Capítulo 53: La Prueba de Sabiduría de Atenea

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Izuku y Artemisa partieron al amanecer en dirección al Templo de Atenea, situado en la cima de una montaña cubierta por niebla y árboles que parecían custodiar cada paso hacia la cumbre. Al llegar, el aire estaba cargado de una energía solemne y se percibía el respeto hacia la diosa de la sabiduría y la guerra. Ante ellos apareció Atenea, una figura de gracia y poder. Su cabello dorado caía como una cascada sobre su armadura blanca y dorada; sus ojos azules, penetrantes, observaban cada movimiento con una percepción que parecía ver más allá de lo físico.

Con una lanza en una mano y un escudo en la otra, Atenea se acercó a los recién llegados, su semblante sereno pero imponente. Tras un momento, se dirigió a Izuku.

Atenea: “Izuku, el nuevo dios del sol. He escuchado de tus esfuerzos por reunir a las deidades para luchar junto a los humanos. Sin embargo, no solo se necesita fuerza para la guerra; la mente debe ser igual de afilada que cualquier arma. Si deseas contar conmigo, primero deberás probar que tu sabiduría y estrategias están a la altura de esta batalla.”

Izuku: “Estoy listo para cualquier prueba que me pongas, Atenea. Entiendo la importancia de la sabiduría en cada paso, no solo la fuerza.”

Atenea: “Muy bien. Si realmente deseas que me una, tendrás que demostrar que tienes lo que se necesita para tomar decisiones bajo presión. La inteligencia no es solo conocimiento; es visión, estrategia, y una mente capaz de adaptarse.”

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Atenea condujo a Izuku a una sala dentro de su templo, una especie de anfiteatro en el que estaban dispuestos distintos escenarios y figuras de guerreros tallados en mármol, recreando escenas de antiguas batallas. En el centro, Atenea convocó una serie de ilusiones que representaban situaciones complejas de guerra, cada una diseñada para poner a prueba el pensamiento táctico de Izuku.

Atenea: “Frente a ti hay tres escenarios de guerra. Cada uno representa un dilema moral y táctico. Quiero que me digas qué harías en cada situación, cómo priorizarías y justificarías tus decisiones.”

Escenario 1: El Dilema de la Fortaleza Perdida

En el primer escenario, una fortaleza clave estaba bajo ataque. Izuku tenía dos opciones: enviar tropas para defenderla y arriesgarse a perder fuerzas cruciales, o retirarse y proteger a sus soldados, perdiendo un punto estratégico importante.

Izuku: “Si abandono la fortaleza, los enemigos podrían usarla contra nosotros, pero si envío todas las fuerzas, podríamos caer en una trampa. Entonces, optaría por una retirada estratégica con una trampa secundaria, instalando señuelos para desviar su atención mientras retiramos a las tropas principales. Así protegeríamos a nuestros soldados y el enemigo pensaría que seguimos presentes, ganando tiempo.”

Atenea asintió, mostrando una ligera sonrisa de aprobación.

Atenea: “No te dejas llevar por el impulso. Sabes equilibrar el valor de una estructura con la vida de tus guerreros. Veamos si logras mantener esta calma en los próximos desafíos.”

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Escenario 2: El Pueblo en Llamas

En el siguiente escenario, se representaba un pueblo en llamas atacado por enemigos. Los civiles pedían ayuda desesperadamente. Izuku debía decidir si enviaba a su mejor escuadrón a rescatarlos, con el riesgo de ser emboscados, o si priorizaba la retaguardia del ejército.

Izuku: “Priorizaría la protección de los inocentes, enviando a un grupo especializado en rescate y defensa en vez del escuadrón de ataque principal. Proteger a la gente es esencial para no perder su lealtad y mantener la moral alta. Además, el enemigo podría subestimar una fuerza de rescate menos armada, dándonos la oportunidad de atacarlos por sorpresa.”

Atenea observó detenidamente su respuesta, viendo la mezcla de valentía y estrategia en su planteamiento.

Atenea: “Interesante. Tienes la empatía necesaria para priorizar a los inocentes sin comprometer el objetivo. Ahora viene la prueba final.”

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Escenario 3: La Decisión del Último Recurso

En el tercer escenario, Izuku enfrentaba una situación límite. Tenía la opción de realizar un ataque masivo que destruiría una base enemiga, pero pondría en riesgo a algunos de sus mejores aliados. La otra opción era una retirada segura, que prolongaría la guerra pero evitaría bajas.

Izuku: “Buscaría una tercera opción. No sacrificaría a mis aliados ni prolongaría innecesariamente el conflicto. Usaría un ataque selectivo que permita un escape seguro para los aliados mientras reducimos al enemigo. Aunque cueste tiempo y energía, la estrategia debe adaptarse para minimizar pérdidas. El sacrificio es un recurso, pero no debe ser la primera opción.”

Atenea lo observó en silencio, sus ojos azules brillando con respeto.

Atenea: “Tienes una visión aguda, Izuku, y una estrategia clara incluso bajo presión. Eres capaz de combinar la mente y el corazón, algo que pocos líderes alcanzan. Me has convencido. No solo por la humanidad, sino por el equilibrio y la claridad que demuestras.”

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Con las pruebas superadas, Atenea se acercó a él, entregándole una pequeña insignia dorada con el emblema de su lanza y escudo.

Atenea: “Izuku, me uniré a ustedes en esta guerra. Pero te doy esto como símbolo de nuestra alianza y de mi voto de confianza. Cada vez que dudes, recuerda lo que representas y quiénes confían en ti.”

Izuku: “Gracias, Atenea. No te defraudaré.”

Atenea: “Ahora, ven. Mostremos a Artemisa y al mundo que la diosa de la sabiduría y la guerra luchará junto a los humanos. La estrategia y la fuerza, juntas, son imbatibles.”

Izuku y Atenea, con Artemisa aguardando, se encaminaron juntos, con una nueva certeza: habían sumado una aliada cuyo intelecto y poder cambiarían el curso del Ragnarok.

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