. -Lo sé, Jean. Pero también sabemos que debemos arriesgarlo todo por Fontaine. No dejaré que esta ciudad caiga.

Con esas palabras, el grupo se adentró en los túneles una vez más, guiados por la necesidad de enfrentarse a Arlecchino y Tartaglia de una vez por todas.

Mientras caminaban en la penumbra, el eco de sus pasos resonaba en las paredes húmedas. Furina, en silencio, se concentraba en el camino. Sabía que esta vez no habría margen para el error. Debían encontrar a Arlecchino y desmantelar su operación desde la raíz.

De repente, un sonido extraño captó su atención. Un murmullo, apenas perceptible, que parecía venir desde un pasaje lateral. Furina levantó la mano, indicando al grupo que se detuviera.

-Escuchen, -susurró.

Diluc y Clorinde aguzaron el oído, tratando de discernir el origen del sonido. El murmullo se convirtió en un susurro, luego en una risa suave y familiar.

-Es Arlecchino, -dijo Clorinde con certeza-. Está cerca.

Furina asintió. -Prepárense. Vamos a acercarnos con cautela.

El grupo se movió sigilosamente, avanzando por el pasaje lateral hasta llegar a una cámara amplia y oscura. Allí, en el centro de la sala, se encontraba Arlecchino, flanqueada por Lyney, Lynette y Fréminet. Tartaglia se mantenía a un lado, observando con una sonrisa expectante.

-Vaya, vaya, miren quién ha decidido unirse a la fiesta, -dijo Arlecchino, su voz llena de burla-. La falsa Arconte y sus valientes amigos.

Furina se mantuvo firme, sin dejarse intimidar. -Este juego tuyo termina aquí, Arlecchino. No permitiré que Fontaine caiga en tus manos.

Arlecchino sonrió ampliamente, disfrutando del momento. -¿Caer en mis manos? Fontaine ya es mía, Furina. Solo estás tratando de retrasar lo inevitable.

Lyney, Lynette y Fréminet se movieron para rodear al grupo de Furina, listos para atacar en cualquier momento. Tartaglia observaba, esperando el momento adecuado para intervenir.

-Están rodeados, -advirtió Tartaglia-. Ríndanse ahora, y tal vez les demos una salida digna.

Furina, sintiendo la tensión en el aire, sabía que este era el momento decisivo. No había vuelta atrás.

-Nunca, -respondió con firmeza-. Lucharemos hasta el final por Fontaine.

Arlecchino se encogió de hombros. -Entonces, que comience la batalla final.

Y con esas palabras, la sala se llenó de acción. Clorinde, con una velocidad impresionante, se lanzó hacia adelante para enfrentar a Lynette. Diluc desenvainó su Claymore, desatando una ráfaga de llamas para mantener a Tartaglia a raya.

Furina, canalizando su poder Hydro, desató una ola de agua que separó a Arlecchino de sus aliados, dispuesta a enfrentarse a ella en un duelo personal.

La batalla estalló en un frenesí de movimientos y ataques. Tartaglia sonreía con entusiasmo mientras intercambiaba golpes con Diluc, su risa resonando en la cámara. Clorinde y Lynette se movían como sombras, sus ataques rápidos y precisos.

En el centro de la sala, Furina y Arlecchino se enfrentaban en un combate feroz, ambos luchando con toda su fuerza y determinación. Cada movimiento, cada ataque, era una prueba de su voluntad y poder.

La batalla por Fontaine había alcanzado su clímax, y nadie sabía quién saldría victorioso.

Sombras y aguas profundas | ArlefuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora