Capítulo 36: "Conversaciones Divinas"

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Izuku se encuentra en el corazón de un frondoso bosque bajo el cielo nocturno. Rodeado de una calma casi mística, espera la llegada de Artemisa, la diosa de la caza, quien lo había citado para una conversación profunda y crucial. La diosa aparece en silencio, su presencia armonizándose con la naturaleza. Vestida con su atuendo etéreo y con una luz plateada que la envuelve, se sienta frente a Izuku, lista para comprender lo que ha pasado y la magnitud del viaje de Izuku hasta este momento.

Un Recuerdo Doloroso: La Muerte de Apolo

Artemisa empieza la conversación con una mirada intensa y una voz suave, preguntando a Izuku sobre la conexión con su hermano Apolo. Izuku respira hondo, recordando el momento en que Apolo se sacrificó, cediéndole su esencia para proteger a la humanidad de la destrucción. Con palabras sinceras y casi reverenciales, le cuenta cómo Apolo le enseñó sobre la esencia de la luz, la esperanza, y el sacrificio, volviéndose una guía esencial en los momentos de oscuridad.

—Tu hermano me otorgó su fuerza y su sabiduría cuando el mundo más lo necesitaba —dice Izuku, conmovido al revivir aquellos recuerdos—. Su sacrificio me hizo comprender que llevar su legado no era un simple deber; era una responsabilidad de vida.

Artemisa lo observa en silencio, asimilando cada palabra. La diosa se conmueve al escuchar la profundidad del vínculo que Izuku formó con Apolo, y su rostro refleja una mezcla de orgullo y tristeza.

—Apolo siempre tuvo el poder de ver lo mejor en la humanidad —responde Artemisa, con voz quebrada por la emoción—. No puedo negar que en ti, mortal, parece haber visto algo que nadie más había encontrado.

La Batalla Contra Helios y La Unión Divina

Izuku le cuenta cómo enfrentó a Helios, el dios del sol, quien había desafiado su derecho a portar la luz divina. Describe la intensidad de aquella batalla en la que ambos se pusieron a prueba en un enfrentamiento feroz. Artemisa escucha cada detalle, impresionada por cómo Izuku no solo sobrevivió, sino que aprendió a controlar y armonizar su poder.

—No fue solo una batalla física, Artemisa —explica Izuku, mirando a la diosa con ojos serenos—. Fue una batalla del espíritu, de la voluntad y de lo que representa la luz. Helios me hizo ver que mi poder debía provenir no solo de la fuerza, sino de la bondad y la compasión. Fue en ese momento que comprendí lo que realmente significa ser un dios.

Artemisa asiente, su rostro lleno de respeto.

—La esencia de un dios no solo está en su poder, sino en su propósito —dice Artemisa, con una profunda comprensión—. Apolo sabía eso, y parece que tú también has aprendido esa lección.

La Fusión con Aetherius y la Transformación en un Dios Primordial

Izuku habla entonces sobre el enfrentamiento con Aetherius, el dios cósmico de una dimensión desconocida, quien desafiaba no solo a los mortales, sino a los mismos dioses. Fue un enemigo que combinaba energía cósmica con una presencia primordial que parecía infinita y abrumadora. Para derrotarlo, Izuku se vio obligado a realizar una unión total con la esencia de Apolo, fusionando sus almas y alcanzando un estado que iba más allá de la comprensión humana y divina.

—Cuando enfrenté a Aetherius, comprendí que mi humanidad era insuficiente —explica Izuku, recordando el instante exacto en que su ser se disolvió y se reconstruyó junto a la esencia de Apolo—. Mi cuerpo y mi espíritu alcanzaron un nuevo límite, uno en el que la energía de Apolo y la mía se unieron, transformándonos en un ser que trascendía el tiempo y el espacio.

—¿Un ser primordial…? —murmura Artemisa, sorprendida por la magnitud de lo que Izuku le cuenta.

—Sí, Artemisa —responde Izuku—. Alcanzamos un poder que iba más allá de cualquier otro límite, un poder que era, en esencia, parte del propio universo. Fue una transformación que nos convirtió en algo más allá de cualquier mortal o dios que hayas conocido.

El Legado de Apolo y El Futuro de Izuku

Artemisa, asimilando todo lo que acaba de escuchar, guarda silencio por un momento. Luego, con una voz suave pero firme, le pregunta sobre lo que planea hacer ahora, portando el poder de un dios primordial. Izuku, con humildad y determinación, le asegura que seguirá defendiendo a los inocentes, honrando la memoria de Apolo y usando su poder para proteger y guiar a la humanidad.

—Ser un dios no es mi meta, Artemisa. Mi meta es ser el héroe que Apolo y todos aquellos a quienes quiero creerían que puedo ser —declara Izuku, con un brillo de esperanza en sus ojos.

Artemisa, conmovida por su respuesta, sonríe con orgullo. Ahora entiende por qué Apolo había confiado en él y por qué la luz divina había elegido residir en su corazón.

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