En un reino lejano, apartado de la bulliciosa ciudad de Orario, el ambiente en la oficina del castillo era sombrío. Las paredes de piedra estaban decoradas con estandartes de colores oscuros, y solo el parpadeo de las velas iluminaba la estancia, creando sombras alargadas que se movían con el viento que se colaba por las pequeñas ventanas.
Detrás de un gran escritorio de madera pulida, se encontraba sentado un hombre de mediana edad, con una presencia imponente. Su mirada era fría y calculadora, reflejando años de experiencia en el liderazgo. Era el consejero principal del rey, alguien respetado y temido por igual en el reino. Frente a él, un mensajero nervioso sostenía un pergamino en las manos, tratando de mantener la compostura mientras esperaba la reacción de su superior.
??: Mi señor... -dijo el mensajero, inclinando ligeramente la cabeza-. El informe que me pidió... ha llegado.
El hombre detrás del escritorio levantó una mano, indicando que podía continuar. El mensajero tragó saliva antes de proseguir.
??: En las últimas semanas, hemos registrado un aumento alarmante en las muertes en las aldeas fronterizas. Las patrullas que enviamos para investigar no regresaron, y los pocos supervivientes que logramos encontrar hablan de una presencia oscura que se lleva a los habitantes en la noche. Si seguimos a este ritmo, perderemos todo control sobre las zonas exteriores del reino... Necesitamos tomar medidas ahora, antes de que la situación empeore.
El consejero asintió lentamente, sus ojos se afilaban mientras absorbía la información. Sabía que la situación era crítica, pero también sabía que actuar sin un plan sólido sería desastroso.
??: Entiendo la gravedad de la situación -dijo finalmente, su voz resonante llenando la sala-. Si bien hemos perdido recursos y hombres, no es momento de entrar en pánico. Tengo una solución en mente.
El mensajero levantó la cabeza, sorprendido. No esperaba que el consejero tuviera ya un plan.
??: ¿Qué planea, mi señor? -preguntó, un leve destello de esperanza en su voz.
??: Orario -respondió el consejero, con un tono seguro-. Pediremos ayuda a la ciudad de Orario. El gremio de aventureros de esa ciudad ha demostrado en más de una ocasión que puede lidiar con fuerzas mucho más peligrosas que las que nosotros enfrentamos. Hay héroes allí que podrían resolver este problema en cuestión de días.
El mensajero quedó atónito. Orario, la ciudad legendaria que albergaba a los aventureros más fuertes del mundo, era conocida por sus campañas heroicas. Sin embargo, no era común que reinos tan lejanos buscaran su ayuda.
??: ¿Cree que accederán a ayudarnos, mi señor? -preguntó con cautela-. Las misiones de Orario no suelen involucrarse en asuntos fuera de su región a menos que exista un gran incentivo.
El consejero sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
??: Ya tengo en mente cómo hacer que nos presten atención. Prepararé un mensaje que no podrán rechazar. Las recompensas que podemos ofrecer son grandes... pero también hay algo más que podría interesarles -el consejero hizo una pausa, su mirada fija en un mapa del reino colgado en la pared-. Algo oculto en nuestras tierras, un secreto que ellos valorarán más que el oro.
El mensajero no se atrevió a preguntar qué era ese "secreto". Sabía que cuando el consejero hablaba en esos términos, era mejor no indagar demasiado.
??: Ve y prepárate para partir a Orario. El gremio de aventureros será nuestra única esperanza. Si todo sale como espero, no solo resolveremos este problema, sino que también podremos fortalecer nuestros lazos con la ciudad más poderosa del continente.
El mensajero se inclinó profundamente y salió rápidamente de la sala, dejando al consejero solo en su oficina. Mientras el sonido de la puerta cerrándose resonaba en la habitación, el consejero se recostó en su silla, sus dedos tamborileando en el escritorio.