💣Capítulo 45💣

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ÁNGELA

Había pasado una semana desde aquel día trágico, y el silencio era casi ensordecedor. La tensión colgaba en el aire como una tormenta a punto de estallar, pero por algún motivo, Osvaldo no había dado señales de atacar. Era como si la muerte de su hija no significara nada para él, lo cual me inquietaba aún más. Estábamos en la sala principal, una estancia grande y segura, aunque ni la fortaleza de las paredes ni la presencia de soldados me ofrecía paz. Connor estaba sentado a mi lado, siempre sereno, mientras Alaia jugaba en el suelo con su muñeca favorita, ajena al peligro que se cernía sobre nosotros.

—No te preocupes, amor —dijo Connor de repente, rompiendo el silencio que me envolvía. Sabía en qué estaba pensando sin necesidad de que yo lo dijera— Estamos preparados. No dejaré que te pase nada.

Lo miré, intentando encontrar consuelo en sus palabras, pero el miedo seguía clavado en mi pecho como una daga. —No puedo evitarlo, Connor —respondí, tratando de mantener mi voz controlada para no preocupar a Alaia, aunque sabía que estaba escuchando— Sé que Osvaldo vendrá. No va a dejar pasar esto. La muerte de su hija... no lo dejará así.

Connor soltó un suspiro, siempre tan firme, tan seguro. —Lo estaremos esperando —dijo, con esa calma que a veces me exasperaba y que al mismo tiempo me daba fuerzas— Aquí están mis hombres, y los tuyos también. Todo está preparado. Si viene, lo enfrentaremos, juntos.

Miré a Alaia, jugando con tanta tranquilidad, tan ajena a todo lo que estaba pasando. Mi corazón se contrajo. No podía permitir que el peligro la alcanzara. Mi instinto maternal gritaba que la alejara de todo esto.

—Tenemos que enviar a Alaia lejos —dije finalmente, sintiendo cómo el nudo en mi garganta se hacía más fuerte. Las palabras me costaron más de lo que hubiera querido admitir.

Connor levantó la mirada hacia nuestra hija. Su expresión se endureció, pero no con rabia, sino con la determinación de quien ya había decidido algo. —Nos está escuchando, Ángela. No habrá lugar más seguro para ella que aquí, con nosotros. Si la enviamos lejos, no tendremos forma de protegerla. Aquí tenemos hombres, protección, y ella está a nuestro lado.

—Pero no podemos arriesgarnos. —Sentí cómo mi voz temblaba— Si Osvaldo... si Osvaldo viene, podría quitármela. No soportaría perderla.

Connor se levantó de la silla y vino a mí, se inclinó para tomar mis manos con las suyas, firmes pero gentiles. Me miró a los ojos, y en ese momento todo en su expresión me decía que no había vuelta atrás. —Nadie te va a quitar nada, Ángela —dijo, su voz suave pero firme— Nadie. Alaia estará segura aquí, con nosotros, como siempre. Y si Osvaldo viene, lo enfrentaremos juntos. Te prometo que no te la quitarán.

Cerré los ojos por un momento, dejando que sus palabras se asentaran en mí. Quería creerle, necesitaba hacerlo, pero el miedo no me abandonaba. Sabía que Osvaldo era despiadado, y que había perdido lo único que amaba. ¿Qué le quedaba por perder? ¿Qué no sería capaz de hacer?

Alaia, inconsciente de la conversación que estábamos teniendo, se levantó y corrió hacia nosotros con una sonrisa en el rostro, como si el mundo fuera un lugar perfecto y seguro. Connor la levantó en brazos y la abrazó con ternura. Ella, en respuesta, le rodeó el cuello con sus pequeños brazos y me miró con una sonrisa que me rompió el alma y me dio fuerzas al mismo tiempo.

—Todo estará bien, mamá —dijo Alaia, repitiendo una de las frases que siempre le decíamos para calmarla. Era increíble cómo los niños podían devolvernos nuestras propias palabras, como si pudieran percibir nuestros temores y transformarlos en algo más ligero, más llevadero.

Connor me miró de nuevo, con esa mirada de acero templado que tanto amaba. —No estamos solos en esto, Ángela. Pase lo que pase, estaremos juntos.

Y aunque el miedo seguía ahí, profundo, enterrado en mi pecho, en ese momento sentí una chispa de esperanza. Porque, como él había dicho, no estábamos solos.

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