Because i love you

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Pov Caro

Paulina y yo caminábamos hacia la entrada de la wawa, nuestras manos entrelazadas de una forma que se sentía natural, como si hubieran estado destinadas a encontrarse. Mis dedos entrelazados con los suyos me daban una seguridad que no había sentido en mucho tiempo, pero cuando cruzamos la puerta, sentí de inmediato todas las miradas posarse sobre nosotras.

Los padres de Paulina nos miraban con una mezcla de sorpresa y desconcierto, claramente intentando leer entre las líneas de lo que veían. Daniela observaba, sin decir palabra, sus ojos pasando de nuestras manos entrelazadas a nuestras miradas, casi adivinando lo que había pasado. Y finalmente, Ale... Cuando la encontré entre todos los rostros, el aire pareció congelarse.

Alejandra nos miraba con una expresión imposible de describir en una sola palabra; era asombro, sí, pero también un dolor profundo y una chispa de resentimiento que parecía arder detrás de sus ojos. Por un instante, ella me miró con esa intensidad que me hacía sentir tan vulnerable, y aunque intenté sostener su mirada, pude ver cómo sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas.

El pequeño momento de pausa se quebró en el instante en que Ale bajó la mirada, y antes de que pudiera decir o hacer algo, ella giró rápidamente y se alejó sin mirar atrás, sus pasos acelerándose en dirección a las literas.

Paulina, que lo notó todo, me apretó la mano con ternura, tratando de darme consuelo sin palabras. Sentí un nudo en el estómago, y aunque quería ir detrás de Ale para explicarle todo, sabía que no había nada que pudiera decir que hiciera desaparecer el dolor que acababa de reflejarse en su mirada.

—¿Estás bien? —preguntó Pau en voz baja, acercándose un poco más para que solo yo la oyera.

Asentí levemente, aunque por dentro sentía una punzada de culpa. Miré hacia la dirección en la que Ale había desaparecido, y deseé poder borrar la herida que sabía que le acababa de causar, aunque fuera sin intención.

—Solo... necesito unos minutos, Pau, —susurré finalmente.

Ella asintió y me dio una sonrisa cálida, soltándome la mano de forma delicada. —Aquí estaré cuando quieras hablar, Caro.

Respiré hondo, viendo cómo Paulina se apartaba unos pasos para darme espacio, y aunque una parte de mí quería correr tras Ale y pedirle perdón, otra parte entendía que quizá ya no había nada que pudiera hacer para remediarlo.

Mis pasos se dirigieron hacia donde fue Ale, la pequeña sala al fondo de las literas. Trate de acercarme a ella pero cuando noto mi presencia, solo me aparto quebrando en llanto.

Salió de la wawa ignorando a los que se encontraban ahí, y yo seguí sus pasos.

Salí de la wawa tras ella, siguiendo la silueta de Alejandra en la tenue luz de la calle, envuelta en la noche fría. Sus pasos parecían inestables, rápidos pero indecisos, como si no supiera adónde iba. El aire se sentía pesado, y yo lo notaba, lo sentía como un eco en el pecho. Estaba rota, y por mi culpa.

Me acerqué, llamándola suavemente:

—Ale...

Ella se detuvo, pero no se giró para verme. En cambio, la vi temblar, como si mi voz la hubiera golpeado. Me acerqué más y me quedé ahí, a unos pasos de ella, sin saber si debía tocarla, si siquiera tenía el derecho de hacerlo. Me quedé en silencio, esperando a que hablara.

—¿Por qué, Caro? —preguntó en un susurro, aunque sonaba tan cerca y tan desgarrador que sentí como si hubiera gritado.

Su voz, en sus palabras no había ira, no había reclamo, solo un dolor tan profundo que me atravesó de lado a lado. Finalmente se giró hacia mí, su rostro un reflejo del sufrimiento que yo misma le había causado. Su expresión estaba rota, tan llena de desesperanza que me hizo sentir que no tenía derecho a estar allí.

Promise - Alejandra VillarrealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora