Capítulo 26: El Renacimiento del Sol

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Tras la explosión de luz que marcó su victoria, Izuku cayó de rodillas, sintiendo cómo la energía divina de Apolo empezaba a fundirse con su propio ser. Su cuerpo mortal, desgastado por la batalla, comenzó a desmoronarse, pero en lugar de dolor, sintió una profunda paz. Era como si cada célula de su ser se estuviera desintegrando solo para ser reconstruida con una pureza imposible de describir.

Un brillo dorado envolvió a Izuku mientras su cuerpo flotaba en el aire, suspendido por la energía divina que ahora fluía libremente a través de él. Su piel, antes marcada por cicatrices y desgaste, se volvió suave y pálida, como la luz del amanecer sobre una llanura nevada. Su cabello se transformó en una cascada dorada, brillando con la intensidad del propio sol, cayendo en suaves mechones alrededor de su rostro, que ahora irradiaba serenidad y poder.

Sus ojos, antes verdes y cálidos, comenzaron a brillar con una intensidad inimaginable. Eran como dos soles, brillantes y cegadores, que no solo emitían luz, sino que también contenían el poder y la sabiduría de una estrella. Cada vez que parpadeaba, la luz crepitaba y danzaba alrededor de su iris, como si pequeñas explosiones solares se desarrollaran dentro de ellos.

El traje de héroe de Izuku también fue reconstruido junto con su cuerpo, inspirado en el de Apolo de tiempos antiguos. Ahora vestía una armadura dorada, ligera pero indestructible, compuesta de placas solares que brillaban como si estuvieran bañadas en la luz eterna del mediodía. Cada placa parecía estar forjada con el poder del sol, reflejando destellos de luz en todas direcciones. La armadura estaba adornada con finos detalles en rojo y blanco, símbolos de pureza y fuego. Sobre su pecho, un sol radiante brillaba con vida propia, pulsando al ritmo de su corazón. Los brazaletes y las grebas doradas terminaban de completar la imagen de un dios guerrero, una figura imponente, cuya mera presencia podría iluminar incluso las sombras más oscuras.

Aumentos de poder: Izuku ya no sentía las limitaciones mortales. Su poder había crecido exponencialmente. El fuego que antes le costaba controlar ahora fluía por él de forma natural, como el aire que respiraba. Podía sentir el latido del sol en cada fibra de su ser, y la energía solar lo impregnaba todo, dándole acceso a una fuente inagotable de poder. Su Fulgor Solar, que antes podía usar por solo unos minutos, ahora estaba completamente integrado en su ser, permitiéndole utilizarlo sin límite alguno.

Con un gesto, Izuku extendió su mano y desató una pequeña muestra de su nuevo poder: un rayo de luz puro que surgió de su palma, atravesando el horizonte y disipando las nubes en su camino. El calor de ese rayo era tan intenso que la tierra a su alrededor se fundió, pero Izuku lo controlaba con una precisión milimétrica, sin esfuerzo.

Se sentía invencible. Y ahora, con el poder de un dios fluyendo a través de él, sabía que estaba listo para enfrentarse a cualquier amenaza que el universo le lanzara.

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