💣Capítulo 48💣

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ÁNGELA

El sótano era frío y oscuro, pero lo que más me pesaba era la sensación de impotencia.
Aferrada a Alaia, sentía cada segundo como una eternidad. No podía simplemente quedarme ahí, escondida, mientras Connor y nuestros hombres se jugaban la vida afuera. Esto no era solo su lucha, era mía también. Pero primero, necesitaba asegurarme de que Alaia estuviera a salvo.

Entonces, la puerta del sótano se abrio, y por un segundo, el pánico se apoderó de mí. Pero al ver la figura familiar de Sofia, una ola de alivio me recorrió. 

—Te la dejo a ti, Sofía —le dije, colocando a Alaia en sus brazos— Protégela con tu vida.

Sofía me miró con una mezcla de comprensión y determinación, asintiendo en silencio. Sabía lo que debía hacer. Sabía que, aunque mi instinto era quedarme al lado de mi hija, mi lugar ahora estaba afuera, en el campo de batalla. Esto no era solo la guerra de Connor. Era la mía también.

Sofía me dio una última mirada, como si quisiera decir algo, pero me conocía demasiado bien. Sabía que nada ni nadie me detendría.

—Ve —dijo suavemente—Yo cuidaré de ella. Que no te preocupe nada más.

Solté un suspiro y, sin pensarlo dos veces, salí del sótano. El sonido de los disparos me golpeó de lleno, una sinfonía mortal que resonaba en mis oídos. Mi corazón latía con fuerza, pero no era miedo lo que sentía, sino la adrenalina que me recorría las venas, preparándome para lo que estaba por venir.

Cuando llegué al patio, las balas silbaban en el aire, los gritos de los hombres llenaban el espacio. Mis ojos buscaron a Connor inmediatamente, y lo encontré entre sus hombres, dando órdenes con una expresión de concentración feroz. Pero en cuanto me vio, su rostro cambió, su mandíbula se tensó y su mirada se oscureció. Sabía que estaba enojado.

Caminé hacia él, con la cabeza en alto, sin detenerme ni siquiera cuando una bala pasó zumbando cerca de mí. Connor, claramente furioso, se abrió paso entre sus hombres y se acercó a mí.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —gritó por encima del caos, sus ojos brillando con rabia—Te dije que te quedaras con Alaia.

Pero lo que él no entendía, lo que nunca terminaba de comprender, era que yo no era una mujer que pudiera esconderse detrás de las paredes. No era una damisela en apuros que necesitaba ser protegida. Yo había sido criada para esto, entrenada desde muy joven para luchar, para defenderme, para matar si era necesario.

—No soy una niña que necesite que la salves, Connor — le respondí, con la voz firme, mirándolo directamente a los ojos—Esta es mi guerra tanto como la tuya.

Él apretó los puños, claramente frustrado, pero sabía que no había tiempo para discutir. Los disparos seguían resonando a nuestro alrededor, los hombres caían, y cada segundo que perdíamos peleando entre nosotros era un segundo en el que podíamos morir.

—He vivido esto toda mi vida —le recordé— Sé pelear. Sé lo que tengo que hacer.

Connor me miró, su mirada intensa, sus palabras atascadas en su garganta. Finalmente, asintió con una mezcla de resignación y aceptación. Sabía que no iba a detenerme. Sabía que, como él, yo no descansaría hasta enfrentar lo que se venía.

—Quédate cerca —dijo finalmente, su voz tensa— No puedo concentrarme si estás sola.

Le lancé una mirada que decía más de lo que las palabras podían expresar. No necesitaba que me cuidara, pero entendía su preocupación. Sabía que Connor me amaba, y también sabía que no iba a poder evitar intentar protegerme, aunque ambos supiéramos que podía defenderme sola.

En ese momento, uno de los hombres de Osvaldo apareció entre las sombras, apuntando directamente hacia nosotros. No lo pensé dos veces. Antes de que pudiera apretar el gatillo, ya tenía mi arma en la mano. Disparé con precisión, una bala directa al pecho. El hombre cayó al suelo en un segundo.

Connor no dijo nada, pero lo vi, en su mirada. Sabía que yo era tan letal como él, tal vez incluso más. Y eso era algo que siempre había costado aceptar.

—Vamos —le dije, mis ojos ya buscando al siguiente enemigo—Esto no ha terminado.

Y no lo estaba. El caos seguía alrededor de nosotros, pero por primera vez en dias, me sentí completamente en control. Había nacido para esto, para enfrentar los demonios que venían a buscarnos. Y no me iba a detener ahora. No mientras Osvaldo estuviera ahí fuera, buscando destruir todo lo que amaba.

Connor y yo luchábamos lado a lado, como iguales. Como siempre debió ser.

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