Capitulo 45: Los comienzos de Corona (3/3)

50 6 2
                                    

(Narración de Demanitus)

Solo han transcurrido dos años desde aquel día en el que creé una rosa azul para ellos en el palacio real, y me elogiaron por ello. Sin embargo, entre los dos monarcas, era su majestad la reina Aleyda quien más me respalda, otorgándome tanto voz como voto en asuntos políticos. Me ofreció desde títulos de nobleza hasta un lugar en el castillo. Yo era consciente de sus verdaderas intenciones: había desarrollado un amor por mí.

Y todo lo que me solicitaba a cambio de sus sentimientos, así como todo lo material que me ofrecía, era que le mostrara mi rostro por completo. Sin embargo, eso era algo que no podía ofrecerle.

Reina Aleyda: A pesar de todo lo que he hecho por ti... Todavía no me dejas ver lo que falta, ese único rasgo que desearía descubrir -dijo, intentando alcanzar mi parche metálico. Sin embargo, sujeté su mano con suavidad antes de que pudiera tocar mi rostro.

Demanitus: El hombre que tienes frente a ti es la verdad misma, no hay duda en mi corazón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Demanitus: El hombre que tienes frente a ti es la verdad misma, no hay duda en mi corazón. Mi adorada Aleyda -exclamé, expresando mis sentimientos más profundos, lo que provocó una risa en la noble mujer.

En ese instante, la puerta de la habitación se abrió de golpe, interrumpiéndonos. ¿Quién era el intruso?

Reina Aleyda: ¡Barón Vogelheim! -exclamó, sorprendida ante la llegada del noble, quien siempre parecía codicioso y desconfiado desde el día en que lo conocí.

Demanitus: ¿Qué deseas?

Vogelheim: ... Exponerte como la sabandija que realmente eres.

Varios días después, tuvo lugar un juicio en el que se cuestionaba la existencia de la alquimia. Un experto de la cofradía de las Espadas del Sol Santo, un grupo de fervientes devotos del ocultismo y lo sobrenatural, presentó pruebas ante su majestad que menospreciaban mi trabajo. No obstante, un especialista del gremio de alquimistas, uno de los muchos presentes en la región, refutó esas afirmaciones.

Todo había sido una trampa para que perdiera mi puesto como alquimista real y mi lugar en el consejo... Qué farsa. Si tan solo supieran todo lo que he hecho por este reino desde las sombras...

Vogelheim: ¡Te daremos una oportunidad, Demanitus! -exclamó, rebosante de arrogancia- Demuestra que puedes hacer oro aquí mismo, ante nuestros ojos. Esa es la orden de su majestad, el rey Alaric Der Sonne.

Demanitus: Comprendo... Después de eso, me desterrarán y tratarán de crear oro ustedes mismos -respondí, revelando las verdaderas intenciones del barón, que ni siquiera era oriundo de este reino.

Vogelheim: ¿¡De qué hablas?! -inquirió con indignación, aunque su enfado proviene más del descubrimiento que de la duda sobre su propia reputación.

Demanitus: Su majestad, ¿está de acuerdo con él? -pregunté al rey, quien había permanecido en silencio durante toda la audiencia.

Sin embargo, cuando finalmente comenzó a hablar, deseé que hubiera mantenido el silencio para siempre.

Enredados: El lado oscuro del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora