This ends here

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Pov Caro

Pasado un tiempo, el silencio se había adueñado de la wawa. Ale estaba recostada sobre mi pecho, su respiración suave y rítmica era como una melodía tranquila que llenaba el espacio. Sentía el peso reconfortante de su cuerpo, que reposaba sin barreras entre nosotras, en completa paz. Sus cabellos oscuros caían desordenados sobre mi piel, y yo jugueteaba con ellos distraídamente, dejándome llevar por la serenidad del momento.

La cortina estaba cerrada, separándonos de cualquier ruido o movimiento exterior. Era como si el mundo se hubiera detenido solo para nosotras dos, ofreciéndonos este espacio para existir en calma, juntas. El leve vaivén de la wawa y el cálido abrazo de nuestras pieles creaban una atmósfera de intimidad y ternura que nunca antes había sentido.

Observé a Ale mientras dormía, la expresión en su rostro era de paz absoluta, una expresión que raras veces mostraba. Su guardia estaba baja, su vulnerabilidad expuesta de la manera más bella, y eso me hacía sentir una ternura infinita. Acaricié suavemente su espalda, cuidando no despertarla, disfrutando de la conexión que compartíamos en ese instante.

De repente, Ale se removió ligeramente, y sus ojos comenzaron a abrirse lentamente. Me miró, aún adormecida, y me dedicó una sonrisa suave que me llenó de calidez.

– Hola, – susurró, su voz ronca por el sueño.

– Hola, – respondí en el mismo tono, sonriendo mientras deslizaba mis dedos por su mejilla.

Ale soltó un suspiro y volvió a acomodarse en mi pecho, como si quisiera prolongar ese momento.

– No quiero que esto termine nunca, – murmuró, cerrando los ojos nuevamente.

– No tiene por qué, – le dije suavemente, sintiendo cómo cada palabra salía de mi boca con absoluta sinceridad. – Podemos crear todos los momentos así que queramos, Ale.

Ella asintió contra mi piel, como si esa idea le trajera una tranquilidad absoluta. Y así, en medio de la noche, envueltas en la calma y en el calor de nuestro abrazo, dejamos que el tiempo pasara a su propio ritmo, sin ninguna prisa, solo disfrutando de la compañía mutua. Era un momento de esos que, aunque pasen los años, sabes que siempre recordarás.

Ale volvió a dormirse, acurrucada contra mi pecho, su respiración se volvía de nuevo lenta y profunda. Me quedé allí, escuchando su calma, inmersa en el momento, hasta que escuché el leve sonido de la cortina deslizándose hacia un lado. Levanté la mirada rápidamente y vi a Pau y Dany asomándose, sus rostros apenas iluminados por la tenue luz del pasillo.

Instintivamente, me cubrí con la cobija, envolviendo también a Ale para protegerla de la vista de sus hermanas. Estaba esperando que soltaran alguna broma o un comentario sarcástico que cortara el aire de intimidad en que estábamos, pero en cambio, ambas nos miraban con una seriedad inusual. Me tomó unos segundos darme cuenta de que no era curiosidad ni diversión lo que había en sus ojos; era preocupación.

– Caro... – susurró Pau en un tono suave, como si no quisiera romper el momento, pero al mismo tiempo, como si las palabras que estaba por decir pesaran demasiado para esperar más.

– ¿Qué pasa? – pregunté en voz baja, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.

Pau miró a Dany, y ambas intercambiaron una mirada cargada de algo que no lograba descifrar del todo. Finalmente, Pau volvió a mirarme y, en un tono casi solemne, dijo:

– Solo... prepárate. Te espera algo fuerte cuando Ale se despierte.

Traté de descifrar el significado detrás de esas palabras, pero el silencio entre nosotras solo lo hacía más desconcertante. No supe cómo responder, así que solo asentí, dándoles a entender que había comprendido aunque en realidad no tenía ni idea de a qué se referían. Pau y Dany se quedaron un momento más, asegurándose de que entendía la gravedad de su mensaje, y luego, en silencio, se retiraron, cerrando la cortina con cuidado.

Promise - Alejandra VillarrealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora