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El día avanzaba lento, teñido por la luz cálida del atardecer que se filtraba entre las hojas de los árboles. El taller de Seungcheol, pequeño y desordenado, estaba lleno de herramientas y piezas de metal esparcidas por todas partes.

El sonido de una llave ajustándose al motor rompía el silencio, acompañado por los ligeros murmullos de Jeonghan, que estaba sentado en un taburete al otro lado del taller.

—¿Por qué nunca dejas que alguien más repare esta cosa? —preguntó Jeonghan, señalando la moto con la barbilla.

Seungcheol levantó la vista, sus guantes manchados de grasa y sus cejas arqueadas.

—Porque si lo hago yo, sé que queda bien.

Jeonghan rodó los ojos, pero no pudo evitar que una sonrisa se asomara a sus labios. Era fácil caer en esa dinámica con Seungcheol: bromas ligeras, miradas furtivas, una calma que siempre parecía envolverlos cuando estaban juntos.

—Eres un perfeccionista —le dijo con tono acusador, aunque la calidez en sus palabras traicionaba cualquier intento de crítica.

—Y tú un experto en distraerme —replicó Seungcheol, sin dejar de trabajar.

El momento fue interrumpido abruptamente por el sonido de una moto deteniéndosea las afueras del taller. Jeonghan frunció el ceño, girando la cabeza hacia la puerta, y Seungcheol, que estaba agachado revisando el motor, se levantó con lentitud.

—¿Esperabas a alguien? —preguntó Jeonghan, pero la respuesta estaba clara en la expresión desconcertada de Seungcheol.

—No —respondió él, quitándose los guantes engrasados.

El motor se apagó frente a la casa, y segundos después, Minghao apareció en el umbral del taller. Su figura delgada parecía más rígida de lo habitual, y sus ojos estaban cargados de algo que ninguno de los dos pudo identificar al instante.

—¿Podemos hablar? —dijo directamente, sin preámbulos. Luego, tras mirar a Jeonghan de reojo y un breve silencio, añadió—: A solas.

Jeonghan cruzó los brazos, sus ojos moviéndose entre ambos con una mezcla de desconfianza y molestia. Algo en la expresión de el recién llegado lo mantenía intranquilo.

—¿De qué se trata esto? —preguntó, su tono más frío de lo necesario.

Minghao apenas lo miró.

—Es un asunto privado.

Ese simple comentario encendió una chispa en Jeonghan, pero antes de que pudiera responder, Seungcheol intervino con suavidad.

—Espera aquí, ¿sí?.

La tensión en el aire era palpable. Jeonghan sostuvo la mirada de Seungcheol por un momento, como si intentara leer algo más profundo en su expresión. Finalmente, suspiró con frustración y volvió a sentarse, aunque sus ojos seguían fijos en ellos.

—Hazlo rápido —dijo con un deje de irritación.

Minghao se dio la vuelta y caminó hacia el interior de la casa, seguido por Seungcheol.

El silencio se alargó, y Jeonghan no pudo evitar sentir que algo importante estaba ocurriendo, teniendo en cuenta lo que sucedió con Soonyoung recientemente. Le había agarrado algo de rencor a Minghao en cuanto supo lo que sucedio.

Sin querer cargar con la incertidumbre, se asomó ligeramente por la rendija de la ventana, tratando de escuchar sin ser notado. En ese momento, no podía lidiar con la curiosidad insaciable por entender qué estaba pasando entre los dos.

La tensión era palpable en el aire, y aunque no podía verlos, las palabras que alcanzó a oír lo hicieron detenerse en su lugar. No quería espiar, pero la inquietud era como un zumbido constante en su cabeza.

Verano en Jeonju || JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora