XXVI

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Jeonghan se encontraba despierto, observando el techo de la habitación mientras Seungcheol dormía a su lado. La tarde se había desvanecido hacía rato, y ahora la luz tenue de la luna comenzaba a colarse por la ventana. Jeonghan permaneció un momento en silencio, observando el perfil de Seungcheol, quien dormía plácidamente con una expresión que rara vez había visto en él: una calma absoluta, libre de la intensidad que solía llevar consigo en su mirada.

Seungcheol, con su respiración tranquila y rítmica, parecía ajeno al torbellino de pensamientos que invadían la mente de Jeonghan.

Jeonghan se giró lentamente, apoyando la cabeza en su mano mientras observaba el rostro sereno de Seungcheol. Había algo casi mágico en verlo así, tan vulnerable y tranquilo. Cada línea de su rostro, cada mechón de cabello desordenado, le resultaban fascinantes. Sentía una mezcla de vulnerabilidad y emoción, como si estuviera al borde de un precipicio, listo para saltar.

Con cuidado, deslizó su mano entre el cabello de Seungcheol, permitiéndose por primera vez un gesto espontáneo sin preocuparse de cómo podría ser recibido. El contacto fue suficiente para evocar los recuerdos de las horas anteriores, pero también para traer consigo una ansiedad tenue: había cruzado una línea, una que no estaba seguro de cómo manejar en los días que vendrían.

Sentía una mezcla de emoción e incertidumbre. Esto no era algo de lo que pudiera hablar con cualquiera, y eso lo hacía más importante, pero también, de alguna forma, lo hacía más real.

El reloj marcaba casi las 8 de la noche cuando Jeonghan decidió levantarse. Con cuidado, se deslizó fuera de la cama, tratando de no despertar a Seungcheol.

No iba a salir sin ropa, pero la suya seguía completamente empapada a causa de la lluvia, por lo que buscó en el armario de Seungcheol. Encontró una camiseta y un pantalón buzo de Seungcheol. La ropa le quedaba grande, pero tenía un aroma familiar y reconfortante que lo envolvía en un vaivén de emociones.

Se acercó a la puerta de la habitación y la abrió con cuidado, para no despertar a Seungcheol.

Mientras bajaba las escaleras y entraba en la cocina en busca de un vaso de agua, oyó pasos detrás de él. Cuando se giró, se encontró con Jun. Su mirada fue de sorpresa a diversión en cuestión de segundos.

—¿Jeonghan? —Jun lo miró, inspeccionándolo de pies a cabeza. La camiseta de Seungcheol colgaba suelta sobre sus hombros y los pantalones le quedaban demasiado largos. Jun se cruzó de brazos, sonriendo de lado, consciente de lo que estaba viendo.

Jeonghan intentó mantenerse sereno, aunque sentía que sus mejillas se calentaban un poco. Era evidente que Jun había comprendido la situación sin necesidad de explicaciones. Jun se acercó con una mirada burlona, pero también con algo de complicidad.

—Así que... ¿te has acomodado bien aquí, o me parece? —bromeó Jun, alzando las cejas.

Jeonghan soltó una risa corta, medio por vergüenza, medio porque no podía negar lo obvio. Sabía que cualquier respuesta redundante sería inútil, así que optó por ser directo, aunque breve.

—Digamos que han cambiado algunas cosas —admitió, acercándose al bebedero para servirse agua y tomar un sorbo, y evitando la mirada de Jun, que ahora lo observaba con una mezcla de curiosidad y picardía.

—Entonces, ¿cómo fue? ¿Seungcheol es tan bueno como dice? —preguntó Jun, con un tono juguetón.

Jeonghan se sonrojó aún más, sintiéndose avergonzado pero también divertido por la situación.

—Jun, por favor... —dijo, tratando de mantener la compostura—. No voy a entrar en detalles, solo... intúyelo por mi humor.

Jun soltó otra carcajada y le dio un abrazo rápido a Jeonghan.

Verano en Jeonju || JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora