CAP 26:UN DESTINO COMPARTIDO

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El sol se ocultaba tras el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos que se mezclaban con la brisa fresca del atardecer. Izuku y Dabi caminaban juntos por la playa, disfrutando del silencio cómodo que solo podían compartir dos personas que se conocían tan profundamente. No había necesidad de palabras; todo lo que necesitaban estaba en sus manos entrelazadas, en el sonido rítmico de las olas golpeando la orilla, y en el simple hecho de estar juntos.

Era un momento de paz después de todo lo que habían vivido. El pasado lleno de luchas, pérdidas y sacrificios parecía haberse desvanecido, dejando espacio para una vida más tranquila y significativa. Dabi ya no era el villano que había causado terror en el mundo, y Izuku ya no era el joven héroe que corría desesperado para salvar a los demás. Eran solo ellos, dos almas que habían encontrado un refugio en el otro.

Dabi miró a Izuku de reojo, observando cómo el viento jugaba con sus cabellos verdes. Había algo casi mágico en la forma en que Izuku se movía, en su mera presencia. Ahora que había recuperado el sentido del oído, todo parecía tener un nuevo significado. Cada risa de Izuku, cada palabra que salía de sus labios, era un regalo para Dabi. Y aunque ya no tenía que esforzarse tanto para comunicarse, Dabi seguía apreciando esos momentos en los que simplemente se miraban y entendían todo sin necesidad de hablar.

—¿En qué piensas? —preguntó Izuku suavemente, volviendo su mirada hacia Dabi.

—En ti —respondió Dabi sin dudarlo, sonriendo con esa sonrisa torcida que siempre lograba derretir a Izuku—. Siempre en ti.

Izuku rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír también. Incluso después de todo este tiempo, Dabi aún lograba hacerlo sentir como si estuviera flotando en una nube. Había algo en su amor que era incondicional, que traspasaba cualquier obstáculo, cualquier herida del pasado.

—Tienes que decirme más que eso, Touya —bromeó Izuku, usando el nombre real de Dabi, que solía guardar para los momentos más íntimos—. Sabes que me gusta escuchar lo que realmente sientes.

Dabi se detuvo, tirando suavemente de la mano de Izuku para que se girara hacia él. Los ojos de Dabi eran intensos, pero había una ternura allí que solo Izuku podía ver.

—Lo que siento por ti… —Dabi hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Es como si cada día contigo fuera un recordatorio de que, a pesar de todo lo que hemos vivido, he encontrado algo bueno, algo puro. Me diste una razón para querer ser mejor, para querer seguir adelante. Y sé que ya no soy ese hombre roto de antes, pero... todavía me asusta lo que podría pasar si alguna vez te pierdo.

Izuku levantó una mano y la apoyó suavemente en la mejilla de Dabi, acariciando su piel marcada con un amor que Dabi aún encontraba difícil de entender a veces.

—No tienes que tener miedo —susurró Izuku—. No voy a ir a ningún lado. Hemos llegado hasta aquí juntos, y lo seguiremos haciendo. Pase lo que pase.

Dabi cerró los ojos por un momento, permitiendo que la calidez del toque de Izuku lo calmara. Había días en los que el miedo al pasado y las cicatrices que cargaba lo alcanzaban, pero en esos momentos, siempre encontraba fuerza en Izuku. Era como si Izuku fuera su ancla, su constante en un mundo que solía ser caótico.

—A veces siento que no te merezco —admitió Dabi, abriendo los ojos para encontrarse con la mirada preocupada de Izuku—. Después de todo lo que hice, de todo el daño que causé… todavía me sorprende que estés aquí conmigo.

Izuku negó con la cabeza, sonriendo suavemente.

—Ya hemos hablado de esto antes, Touya. No eres tu pasado. Todo lo que hiciste, lo hiciste porque creías que no tenías otra opción. Pero elegiste cambiar. Elegiste dejar de huir, elegiste quedarte. Y eso es lo que realmente importa.

Dabi dejó escapar un suspiro pesado, como si cada palabra de Izuku fuera un bálsamo que curaba las heridas más profundas de su alma.

—Eres increíble, ¿lo sabías?

—Me lo dices todo el tiempo —respondió Izuku, sonriendo aún más—. Pero siempre es agradable escucharlo.

Dabi se inclinó hacia él, presionando sus labios contra los de Izuku en un beso suave pero lleno de significado. Era una promesa silenciosa, una reafirmación de su amor, de todo lo que compartían. No necesitaban palabras para saber lo que el otro sentía. El beso lo decía todo.

Cuando se separaron, Izuku apoyó su frente contra la de Dabi, cerrando los ojos y disfrutando de la cercanía.

—Tengo una idea —dijo Izuku después de unos momentos de silencio.

—¿Ah, sí? —Dabi levantó una ceja, intrigado—. ¿Qué tienes en mente, Midoriya?

—¿Qué te parece si esta noche cocinamos juntos? —sugirió Izuku—. Como solíamos hacerlo antes de que todo se volviera tan loco.

Dabi sonrió ante la idea. Cocinar juntos siempre había sido una de sus actividades favoritas, una forma de conectarse en medio de la vida agitada que solían llevar.

—Me parece perfecto —respondió Dabi, besando la punta de la nariz de Izuku—. Pero solo si prometes no quemar nada esta vez.

—¡Eso fue una vez! —protestó Izuku, riendo—. Y fue tu culpa por distraerme.

—Seguro, seguro —Dabi rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.

Con una última mirada a la puesta de sol, los dos comenzaron a caminar de regreso a su hogar, un lugar que habían construido juntos, lejos de las luchas y los fantasmas del pasado. Ahora, con cada paso que daban, sabían que estaban caminando hacia un futuro lleno de promesas, lleno de amor y, lo más importante, lleno de esperanza.

Al llegar a su casa, Dabi abrió la puerta y, con un movimiento juguetón, jaló a Izuku hacia él, riendo cuando este casi tropezaba.

—Vamos, gran chef —dijo Dabi—. A ver si puedes sorprenderme esta vez.

Izuku se rió, empujando suavemente a Dabi antes de entrar en la cocina. La noche estaba por comenzar, pero a diferencia de las noches del pasado, esta estaría llena de risas, de recuerdos compartidos, y de un amor que solo seguía creciendo con el tiempo.

Y mientras el sonido de las risas de ambos llenaba la casa, sabían que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendrían a alguien a su lado para enfrentarlo. Porque, al final, lo que compartían no era solo un destino, sino una vida que habían elegido construir juntos.

Uno al lado del otro. Para siempre.

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ও𝕊𝕆ℝ𝔻𝕆ও⟬ܻժׁׅ݊ɑׁׅ֮ϐׁꪱׁׁׁׅׅׅժׁׅ݊ꫀׁׅܻ݊ƙׁׅυׁׅ⟭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora