Capítulo 47: La Luz de Amaterasu

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Después de la reunión con Hestia, Izuku y Artemisa se sintieron inspirados y decididos a buscar a otra poderosa deidad que pudiera unirse a su causa: Amaterasu, la diosa del sol en la mitología japonesa. Amaterasu era conocida no solo por su inmensa belleza, sino también por su papel crucial en el mantenimiento del equilibrio en el mundo. Su luz era fundamental para la vida y la fertilidad de la tierra, y su influencia era tan fuerte que se decía que podía disipar la oscuridad misma.

Introducción a la Mitología de Amaterasu

Según la leyenda, Amaterasu fue la hija de los dioses Izanagi e Izanami y la hermana del dios de las tormentas, Susanoo. Era tan brillante que, al nacer, iluminó el cielo, y su esplendor era comparable al de miles de soles. Sin embargo, tras un enfrentamiento con su hermano, Amaterasu se retiró a una cueva, sumiendo al mundo en la oscuridad. Su ausencia causó caos en la tierra, y solo la astucia de otras deidades logró hacerla salir de su encierro. Este acto de sacrificar su propia luz para proteger el equilibrio del mundo hizo que su figura se convirtiera en un símbolo de esperanza y renovación.

Izuku y Artemisa se encontraban en un campo cubierto de flores luminosas, justo debajo de un cielo despejado. Sabían que para convencer a Amaterasu de unirse a su causa, debían apelar a su deseo de mantener la luz en el mundo.

Encuentro con Amaterasu

Al llegar al santuario de Amaterasu, fueron recibidos por una atmósfera serena y un brillo cálido que iluminaba el lugar. Allí, entre la vegetación y la luz del sol, encontraron a Amaterasu. Tenía una belleza etérea: su piel era pálida como la luna, su cabello blanco fluía como un río de luz, y sus ojos rojos destellaban como el sol al amanecer. Vestía un kimono japonés ornamentado, que reflejaba los colores del cielo al amanecer, y su porte era majestuoso.

“Bienvenidos,” dijo Amaterasu, su voz resonando como un suave canto. “¿Qué les trae a mi hogar?”

Izuku se adelantó, sintiendo la intensidad de su mirada. “Amaterasu, venimos a pedir tu ayuda. La humanidad se enfrenta a un peligro inminente, el Ragnarok. Necesitamos que luches a nuestro lado para mantener la luz en el mundo.”

La Charla con Amaterasu

Amaterasu lo miró con interés, pero también con una pizca de desconfianza. “¿Por qué debería preocuparme por la humanidad? Mi luz siempre ha estado presente, y aún así, la oscuridad sigue acechando. ¿Qué pueden ofrecerme que no haya visto antes?”

Artemisa tomó la palabra. “Entendemos tus dudas, pero el Ragnarok no solo afectará a los humanos. La oscuridad que se avecina puede consumir todo, incluso tu luz. Juntos, podemos enfrentar esta amenaza y restaurar el equilibrio.”

Izuku sintió que era su momento de hablar. “He aprendido que la luz no solo se trata de poder; se trata de esperanza. He visto cómo la oscuridad puede aplastar a los que más amamos, y eso no puede ser permitido. Tu luz es un símbolo de esperanza, y necesitamos que brille más que nunca.”

El Papel de Amaterasu en su Mitología

Amaterasu consideró las palabras de Izuku. “En mi mitología, he sido la portadora de la luz, y mi deber es mantener el equilibrio en el mundo. Sin embargo, también he visto el dolor que la guerra y la oscuridad pueden traer. Mis poderes son inmensos, pero me he retirado de los conflictos de los dioses para evitar más sufrimiento.”

Izuku asintió, comprendiendo la carga que llevaba la diosa. “Entiendo que el dolor de la guerra te ha llevado a buscar la paz, pero a veces, debemos luchar para proteger lo que más amamos. La humanidad no solo necesita tu luz, sino que también te necesita a ti, Amaterasu. Juntos, podemos enfrentar la oscuridad y crear un futuro donde todos vivan en paz.”

La Batalla de Luz y Sombra

Sin embargo, para demostrar su valía, Amaterasu propuso una prueba. “Si realmente deseas que me una a ti, deberás demostrar que eres digno de mi luz. Combatamos, y veré la fuerza de tu determinación.”

Izuku aceptó sin dudarlo. El aire se cargó de energía mientras ambos se preparaban para la batalla. La luz de Amaterasu brilló intensamente, iluminando el campo con una calidez radiante, mientras que Izuku se sintió energizado por su propia conexión con el sol.

La batalla comenzó con un intercambio de ataques espectaculares. Amaterasu lanzó ráfagas de luz solar, cada una chispeando como fuegos artificiales en el cielo. Izuku, por su parte, desató su propio poder, que resonaba como una ola de energía. Los dos se movían con gracia y velocidad, el paisaje a su alrededor iluminado por la intensidad de su lucha.

El choque de sus poderes era espectacular, y cada vez que sus habilidades se encontraban, se creaba una onda de luz que reverberaba en el aire. La diosa del sol, con su control absoluto sobre la luz, parecía indomable. Izuku, aunque poderoso, sabía que la batalla era más que solo fuerza; se trataba de conectar con la esencia de Amaterasu y hacer que entendiera su propósito.

Un Encuentro Inconcluso

A medida que la batalla avanzaba, Izuku empezó a notar un cambio en Amaterasu. Su mirada, antes fría y distante, comenzó a brillar con un nuevo interés. Los dos combatientes estaban igualmente emparejados, pero el combate no se trataba de vencer, sino de encontrar un entendimiento mutuo. Finalmente, la lucha culminó en un clímax en el que ambos chocaron sus poderes, creando una explosión de luz que iluminó el cielo. El impacto los dejó a ambos exhaustos, pero sus miradas se encontraron en un instante.

“Eres fuerte,” dijo Amaterasu, respirando con dificultad. “Tu luz es diferente, y siento un poder en ti que resuena con el mío. Quizás la humanidad no está condenada después de todo.”

Izuku sonrió, sintiendo que había logrado conectar con la diosa. “No estás sola, Amaterasu. Juntos, podemos hacer brillar nuestra luz más que nunca y enfrentar la oscuridad que se avecina. Te necesitamos a nuestro lado.”

La Decisión de Amaterasu

Amaterasu miró al joven con nuevos ojos. “Tu pasión y tu deseo de proteger a los demás me han tocado. Quizás sea hora de que vuelva a unirme a la lucha. Estoy dispuesta a luchar a tu lado en el Ragnarok, Izuku, el nuevo dios del sol. Juntos, traeremos la luz a la humanidad y disiparemos la oscuridad.”

Con esa promesa resonando entre ellos, Izuku sintió que su confianza crecía. Había logrado convencer a una de las deidades más poderosas de la mitología para unirse a su causa, y su viaje se volvía aún más significativo. El camino hacia el Ragnarok estaba lleno de incertidumbres, pero ahora, con Amaterasu a su lado, se sentían más fuertes que nunca.

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