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Pov Alejandra

Cada vez que veía a Carolina, el resentimiento me quemaba por dentro. No había forma de apagar ese incendio que ella misma había encendido en mí. Me sentía traicionada, herida en lo más profundo, y, aunque trataba de ignorarlo, sabía que estaba dejando que ese rencor se desbordara en cada cosa que hacía.

El primer día de la gira, el equipo trabajaba en el soundcheck. Había tanta tensión en el ambiente que se podía cortar con un cuchillo. Entre cables y equipos, vi a Carolina pasar cerca de mí. Sabía que necesitaba ayuda para acomodar un par de cosas en el escenario, así que no me detuve a pensarlo dos veces.

—¡Carolina! Ven y ayúdame con estos cables, que para eso estás aquí, ¿no? —le dije, en un tono que no tenía ni una pizca de cortesía.

Caro se giró para mirarme, claramente sorprendida por la frialdad en mi voz.

—Ale, te pido que me hables con respeto —dijo, su mirada desafiante clavándose en la mía—. Este es mi trabajo y lo hago bien. No mezcles tus problemas personales con lo profesional.

Eso fue suficiente para hacerme perder los estribos. ¿Ella hablándome de respeto? ¿Ella, que había sido la causa de este desastre?

—¿Respeto? ¿En serio, Carolina? No tienes idea de lo que pides. Si quisieras respeto, habrías pensado dos veces antes de hacer lo que hiciste.

—Alejandra, ya basta. No puedes seguir atacándome cada vez que te cruzas conmigo. Somos adultas, intenta actuar como una.

Mi respiración se aceleró, y cada palabra de ella solo lograba ponerme peor. Quería responderle, pero en ese momento, Rudy me llamó porque debíamos alistarnos para salir al escenario. Solté un bufido y me alejé de ella sin decirle nada más.

Cuando salí al escenario, traté de meterme en el papel, de dejarlo todo en la música como solía hacer, pero no podía sacarla de mi cabeza. Cada acorde, cada palabra de mis canciones parecía estar teñida de ese enojo que llevaba dentro. Y aunque el público aplaudía y gritaba, yo solo sentía una rabia sorda, una frustración que hacía eco en cada rincón de mí misma. Todo en mi vida parecía haberse convertido en caos desde que Carolina había llegado. Ella había logrado romper esa estabilidad que tanto me había costado construir.

Terminamos el concierto, y mientras caminaba por los pasillos del backstage, sentí esa familiar sensación de vacío. Todo el ruido y la euforia del público no habían sido suficientes para llenar el espacio que ella había dejado. Caminando en dirección a mi camerino, me crucé con Carolina una vez más. Y, como si todo ese resentimiento se hubiera acumulado hasta el límite, exploté.

—¿Tienes idea de lo que has hecho con mi vida? —le solté de repente, incapaz de contenerme. Carolina se detuvo, mirándome, y no pude contener la marea de acusaciones que se agolpaban en mi pecho—. Todo esto, este caos, esta confusión, todo es por tu culpa. Fuiste tú quien destruyó todo lo que teníamos. ¿Cómo puedes siquiera mirarme a los ojos después de lo que hiciste?

Carolina me miraba con una mezcla de dolor y desafío en sus ojos.

—Alejandra, no puedes seguir culpándome de cada cosa que pasa en tu vida. Yo también estoy rota, ¿o crees que esto no me afecta? —replicó ella, con una firmeza que solo hizo que mi enojo aumentara.

—¿Afectarte? ¿De verdad crees que esto te afecta a ti? —mi voz se elevó, y sentí que estaba a punto de perder la compostura—. Tú tienes a Pau para consolarte. Tienes a todos pendientes de ti, mientras yo... yo me quedé sola en esto, Carolina. Completamente sola.

Caro se quedó callada por un segundo, y luego dio un paso hacia mí.

—Ale, yo nunca quise que esto terminara así. Pero cada vez que intento hablar contigo, terminas atacándome como si yo fuera la única culpable de todo. No es justo.

Promise - Alejandra VillarrealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora