Capítulo 25: La Batalla por la Divinidad

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El día de la batalla final había llegado. La arena dorada resplandecía bajo el brillo solar mientras Apolo se preparaba para desatar todo su poder contra Izuku. Ambos se miraban, sabiendo que el destino del mundo pendía de lo que sucedería a continuación.

La arena resplandecía con un brillo cegador mientras Izuku y Apolo se miraban a los ojos. El calor del sol parecía intensificarse, envolviendo el campo de batalla en una atmósfera sofocante. Para Izuku, todo se reduciría a esta lucha. No solo su futuro, sino el del mundo entero. Necesitaba el poder divino para enfrentarse a Aetherius, y esta era su última oportunidad.

Apolo levantó una mano, y un rayo de energía solar pura emergió de sus dedos, iluminando todo a su alrededor. Su presencia era imponente, el aire vibraba con el poder del dios del sol.

—Izuku Midoriya —dijo Apolo, su voz profunda resonando en el vacío—, este es el último paso. Si puedes derrotarme, el poder del sol será tuyo, pero no te contendré. Pelearemos como iguales, y si pierdes, no habrá retorno.

Izuku asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros. Sabía que estaba poniendo su vida en la línea, pero no había espacio para el miedo.

Apolo desenvainó una lanza dorada, reluciente con una luz incandescente. La energía que emanaba de ella podría derretir la roca y vaporizar el agua al instante. Izuku sabía que enfrentarse a un dios en su máxima forma requeriría más que solo fuerza. Tendría que utilizar todo lo que había aprendido.

Sin previo aviso, Apolo cargó hacia él con una velocidad descomunal. Izuku apenas tuvo tiempo de reaccionar, activando su Escudo Solar para desviar el primer impacto. La lanza de Apolo se estrelló contra el escudo, creando una explosión de luz cegadora que destrozó el suelo bajo ellos. La energía resultante provocó una onda expansiva que hizo temblar los cielos.

Izuku retrocedió, notando que incluso su escudo apenas había resistido el ataque. No podía confiar solo en la defensa. Sabía que Apolo lo estaba probando.

—¡Fulgor Solar! —gritó Izuku, activando su técnica máxima.

Su cuerpo se iluminó con una intensidad que rivalizaba con el propio sol. En ese instante, todos sus sentidos, fuerza y poder se elevaron a niveles que nunca antes había alcanzado. Sentía cada célula de su cuerpo vibrando con energía pura, pero también sabía que el tiempo era limitado. Tres minutos, tal vez cinco si se esforzaba al máximo, antes de que su cuerpo comenzara a desmoronarse.

Izuku cargó hacia Apolo, su velocidad ahora un borrón de luz que cruzaba la arena en un instante. Apolo se giró para enfrentarlo, pero Izuku ya estaba sobre él, lanzando una ráfaga de golpes con tal fuerza que el aire mismo se distorsionaba. Sus puños, envueltos en energía solar, impactaron contra Apolo una y otra vez, pero el dios del sol no cedía.

Apolo bloqueaba y desviaba cada golpe con una precisión impecable, su lanza bailando en el aire como un rayo de luz. A pesar de la abrumadora velocidad y poder de Izuku, el dios parecía inquebrantable.

—Eres fuerte, Izuku —dijo Apolo mientras bloqueaba otro ataque devastador—, pero aún estás lejos de comprender el verdadero poder de un dios.

De repente, Apolo levantó una mano hacia el cielo, y el sol respondió. Un pilar masivo de fuego descendió desde las alturas, impactando directamente sobre Izuku. El calor era insoportable, mucho más allá de cualquier llama que Izuku hubiera enfrentado antes. Su Escudo Solar se fracturó bajo la presión, y por un breve instante, Izuku sintió que su cuerpo empezaba a quemarse.

—¡No puedo fallar ahora! —rugió Izuku, desatando el Levantamiento Solar.

Toda la energía que había acumulado durante el entrenamiento se concentró en un solo punto, un estallido de poder puro que superó cualquier límite que hubiera conocido. Izuku lanzó un golpe con toda su fuerza, impactando contra la lanza de Apolo. La explosión que siguió fue indescriptible. El suelo se fracturó en millones de pedazos, y una columna de luz se disparó hacia el espacio, atravesando las nubes.

Ambos combatientes quedaron envueltos en la luz. Izuku sintió cómo su cuerpo se sobrecargaba, cada músculo y fibra de su ser gritando en agonía mientras superaba sus límites. Pero no podía detenerse. Apolo seguía de pie, su lanza brillando con una intensidad devastadora.

Con el último aliento de su Fulgor Solar, Izuku se lanzó hacia adelante, concentrando toda su energía restante en un solo golpe. Apolo, con una sonrisa serena, levantó su lanza para recibir el ataque. El impacto resonó por toda la arena, y por un momento, el tiempo pareció detenerse.

Cuando la luz finalmente se disipó, Izuku estaba arrodillado, jadeando por aire, su cuerpo cubierto de heridas, pero aún de pie. Apolo, por primera vez en la batalla, retrocedió unos pasos, su lanza mostrando grietas visibles.

—Impresionante, Izuku. —Apolo bajó la mirada hacia su lanza fracturada—. Has demostrado tu valor.

Izuku, agotado pero determinado, levantó la vista.

—¿Eso significa...?

—Has ganado —dijo Apolo con una sonrisa—. Eres digno de ser el nuevo dios del sol.

En ese momento, el cuerpo de Apolo comenzó a desvanecerse, su energía fluyendo hacia Izuku. Una corriente de luz solar envolvió al joven héroe, reconstruyendo su cuerpo desde cero. Los ojos de Izuku brillaron con la intensidad de mil soles, su cabello se tornó rubio como el oro, y su piel adquirió una palidez divina.

Izuku ya no era un simple mortal. Ahora, era el dios del sol. Y con su nueva forma, estaba listo para enfrentarse a Aetherius.

El Dios del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora