Capítulo 71: "El Héroe y la Diosa"

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Después de la aplastante victoria de Amaterasu sobre Beelcebú y la posterior batalla con Satanás, la arena del Ragnarok se queda en un silencio solemne. Las miradas de los espectadores están fijas en el héroe humano, Izuku, quien avanza decidido hacia el centro de la arena donde Amaterasu yace exhausta, todavía envuelta en el resplandor cálido de su propia energía. Cada paso que Izuku da es firme y decidido, mostrando una mezcla de respeto y preocupación hacia la diosa que se ha convertido en una inspiración para la humanidad.

El Recuerdo del Sacrificio y el Vínculo Creciente

Al llegar a su lado, Izuku se agacha y, sin dudarlo, la toma en sus brazos de una manera protectora y cariñosa. Amaterasu, sorprendida por el gesto, siente cómo el calor se eleva a sus mejillas, y un rubor inesperado tiñe su rostro. No había esperado este tipo de cercanía, y el contacto firme y confiado de Izuku hace que algo en su pecho lata con intensidad, un sentimiento que no había experimentado en milenios. La diosa del sol se encuentra desarmada por algo tan simple y a la vez tan poderoso.

Mientras la carga en sus brazos, Izuku mantiene una mirada atenta y protectora sobre ella, como si nada más importara en ese momento. Los dioses y los humanos observan la escena con respeto, algunos incluso conmovidos por el gesto de Izuku, quien, a pesar de ser un humano, ha demostrado un valor y compasión dignos de un dios.

La Enfermería del Valhalla: Un Rayo de Esperanza

Izuku lleva a Amaterasu directamente a la enfermería del Valhalla, donde las valquirias se apresuran a preparar la sala para recibir a la diosa. Con suavidad, Izuku la deposita en una cama, pero no se aparta de su lado. Sus ojos brillan con determinación y, tras intercambiar una mirada silenciosa con una de las valquirias, decide usar una de sus técnicas especiales: el Fuego de Vida. Esta técnica, única en él, emite una cálida energía curativa que empieza a restaurar la vitalidad y fuerza de Amaterasu. Mientras la energía envuelve a la diosa, esta siente cómo cada herida y agotamiento se disipa, reemplazado por una calidez reconfortante que proviene de la voluntad de Izuku.

Amaterasu lo observa con gratitud mientras la técnica surte efecto, y al concluir, siente una energía renovada fluir por su ser. En un gesto de profundo agradecimiento, se inclina hacia Izuku y, con una dulzura que sorprende incluso a las valquirias presentes, deposita un suave beso en su mejilla. Izuku, quien hasta entonces había mantenido su compostura, se sonroja de inmediato, el rubor tiñendo sus mejillas mientras sonríe tímidamente, impresionado y honrado.

Una Conversación Entre Guerreros y Aliados

A pesar de la timidez del momento, Izuku permanece a su lado, sin querer dejar sola a Amaterasu hasta asegurarse de que esté completamente recuperada. La conversación entre ambos fluye con una naturalidad que sorprende a ambos, hablando sobre el propósito de su lucha, sus esperanzas para la humanidad y la fe que tienen en los que aún deben pelear en el Ragnarok. Amaterasu expresa sus dudas y su temor ante la inmensidad de la tarea, pero Izuku la escucha atentamente y le ofrece palabras de aliento, recordándole que ella no está sola en esta batalla.

Los sentimientos de gratitud y respeto mutuo entre ambos se transforman en un vínculo inquebrantable, un pacto silencioso de apoyo que, sin palabras, prometen honrar hasta el final del Ragnarok.

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